Fiesta en un dulce infierno

Los Planetas y Fangoria protagonizan el apoteósico final del Interestelar, que atrajo a 20.000 personas al CAAC

J, líder de Los Planetas, durante su actuación en la segunda y última jornada del festival sevillano.
J, líder de Los Planetas, durante su actuación en la segunda y última jornada del festival sevillano. / Juan Carlos Vázquez.
José Miguel Carrasco

22 de mayo 2017 - 02:35

Sevilla/Desde sobrevivir al infierno dulce de asistir en una tarde abrasadora a la reinvención gitana de Quintín y los Zíngaros, hasta llegar a casa bailando con el cuerpo muy mal pero una gran vida social; pasando por un J que se enfrentó sin complejos a una audiencia de miles de personas compuesta a partes iguales por gente que le perdona que los textos que escribe con su increíble sensibilidad no puedas escucharlos cuando canta, y por gente que no le perdona aunque logre pasajes particularmente mágicos fusionando en sus canciones estructuras originales y giros imprevisibles. Las dos cosas ocurrieron en el concierto de Los Planetas, y si bien J derrochó intensidad condensando en su interpretación lo mejor de sus múltiples influencias, dejándonos algunas canciones de gran clase, con sabor a fuego y a madera, para atrapar a todos por igual su interpretación tendría que haber subido un punto más de pasión y, sobre todo, hacerse entender cuando cantaba cosas tan preciosas como "porque yo estaría dispuesto, fíjate lo que te digo, a quemar el mundo entero si no puedo estar contigo". Imaginaos a Los Planetas cantando los irreprochables textos plenos de fuerza que escribe J, pero haciéndolo Sean Frutos, la mejor voz del festival al frente de Second; y cambiando también al bajista por Javier Vega, que siempre nos entusiasma apuntalando el sonido de Maga. ¿Creéis que así se reavivaría la fe en todos los corazones escépticos? Yo sí lo creo.

Que el concierto de Los Planetas comenzase al ralentí tuvo que ver con la arriesgada elección de abrirlo con Islamabad, un cruce antinatura entre el trap y el indie, que no motivó respuesta alguna entre amantes ni entre despechados. El concierto fue a más, comenzando a asomar tímidamente los coros del personal en la tercera pieza, los fandangos de Ya no me asomo a la reja. Aun así, ni sus seguidores más talibanes parecen haber asimilado las canciones de su nuevo disco, ese Zona Temporalmente Autónoma del que entresacaron un Libertad para el solitario que ni siquiera levantó unos aplausos al terminar la canción. Justo lo contrario que ocurrió luego con Corrientes circulares en el tiempo, en la que los coros se generalizaron y comenzaron a acallarse las múltiples conversaciones que el desinterés estaba provocando entre el público.

Con Rey Sombra y la buena instrumentación que la arropa, definitivamente todos los que quisimos hacerlo, parafraseando la letra de la canción, comenzamos a sentir por dentro a J y a dejarnos sacudir por la avalancha, que no permitió que escuchásemos la voz de Angelina Herrera, cantante de Apartamentos Acapulco, pese a que la veíamos allí arriba, invitada a participar en Espíritu olímpico.

Y ya todo fue dejarse llevar: Las Alegrías del incendio sirvieron para que con Permanente pudiésemos celebrar por fin un tema del nuevo disco; y con Segundo premio encendieron la cerilla que nos hizo estallar definitivamente en Pesadilla en el parque de atracciones.

Momentos después, desde la terraza VIP se podía observar un inmenso mar de personas que unía a los que veían el incendio sin control que era Sidonie y los que esperaban que apareciesen los Fangoria que nos convirtieron en reyes del glam. Cuando Alaska hacía moverse a la marabunta humana con A quien le importa el polvo que levantaba el gentío superaba en espesor al humo de las máquinas del escenario.

El final del Interestelar fue apoteósico. Y todos nos fuimos preguntándonos si no estamos perdiendo el tiempo yendo de puristas en esto de la música.

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