Cultura

Música y músicas

Músico

Según mi experiencia como músico profesional, que he desarrollado preferentemente en Andalucía, desde los tiempos del Generalísimo hasta nuestros días, el panorama musical se ha enganchado a los niveles que son normales en el panorama internacional. Hay que tener claro que si se le pregunta a un cantaor, a un fagot o a un rockero sobre música es obvio que su referente será totalmente distinto. Todos cuando pensamos en la música acotamos el concepto a nuestros gustos, a nuestros anhelos y a nuestras circunstancias.

¿Por qué nos gustan las músicas que nos gustan? Como en casi todo hay un concepto que refleja los procesos de la realidad la multifactorialidad. Cuando escuchamos algo, el resto de los sentidos, la memoria, la salud, los momentos, etc., no son ajenos a la propia audición (la magdalena de Proust), interactúan con el propio sonido creando un magma de afinidades o desencuentros.

¿Por qué nos adscribimos a una determinada tribu, clásicos, rockeros, vocales, flamencos, jazz player, latinos, comercial music, etnomúsica, música contemporánea, rap? La razón siempre es la misma, cada música conlleva una actitud social, una manera de vestirse, una posición estética.

De la música en blanco y negro al megaconcierto. Hasta el siglo XIX, para sobrevivir dedicados a su vocación los músicos tenían que adscribirse a dos poderes, la Corte y la Iglesia. Al crearse las primeras sociedades filarmónicas la burguesía pasa a entremezclarse con los poderes ya existentes. Y sin muchas variaciones se llega así a los años cincuenta, donde nace mi reflexión, que paso a exponer en forma de miscelánea.

Durante mis tres años de profesor no numerario de Historia de la Música en la Universidad de Sevilla el panorama de la educación musical en España era un auténtico disparate. La sección femenina, sin formación ni conocimientos, se encargaba de la docencia en este campo. Cada año me presentaba a las pruebas de interinos de instituto, y me encontraba con profesoras cuyos títulos los habían sacado el 36 o el 38. Lejos del macramé y del croché tenían una extraña costumbre: a saber, escribían instituto con hache, o sea, hinstituto. Ése era el nivel.

La música inexistía, algunos tocábamos la guitarrita ante la aquiescencia del clero y cantábamos música religiosa en exclusiva. Cuando entré en el conservatorio el panorama era desolador, un verdadero desastre. En1968 había dos profesores de viento: tubas wagnerianas y oboe, de tal guisa que estudié flauta con un oboísta al que le tenían prohibido tocar el saxo en salas de fiestas, para no mancillar la honorabilidad del personal adscrito al Conservatorio.

Afortunadamente, a partir de los ochenta las cosas comenzaron a cambiar y dejamos atrás las tinieblas. La situación actual es bien diferente. Surgen iniciativas que suben el listón hasta igualarlo con el que era normal en el exterior. En el baldío panorama andaluz de música antigua de 1979, el músico Rodrigo de Zayas ejerce de mecenas y consigue agrupar a una serie de instrumentistas, entre los que me contaba, alrededor de su espléndida colección de instrumentos originales de época. Esto fue la semilla del Taller de Música Antigua de Sevilla. Dos miembros de ese taller, Guillermo Peñalver y Ventura Rico, se arriesgaron a formar la Orquesta Barroca de Sevilla, que a su vez ya tiene una Joven Orquesta Barroca. 

La creación de orquestas sinfónicas en varias ciudades andaluzas dibuja una raya de antes y después. Por primera vez, se afronta un empresa de la envergadura semejante a sus homólogas en  el Primer Mundo, con un nivel, unos hábitos y una calidad perfectamente parangonable con la Europa Comunitaria. Resultado: cada ciudad quiere su orquesta sinfónica. El poder político tiene un gran olfato para estas cosas. Esperemos que no pase lo mismo que con los aeropuertos.

En cuanto al flamenco, la fecha que divide su historia es l992, año en que nos abandona don José Monje Cruz, Camarón de la Isla. Salvo algunas avanzadillas del llamado café cantante el desconocimiento del flamenco por parte de los músicos de conservatorio y viceversa era descomunal.  Muy a menudo solía preguntar tanto a alumnos como a profesores qué pensaban del flamenco. Y cualquiera que fuera su situación solían responder con mano izquierda: una música muy interesante. Traducción: ni zorra idea.

Resulta imposible hablar de flamenco sin citar a Paco de Lucía, estandarte de una pléyade de guitarristas. Instrumentalmente, el flamenco se ha ampliado en los últimos años. Baste pensar en los nuevos instrumentos que se incorporan: flauta, saxos, piano, violín, etc., o el caso del cajón, de origen peruano que se suma en 1981 a raíz de una gira de Paco de Lucía por Sudamérica. Existen ya  dos tipos de músicos, flamencos que estudian esos nuevos instrumentos y los instrumentistas de otras músicas que se interesan por el flamenco. En estos momentos cosmopolitas el flamenco lo impregna todo. Flamenco-rock, canción española, latin jazz, etc.  

Cuando murió el Caudillo el ambiente de jazz en toda Andalucía era sencillamente un erial. Los músicos tuvimos la mala suerte de que los primeros libros de cifrado venían con errores de base. El ambiente era sostenido por entrañables aficionados, que son el eslabón entre Antonio Machín y el jazz progresivo de los ochenta. La situación mejora con los Festivales de Jazz, que permiten que se pueda acceder a los circuitos internacionales. En paralelo, una música universaliza el mundo: el rock.

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