Avances contra el trombo

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Un anticoagulante oral amplía su indicación para la prevención del ictus en casos de fibrilación auricular y para tratar la enfermedad tromboembólica venosa

La prioridad para prevenir estos episodios requiere un seguimiento médico periódico.
La prioridad para prevenir estos episodios requiere un seguimiento médico periódico.
Manu Mediavilla / Barcelona

13 de octubre 2012 - 01:00

La historia de los anticoagulantes, que desde hace varias décadas ha tenido un protagonista tan solvente como el Sintrom -marca europea del principio activo acenocumarol-, ha empezado a escribir más y mejores capítulos en los últimos años con la llegada de los nuevos anticoagulantes orales. Estos no solo superan a aquel en eficacia para prevenir la formación de peligrosos coágulos sanguíneos, sino que liberan a los pacientes de sus 'servidumbres', como las limitaciones dietéticas, las interacciones con otros medicamentos o los controles periódicos cada tres o cuatro semanas para ajustar la dosis.

El último renglón español de esa renovada historia acaba de llenarlo rivaroxabán, que ha sumado dos indicaciones a la que ya tenía desde 2009 para la prevención de tromboembolismo venoso en pacientes adultos sometidos a cirugía de reemplazo de cadera o rodilla. Ahora estará disponible también para la prevención de ictus en pacientes con fibrilación auricular -esta arritmia afecta a 650.000 españoles y multiplica por cinco el riesgo de ictus- y para el tratamiento de la enfermedad tromboembólica venosa (ETV), que incluye la trombosis venosa profunda (TVP) y la embolia pulmonar tras una TVP aguda.

Como subraya José Ramón González-Juanatey, presidente electo de la Sociedad Española de Cardiología y especialista del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, la prioridad para prevenir el ictus es la anticoagulación. Y si al "avance extraordinario" del Sintrom, que reduce un 60-70% el riesgo de infarto o hemorragia cerebrales, se le suman al menos tres posibles 'herederos' -se vislumbra ya un cuarto para dentro de dos años- que sin "ninguna duda científica son más eficaces y seguros", el panorama apunta a una mejora de la práctica clínica.

En el caso de rivaroxabán, no solo rebaja un 21% el riesgo de ictus respecto a warfarina -la gemela estadounidense del Sintrom-, sino que recorta un 33% el riesgo de hemorragia intracraneal y un 50% el de hemorragia mortal. Además, no presenta interacciones con los fármacos antiinflamatorios ni tiene condicionamientos alimenticios. Por otro lado, respecto a su presentación el medicamento añade la ventaja de su única dosis diaria, que es más cómoda y facilita el cumplimiento terapéutico.

De hecho, este es el mayor reto de los aspirantes a sustituir al Sintrom, que tiene asegurado su seguimiento por el control médico de los análisis periódicos para ajustar la dosis. Con los nuevos anticoagulantes orales, señala González-Juanetey, la máxima eficacia pasa por la rigurosa toma de la medicación "a la misma hora para que no se olvide".

En ese contexto, apunta, pacientes con más del 60% de controles fuera de rango o con dificultades para realizar esos análisis necesitarían los nuevos fármacos. En cambio, pacientes con Sintrom bien controlados (más del 60-70% en parámetros adecuados) podrían mantener su actual terapia. Según el experto, el 65-70% de los pacientes con fibrilación auricular diagnosticada están anticoagulados, pero apenas el 40-50% están "bien con Sintrom". El resto serían, pues, susceptibles de cambiar a los nuevos anticoagulantes orales.

Respecto a las valoraciones del capítulo financiero, estos son más caros que el 'Sintrom'. Pero, a la hora de analizar su perfil de coste y eficacia, González-Juanetey cita un estudio farmacoeconómico español con dabigatrán que cifró su coste por año de vida ganado por debajo de los 30.000 euros, dentro de la frontera fijada por el Sistema Nacional de Salud (40.000 euros) para financiar un medicamento.

De lo que no tiene duda el especialista es de que los nuevos anticoagulantes orales "vienen para quedarse, aunque hay que ver cómo se trasladan a la práctica clínica". Tras el fracaso inicial de ximelagatrán en 2006 por sus efectos adversos hepáticos, desde 2008 se sucedieron los éxitos del inhibidor de la trombina dabigatrán0 y de los inhibidores directos del factor Xa rivaroxabán y apixabán.

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