¡...Interludio!

galería del olvido

¡...Interludio!
¡...Interludio!
José León-Castro Alonso - Catedrático de Derecho Civil

25 de febrero 2017 - 02:32

¡...Interludio!
¡...Interludio!

Cuando hace ya algunos meses di comienzo a la que llamé Galería del olvido, pensé que la serie se agotaría con esa docena de personajes, y hasta así lo avancé entonces, quizás los más próximos o más asiduos al rincón de mi intimidad, todos ellos, desde luego, legítimos acreedores del don preclaro de evocar los sueños. Tal vez me equivocara y no midiera con precisión la infinita capacidad que para olvidar tiene esta Sevilla nuestra en la que no se detiene el tiempo sino que, simplemente, se aburre y se duerme.

Y en el fondo, si bien se piensa, rescatar del olvido es algo más que un ejercicio de justicia para los preteridos; es también un acto de gratitud porque ésta no es sino la memoria del corazón. Y perfectamente sé que donde quiera o con quien quieras que la toques, la memoria duele, por eso el senequismo hizo bandera de procurar olvidar lo que traído a la memoria nos entristece. Yo, por el contrario, estoy modestamente procurando y apelando a la sensibilidad para nunca olvidar, precisamente porque recordar es fácil para todo el que tiene capacidad de memorizar en tanto que olvidar es muy difícil para quien sencillamente tiene corazón.

Durante esas trece semanas, han sido muchos los amigos o lectores que me animaban a extender la galería y, de nuevo haciendo que en mí primara la justicia sobre la jactancia, me tomo un tiempo para, según ya dije en la justificación de la serie, avanzar en esa reivindicación global como el más obligado y gratificante objetivo de nuestra autenticidad y de nuestras raíces, de nuestra esencia en suma. En todo caso, ofrezco e invito a cualquiera a realizar propuestas y sugerirme nombres y datos de personas que estimen poseen virtudes y merecimientos suficientes para engrosar esta serie.

Alguien me preguntaba no hace mucho los motivos, o el origen de la decisión de emprender esta cruzada contra el olvido, y con la mayor sinceridad hube de responder que lejos de atribuirme mérito u originalidad en la idea, fue Luis Cernuda quien me inspiró y me dictó las razones. Dice el universal sevillano: "Donde penas y dichas no sean más que nombres,/ cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;/ donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,/ disuelto en niebla, ausencia,/ ausencia leve como carne de niño./ Allá, allá lejos;/ donde habite el olvido".

Así pues, aceptado que el olvido está lleno de memoria en felicísima expresión de Mario Benedetti, tal vez proceda si el lector lo soporta y me lo permite, continuar tratando de recuperar para el recuerdo a otros muchos personajes que nuestra ciudad regaló y que merecen este modesto testimonio. Es por eso que no proceda un epílogo, como al principio pensé, sino un mero interludio, sin desmerecer ni un ápice a los que aún puedan aparecer respecto de los que ya lo hicieron porque el interludio necesariamente ha de tener un recorrido breve, a la postre solo del olvido a la memoria.

Siempre he pensado que en la memoria de esta ciudad hay demasiadas telarañas que hacen de su paisaje humano y cultural un escenario absorto de cenizas y eso ensancha cada vez más un dramático vacío de recuerdos. Ese y ningún otro es el único impulso que me anima si hay lugar a esparcir aquellas, y volver a colmar la oquedad aunque sea ya con rostros desvanecidos y obras invisibles. Yo quisiera ser ese huracán del tiempo que volviera a traer a la madre la gloria que muchos de sus hijos merecieron. Porque si inevitables son las ausencias, y todos estamos antes o después a ellas destinados, otra cosa es el ostracismo que a fuer de injusto acaba convirtiéndose en oprobio.

Confieso, o lamento, que la continuación podría ser inacabable sin que quepa para mí mérito alguno, porque sencillamente antes de la voz ya estaba todo claro en el silencio, como se puede leer en El contemplado de quien tal vez fuera el mejor poeta del 27, Pedro Salinas. No soy yo quien, ni ha sido mi propósito, reprender ignorancias, traiciones, desconocimientos u olvidos, pero sí afirmo que la vida sería imposible si todo se recordase y que el secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse. Ahí radica todo el sentido de esta galería, en la poca sensibilidad que a menudo demuestra Sevilla para recordar y hasta encumbrar a algunos, relegando y orillando a tantos. Yo, muy por el contrario, les diría a todos los que han merecido este modesto homenaje que ni olviden que les espero, ni teman que les olvide.

Con idéntica disposición, me propongo que cuantos pudieran aparecer en una eventual reanudación de la galería serán de los más diversos orígenes, profesiones o identidades, que nada de eso menguará mi intención ni minará las razones justificativas de la serie. Muy por el contrario, a todos aquellos que creyeran encontrar afinidades con algún personaje de los que ahora desfilarán por la serie, les digo con Marco Valerio Marcial que se sientan muy afortunados porque disfrutando de los recuerdos vivirán dos veces la vida. También esa sería sin duda mi mayor satisfacción.

Y aun así, ¡qué difícil es el recuerdo nudo, cuando la memoria se va poco a poco rindiendo y el tiempo ha conseguido superar las fronteras de la ausencia! Una vez más, como en tantas ocasiones, la esperanza para vencer por siempre la cruel amnesia nos llega de la voz de don Antonio Machado cuando en uno de sus insuperables proverbios afirma: "Cuando recordar no pueda,/ ¿Dónde mi recuerdo irá?/ Una cosa es el recuerdo/ y otra cosa es recordar."

Por mi parte he de confirmar que mis afectos y sentimientos estarán siempre, o al menos mientras pueda revivirlos, junto a esos personajes cuya huella aún ilumina mi mente y colma de entusiasmo mi corazón. Así pues, no se busquen para ellos credenciales de erudición o popularidad, sino que todo será simplemente porque fueron, porque estuvieron entre nosotros y porque, a través de su ejemplo y su bonhomía, merecieran el grato don del recuerdo.

Y por una vez, no voy a concluir estas líneas con el grandísimo poeta de Soledades, sino con unos versos de Jorge Guillén que se me antojan el más ajustado y hermoso broche de este Interludio: "Ya te lo decía yo./ Era imposible el olvido./ Fuimos verdad./ Y quedó". Así dejo yo también por el momento lo que se inició seguramente mucho antes de que vieran la luz impresa estas semblanzas. Fueron y quedaron.

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