Crítica de Música

Romanticismo con conexión sevillana

El ciclo musical del Círculo de Labradores, tras la afortunada recuperación de la ópera Cendrillon de Pauline Viardot de hace dos semanas, continuó ayer aún con mayor brillantez con el dúo D'Aprile-Cogato, sin lugar a dudas uno de los más valiosos activos culturales de los que se beneficia esta ciudad. Buscando hilar su recital con la mencionada ópera y con la conexión sevillana, el programa de este recital se centraba en Granados (alumno en París de un nieto de Manuel García), se completaba con Viardot y culminaba con la maravillosa sonata primera de Fauré, dedicada a Paul Viardot, hijo de Pauline y también nieto de García. Todo una cadena de sugerencias históricas y musicales que en manos de los dos artistas italianos se convirtió en un soberbio recital.

Ambos, con la complicidad del especial color y de la claridad tímbrica del piano Gaveau de 1911 del Círculo, ideal para este repertorio, abordaron la inacaba sonata de Granados con una enorme sutilidad en el fraseo, desde la delicadeza y el misterio de los primeros compases, teñidos de aires modales y casi susurrados, hasta las efusiones apasionadas centrales, donde el violín se revistió de densidad y de fuego expresivo. Jugando sutilmente con el rubato, la Romanza de Viardot brilló en un caleidoscopio de colores en el violín. Ambos sortearon el riesgo de excederse en el fraseo de la Andaluza de Granados, que sonó con riqueza de matices y con intenso lirismo. En Quejas, Cogato dio una lección de sutilidad, delicadeza y poesía con una exposición llena de claridad y transparencia.

Finalmente, la obra de Fauré permitió disfrutar de la sensibilidad, la expresividad y la técnica de estos dos auténticos artistas.

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