Cultura

El público da ejemplo a sus políticos

Con enorme brillantez y con una inmejorable prestación musical a cargo de Café Zimmermann dio fin anoche esta vigésimo quinta edición del festival musical más antiguo de esta ciudad. Hay que felicitar sin paliativos a su coordinador artístico, Manuel I. Ferrand y, sobre todo, al público, que a lo largo de dos semanas ha llenado los conciertos soportando con estoica resignación las largas colas, las localidades sin numerar, los asientos incomodísimos y los marcos incomparables de visibilidad y acústica desechables. Han dado los aficionados una buena lección a la Delegación de Cultura del Ayuntamiento, que ha hecho todo lo posible, tras reducir a la mitad su presupuesto, para que el festival pasase inadvertido en Sevilla, sin un sólo cartel y sin promoción alguna.

Nunca ha sonado más luminosa esa Luz de Occidente que es la música de J. S. Bach que en el concierto ofrecido por Café Zimmermann. En un punto intermedio entre la agresividad sonora y los arrebatos agógicos de unos y el respeto metronómico de otros, este grupo consigue dotar a sus interpretaciones de una vida y de una fuerza insuperables en función de un empaste admirable, de la maestría de cada uno de sus componentes y la indagación en profundidad en las posibilidades del fraseo. Nunca habíamos escuchado una Suite nº 2 tan fascinante en sus logros rítmicos ni tan atractiva en la fantasía en el fraseo. Ni tampoco se nos había aparecido en toda su claridad la textura contrapuntística de la escritura de Bach como en el Andante del concierto BWV 1041. Ni tan seductora en su recreación la cadencia del Brandenburgo nº 5 como en las manos de Céline Frisch. Todos los solistas estuvieron a igual nivel, cerrando un cuarto de siglo de historia e ilusión locales.

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