El mejor hechicero

Crítica de Teatro

Rosalía Gómez

29 de julio 2017 - 02:34

La ficha

'El asno de oro' Teatros Romanos de Andalucía. Autor:Lucio Apuleyo. Interpretación y dirección: Rafael Álvarez El Brujo. Composición musical y violín: Javier Alejano. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Lugar: Teatro Romano de Itálica. Fecha: Miércoles, 27 de julio. Aforo: Lleno.

Tras una brillante inauguración a cargo de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, la programación del Teatro Romano de Itálica (en el marco del programa Teatros Romanos de Andalucía, que organiza la Consejería de Cultura) prosiguió el pasado jueves con una versión de la única novela latina que se conserva completa: El asno de oro de Lucio Apuleyo. Una versión tan especial como el autor e intérprete de la misma, Rafael Álvarez, El Brujo, quien la estrenó en el Festival de Mérida en 2013 junto a un grupo de músicos del que sólo ha quedado el compositor y violinista Javier Alejano.

Tras un largo preámbulo para situar al público en un contexto histórico y una lengua -el latín- que poco se parecen a los de otros espectáculos (en torno a figuras como El Quijote, Lazarillo de Tormes o San Juan de la Cruz), el cordobés se zambulló en la enmarañada historia mediante las voces de Sócrates, Aristomenes y Lucio, este último convertido en asno por un hechizo fallido. En cualquier caso, hable por boca de quienes hable, sus piezas pertenecen todas a un mismo género: el suyo propio.

Con esta pieza, Álvarez, el mejor juglar que ha dado la escena española en los siglos XX y XXI, hace lo de siempre: adueñarse del espectador y llevárselo por un laberinto lleno de aventuras que van surgiendo unas de otras como las ramas de un árbol para no soltarlo hasta que, una hora y media más tarde (o cuando él quiera), decide dejarlo para que alivie sus castigadas posaderas.

Una magnífica voz, un dinamismo envidiable, una gran inteligencia y una ironía feroz le permiten ir y venir del mundo romano al actual para hablar de la corrupción -parodia de Rajoy incluida-, los valores, las prebendas, el sexo y lo que le dé la gana.

Los expertos en literatura latina podrán poner muchas objeciones, pero los amantes del teatro -esa mentira escénica convertida en verdad- no salieron defraudados.

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