Tribuna

Esteban fernández-hinojosa

Médico

De ballenas y nuevos medicamentos

El aumento de los costes en la industria farmacéutica y la insatisfacción de los clientes puede ser una peligrosa combinación

De ballenas y nuevos medicamentos De ballenas y nuevos medicamentos

De ballenas y nuevos medicamentos / rosell

La caza de ballenas fue una práctica que duró largos siglos. Llegó a ser una industria floreciente durante el desarrollo del urbanismo: la grasa de ballena era indispensable para la producción de velas, como combustible de candelabros o lubricante de maquinarias y ferrocarriles. El desarrollo industrial y demográfico del siglo XVIII demandaba enormes cantidades de este combustible. Las campañas balleneras se intensificaron de tal manera que llegaron a esquilmar la población de cetáceos, lo que produjo un insostenible aumento del precio de su aceite.

Aunque el petróleo era conocido desde la antigüedad, a finales del siglo XIX el queroseno, su fracción destilada, comenzó a sustituir al aceite de ballena en los sistemas de iluminación. Un poco más tarde se descubrió la síntesis de lubricantes baratos y eficientes a partir del crudo, lo que acabaría hundiendo la vieja industria ballenera. Como nota a pie de página, apuntemos que desde 1986 la moratoria de la Comisión Ballenera Internacional sólo permite la caza de un número reducido de ejemplares al año con fines exclusivamente científicos, junto a otra caza controlada en algunas comunidades por sus raíces históricas.

Hace pocos días tuvo lugar uno de esos impresionantes debates en la Cambridge Union Society de la Universidad de Cambridge. Versó sobre la investigación de nuevos medicamentos y, aunque fue iniciativa del director ejecutivo de una de las principales compañías farmacéuticas del mundo con sede en esa ciudad, no era un debate corporativo, sino una de esas discusiones rutinarias y ceremoniosas de tan inglesa, aristocrática y empiriocriticista institución, la mayor sociedad de debate de esa Universidad y la más antigua del mundo. Las filas de asientos de su sala se encuentran enfrentadas, respondiendo a un diseño que, en parte, tiene por objeto preparar a los estudiantes en el arte de la oratoria y del uso persuasivo de la palabra.

El argumento central de los defensores de la moción pivotó sobre la idea de que los medicamentos salvan vidas y alivian el sufrimiento. Sensibilizados con el capítulo de precios, argüían que todo medicamento, concluido su derecho de patente, se convierte en genérico y se abarata. Dos médicos -entre los tres oponentes- argumentaban que se recetan demasiados medicamentos con escaso beneficio y muchos efectos secundarios o que algunos de los nuevos medicamentos anticancerosos son extremadamente caros y de escaso valor terapéutico. En cuanto al argumento de los fabricantes sobre los puestos de trabajo e ingresos que genera esta industria, uno de los médicos recordó que ese mismo planteamiento fue defendido ya por la industria tabacalera. Quedó planteado, así mismo, el problema de las patentes a la hora de combinar diferentes principios activos en la misma píldora -polipíldoras-. Inventar medicamentos novedosos, inevitablemente caros y sin clara ventaja terapéutica, podría distanciar a fabricantes de inversores.

El último oponente que compareció en el debate, un gestor de fondos de pensiones, comparó a los defensores de la investigación de nuevas moléculas con los navegantes del ballenero Pequod, el barco que perseguía a Moby Dick, y al director ejecutivo con el maníaco capitán Ahab. Pero no estaba comparando la búsqueda de nuevos fármacos con la persecución de la ballena blanca; estaba desarrollando un elocuente argumento económico. Desde el auge de la década de 1980, el costo de producción de nuevos medicamentos se ha multiplicado por cien. Para este gestor de fondos, la caza de ballenas representa el único precedente histórico de una industria sometida a tan drástico incremento de costos. Y la causa fue la masiva desaparición de ejemplares. El aumento de los costes en la industria farmacéutica y la insatisfacción de los clientes puede ser una peligrosa combinación. De hecho, los departamentos de investigación de esas compañías están en pérdidas. Ofreció dos razones: o se ha llegado al final de lo que se puede descubrir o los métodos utilizados para descubrir no son eficientes.

La industria ballenera se arruinó no tanto por el aumento de los costos como porque eso forzó a encontrar en el petróleo una innovadora fuente de energía. El objetivo de las compañías farmacéuticas es proporcionar beneficio terapéutico. Los fondos seguirán colocando sus inversiones en entornos generadores de ese beneficio terapéutico, dejándose abierta así la posibilidad de encontrar otros medios de producción terapéutica menos costosos y no tan blindados por las patentes ante los nuevos horizontes. El debate concluyó, como en el Parlamento, con unos asistentes saliendo por la puerta del sí y otros por la del no. Aquella moción, Esta casa necesita nuevos fármacos, fue apoyada, no obstante, por casi dos tercios de la audiencia.

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