Metáfora venezolana de los perros que pintó Murillo

calle rioja

Especialidad. En un texto profético, Antonio Gala proponía hace 35 años en 'Charlas con Troylo' un tema para el cuarto centenario del pintor: la presencia de los perros en su pintura.

Francisco Correal

21 de febrero 2017 - 02:33

Phanor Díaz, con sus dos perros schnauzer miniatura, junto a la estatua de Murillo en la plaza del Museo.
Phanor Díaz, con sus dos perros schnauzer miniatura, junto a la estatua de Murillo en la plaza del Museo. / víctor rodríguez

Miren a la cámara". Los que deben mirar al fotógrafo son Ali y Pepper, dos schnauzer miniatura, dos perritas hermanas con las que Phanor Díaz, nombre egipcio de un venezolano, espera en la plaza del Museo, junto a la estatua de Murillo, a que su esposa, Pierina, regrese de hacer en la oficina de Empleo los trámites del emigrante retornado. El inductor de este encuentro se llama Antonio Gala, que en su libro Charlas con Troylo publicó un delicioso texto titulado Tu amigo Murillo. El libro, que editó Espasa-Calpe, apareció en 1981, el año de Tejero. En 1984, el año de Orwell, habían aparecido diez ediciones. En 2017, el año Murillo, ese texto recobra su vigencia.

"Os he visto pintados por Pisanello más que por nadie", le dice Gala a Troylo, "por Carpaccio, y Tiziano, y Tintoretto, y Veronés, y los Bassano, y Rubens y Velázquez, enfurecidos o mudos, contristados o revoltosos. Hoy quiero hablarte de un andaluz, que es conocido como el pintor de las Inmaculadas, y que a mí me parece -tanto y tan bien os reprodujo- el pintor de los perros. Digo Murillo. En él aparecéis tal como sois: humildes e imparciales. Ajenos a las polémicas de los hombres pero obedientes a ellos, compañeros próximos y remotos a la vez. Es decir, enigmáticos".

Ali y Pepper viajaron con Phanon y Pierina de Caracas a Madrid. "Son parte de la familia", dice Phanon. Ellos han venido "porque Venezuela, hablando coloquialmente, está vuelto mierda. Allí un móvil o un zapato te puede costar la vida". Dice Gala que los mendigos de Murillo "son luego los pastores de sus Nacimientos y los ángeles de sus nimbos y cocinas". "Quizá por esa misma razón", añade el cordobés, "os introdujo a vosotros en sus cuadros. Se aburrió tanto de tanto repetir, que descansó en vosotros, los desprovistos, viéndoos más humanos en el sentido de asequibilidad, más variados y entrañables que las santasrosas y los sanantonios".

En Venezuela es más popular Velázquez que Murillo. "Cuando fuimos al Prado, vimos las Meninas". En Google, la palabra Murillo en Venezuela remite a John Eduard Murillo, un futbolista de la selección venezolana que juega en la Liga portuguesa. Con su parentela, Phanor y Pierina podrían reconstruir un mapa de España. "Tenemos familia en Barcelona, en Tenerife y en Cuenca, de donde es mi mamá, que tiene un nombre bien criollo, Dolores, y que conoció en Venezuela a mi papá, que es colombiano".

Son dos perros de pinacoteca, disciplinados, amables. "¿Percibís vosotros la divinidad?", se preguntaba Antonio Gala en ese texto después de repasar algunos cuadros de Murillo con presencia canina: en la marcha del Hijo Pródigo y en su regreso; en el encuentro de Jacob y Rebeca; en retratos como el de Justino de Neve; en dos cuadros de la Sagrada Familia; el martirio de San Andrés; la caída del caballo de San Pablo camino de Damasco; o el perdiguero que presencia la curación del paralítico.

Ladran los perros de Phanon y Pierina sin que cabalguen los retratos ecuestres. Igual es por hambre. "Donde hay alguien comiendo, un perro levanta su hambre canina", escribía Gala. El pintor Manuel Salinas pasea por la Alameda. En el arte abstracto no hay perros: ni labradores ni perdigueros. Por la tarde acudió a la exposición-homenaje a Juan Maestre en la galería Félix Gómez. Impulsor de una colección con más toros que perros. Antonio Sánchez toma un café en el bar Las Columnas. A sus pies, el perro Jara. Debe el nombre al pueblo del que ambos proceden, Martín de la Jara. Fue un regalo que le hizo el nieto de un pintor de su pueblo por contarle la historia de Curro, un perro que acompañaba a un concejil, como llamaban a los pastores sin rebaño propio, que de regreso del campo dejaba las cabras y ovejas donde vivían sus propietarios sin errar en la devolución. Antonio forma parte de la comisión que reclama el regreso a Sevilla de la Inmaculada de Murillo que en 1941 le regaló el mariscal Pétain a Franco junto a la Dama de Elche y unos llamados "legajos de Simancas". A cambio, eso sí, de que Franco le enviara a modo de trueque un velázquez de dudosa autoría, un greco y un goya.

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