Capataz y costalero

El arzobispo pide en la Catedral a los cofrades creyentes que sean "cristianos creíbles". Saludó la presencia en la misa del Año Jubilar del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido.

Foto: MJ Lopez
Foto: MJ Lopez
Francisco Correal

05 de noviembre 2016 - 21:36

Sentado delante del paso, Juan José Asenjo Pelegrina, arzobispo de Sevilla, parecía un capataz simbólico. Su homilía sonó como una hermosa chicotá. "Los frutos de la venida del Señor de Sevilla a la Catedral han sido ubérrimos", diría al final el titular de la diócesis. Casi dos horas de ceremonia en el momento más significativo del Año Jubilar de la Misericordia. "Desde el primer momento, cuando les llamé para solicitar la presencia del Señor en la Catedral, la hermandad ha trabajado con mucho esfuerzo y con mucho primor".

No es mala manera para empezar una nueva aventura política. Asenjo saludó "con mucho afecto" al nuevo ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, "por la confianza que le ha demostrado el presidente del Gobierno para un cargo tan importante y delicado". La interinidad del Gobierno casi ha coincidido cronológicamente con el Año Jubilar y lo deseable es que los frutos de ese final sean igualmente ubérrimos.

El ministro ocupó un lugar discreto en la ceremonia. Se sentó junto a la subdelegada del Gobierno, Felisa Panadero, el representante del Consejo General del Poder Judicial, Antonio Moreno Andrade -pregonero de la Semana Santa de 1992-, el delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, y el nuevo portavoz de su grupo en el Ayuntamiento, Gregorio Serrano. Antes de la comunión, subieron para que les diera la paz el arzobispo el hermano mayor del Gran Poder, Félix Ríos, el presidente del Consejo General de Hermandades y Cofradías, Joaquín Sáinz de la Maza, y el flamante ministro. Zoido y Asenjo, protagonistas de las Memorias de Bono cuando ambos pasaron por Toledo.

Sonaba el órgano de Ayarra y las voces celestiales del coro de la Catedral. La primera lectura, hecha por el soleano Carmelo, fue la del martirio de los siete hermanos Macabeos a manos de los esbirros de Antioco Epífanes, el rey de Siria que conquistó Palestina. Un martirio que tiene su traslación real, como diría el arzobispo en su homilía, en "tantos cristianos inmolados por el fanatismo religioso de quienes matan en nombre de Dios"; y una variante menos cruenta pero igualmente sangrante de quienes padecen "desprecio, ataque y ridiculización de los sentimientos religiosos, incluso por la calle por el hecho de ser sacerdotes, y no hablo de memoria".

Ante el Gran Poder de Juan de Mesa, que el imaginero cordobés terminó cuando Murillo era un niño de tres años -un niñodemurillo-, Asenjo pidió a los asistentes "que viváis un cristianismo no vergonzante, sino valiente y confesante". Durante la larga ceremonia, un joven sacerdote no paraba de confesar en uno de los pasillos que daban a la nave central. La conversión y la misericordia, dijo Asenjo, son los núcleos centrales del año jubilar. "Es urgente la reforma de las estructuras de la Iglesia, pero lo es mucho más la reforma de nuestros corazones".

Animó a combatir la tibieza "que nos impide salir de la mediocridad" y a vivir con alegría la fe para liberarse "del pecado, de la tristeza, del vacío interior y del aislamiento". Sevilla necesita "cofrades convertidos, cofrades con espiritualidad vigorosa, cofrades orantes y fervorosos, cofrades que aspiren seriamente a la santidad".

Se congratula de que los medios de comunicación califiquen de "memorable" el Año Jubilar de la Misericordia que el próximo domingo cerrará sus puertas; volvió a referirse a la prensa, espejo diario -daily mirror- de quienes en este mundo de las cofradías se centran en "los estrenos y la estética, cuando es mucho más importante vuestra vida cristiana". Hermandades como camino y sacramento para poner a Jesucristo como objetivo "sin excusas paganas, sin dudas ni miedos". La Iglesia necesita contar "con cristianos creíbles gracias a un testimonio personal y comunitario". Hace falta creer pero también que nos crean.

Agradeció la presencia del vicario para la Vida Consagrada de la diócesis de Sigüenza, patria chica del arzobispo. Destacó la presencia de los seminaristas, la colaboración de canónigos, diáconos y acólitos, el trabajo entre bastidores de Marcelino Manzano, delegado diocesano de Hermandades, y de Adrián Sanabria, vicario episcopal para la Nueva Evangelización.

Al final de la celebración eucarística, de la lección de los macabeos y las trampas de los saduceos, los que no creen en la resurrección -"es un Dios de vivos, no de muertos"-, Asenjo volvió a saludar al ministro y bendijo a su familia. Probablemente desde aquel Corpus de 2011, recién elegido alcalde, Zoido no había vivido un acto tan emotivo desde el punto de vista espiritual. Un extremeño de Montellano, pueblo sevillano de la ruta de los Pueblos Blancos cuyos habitantes tienen el gentilicio de pancipelados. Un topónimo, Montellano, que suena a hermosa analogía de la palabra de Dios, de ese sermón de la Montaña para almas sencillas, que no simples. Ya dijo Chesterton que para entrar en la Iglesia hay que quitarse el sombrero, pero no la cabeza.

Según la diócesis, unas cuatro mil personas asistieron a la misa del Año Jubilar de la Misericordia. Los alrededores estaban llenos de turistas que buscaban vistas y tablaos flamencos, que miraban la Giralda encendida y el cielo apagado y oían el volteo de campanas. Doblan por ti, como dice el poema de John Donne que citaba Hemingway en la introducción de su novela sobre la guerra civil española.

Toda la Sevilla cofrade acudió a la Catedral. Asenjo saludó a los hermanos mayores de Gloria, Penitencia y Sacramentales. De la Macarena al Gran Poder, Manolo García, delegado de Seguridad -ministro del Interior de la ciudad- el año que Moreno Andrade dio el pregón repitió el ritual de los armaos. En primera fila, Antonio Ríos, tío de Félix Ríos, actual hermano mayor, y timonel de la hermandad cuando hizo la salida extraordinaria de 1987.

Un ministro siempre es un ministro, pero en ningún sitio como en la Catedral y ante el Señor del Gran Poder era uno más. Con Asenjo de simbólico capataz, Zoido asumió el papel de costalero. Saludó a todo el mundo, se abrazó con los fotógrafos, atendió a las señoras que rompían el protocolo para llegar a la zona de las chaquetas y las corbatas. Hubo representación del cuerpo consular y estuvieron las vicerrectoras de las dos Universidades de Sevilla, la Hispalense y Olavide.

La liturgia se completó con la segunda carta de San Pablo a los Tesalonicenses y la parábola de la viuda múltiple de los siete hermanos. El número bíblico por antonomasia, el de la creación y los días de la semana. Ayer en la Catedral y hoy en Nervión para ver al Sevilla contra el Barça. El ministro del Interior va a interiorizar sus sentimientos antes de presentarse el lunes en Madrid para iniciar su primera semana. Un sevillano en el Gobierno. Una tradición con precedentes como Diego Martínez Barrio, Manuel Giménez Fernández, Soledad Becerril, Felipe González o Alfonso Guerra. El pequeño poder.

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