Desprendimientos: aprendizajes

'Sendas de Oku'. Matsúo Basho. Ed. Octavio Paz y Eikichi Hayashiya. Atalanta. Vilaür (Girona), 2014. 200 páginas. 18 euros.

I. F. Garmendia

20 de abril 2014 - 05:00

Es sabido que entre las vastas contribuciones del ahora conmemorado Octavio Paz, uno de los grandes ensayistas del siglo XX, estuvo su acercamiento a las tradiciones de Oriente en las que el mexicano, tan lúcido a la hora de abordar los orígenes de la modernidad o de las vanguardias, vio una seductora alternativa: "otro estilo de vida, otra visión del mundo y, también, del trasmundo". En el caso del Japón -distinto al de la India, matiza- hablamos de un legado que "no nos ha enseñado a pensar, sino a sentir", y ello puede apreciarse en la traducción del clásico Oku no Hosomichi que Paz hizo junto a su amigo Eikichi Hayashiya. Recuperada por Atalanta, esta versión de Sendas de Oku -primera (1957) de la obra de Basho a una lengua europea- ha desempeñado un papel de primer orden en la recepción de la literatura japonesa y sigue siendo una ventana privilegiada para asomarse a uno de sus momentos cimeros. En uno de los varios preámbulos, explica el traductor las oleadas que ha seguido la fascinación por Japón y el lugar pionero que ocupa en ese proceso el olvidado poeta mexicano José Juan Tablada. Bellamente ilustrado con las caligrafías de los textos originales, este libro supuso también un hito y brilla hoy con la doble luz de los hallazgos cuya historia es inseparable de los objetos mismos.

"El proverbio europeo es falso; viajar no es morir un poco sino ejercitarse en el arte de despedirse para así, ya ligeros, aprender a recibir. Desprendimientos: aprendizajes", escribe Paz. Sendas de Oku cuenta el viaje de dos años y medio -a pie, como en todo tiempo los sabios vagabundos- emprendido por Basho y su compañero Sora a las tierras remotas e incógnitas del Norte, marcha que es asimismo un itinerario poético -ambos componen versos por el camino- y la "peregrinación espiritual" de un hombre ya maduro, iluminado por las venerables enseñanzas del budismo. Los apuntes narrativos o descriptivos, repletos de alusiones a la naturaleza, se alternan con vislumbres que toman la forma ya familiar de los haikús, de trazo ligero y sencillez sólo aparente, cuya maravillosa levedad encierra muchas capas de sentido. Suele hablarse de joyas para calificar libros meramente bonitos, pero habría que reservar la palabra para los que son -como algunas ideas, como algunas personas- verdaderos tesoros.

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