La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Pensaba, repensaba y no era capaz de elegir cuándo presencié la salida por la Puerta del Príncipe más rotunda, clamorosa y emotiva. ¿La de Curro cuando salió precedido por un tambor rociero? ¿La de Espartaco el día que Facultades le arregló la vida? ¿Aquella de Paco Ojeda cuando la alternativa del utrerano Curro Durán o quizás la de Ordóñez el sábado de Feria del 67? No sabía por cuál inclinarme, pero la del Juli en este lunes de Feria no tenía que envidiarle a ninguna, por supuesto que no. La rotundidad inapelable del triunfo del madrileño, que de torero precoz ha ido cuajando en diestro poderoso, hizo que estos ojos que ha de comerse la tierra destilasen lágrimas de emoción. Por un lado estaba la emoción del éxito, pero por otro estaba el rapto de sensibilidad que supone la obra bien rematada con un toro que volvía vivo al campo. Qué tarde la de aquel día...
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