El éxodo del conocimiento

Cada vez son más los sevillanos, muchos universitarios, que buscan en el extranjero un empleo acorde con su titulación. Regresarán una vez que haya pasado la crisis.

El éxodo del conocimiento
El éxodo del conocimiento
Diego J. Geniz / Juan Parejo

07 de octubre 2012 - 05:03

Algunos se marcharon para aprender un idioma. Otros lo hicieron con un contrato bajo el brazo. Y también los hubo que abandonaron España, simplemente, para probar fortuna. Todos tienen un denominador común: son jóvenes sevillanos y universitarios que no encuentran un hueco laboral que se adecue a sus expectativas de empleo, de ahí que un día decidieran hacer las maletas -o estén a punto de hacerlas- para encontrar en el extranjero la oportunidad que España no les brinda.

La crisis ha hecho mella en las expectativas de trabajo de los jóvenes. Tener un título académico apenas garantiza en España un empleo bien remunerado. Ni tan siquiera la posibilidad de encontrar un trabajo, con independencia de las condiciones. Tras años de estudios -y de gasto de las administraciones para sufragar parte del coste de dichas carreras- son cada vez más los jóvenes que deciden marcharse a otros países para encontrar un trabajo acorde con su formación. Los universitarios sevillanos también se han sumado a esta tendencia.

Actualmente no existe una estadística oficial sobre el número de licenciados en las dos universidades públicas de Sevilla (la Hispalense y la Pablo de Olavide) que hayan abandonado la provincia para buscar un empleo en el extranjero. Los únicos datos que avalan la fuga de cerebros provienen del estudio que elaboró durante el primer trimestre de 2012 el Ayuntamiento hispalense, en el que se constata la escalada de paro entre los licenciados de la capital andaluza y del área metropolitana. El estudio, realizado a instancias de la Delegación municipal de Empleo y Economía, califica de "enorme drama" la situación por la que atraviesan los universitarios sevillanos a consecuencia del desempleo. En concreto, los titulados representan el 10,08% de los parados sevillanos y del área metropolitana con menos de 30 años. En la urbe hispalense este porcentaje se eleva al 12,43% en dicho grupo de edad. En cifras concretas, el número de jóvenes de la capital que con menos de 30 años y habiendo obtenido una titulación aún no han encontrado trabajo es de 1.055. Si a ellos se suman los del área metropolitana, la cantidad se eleva a los 1.527.

El estudio incluye, además, una encuesta realizada a 311 jóvenes titulados, de la que se extrae que el 42% no ha encontrado ninguna ocupación tras finalizar los estudios. De los que han logrado un trabajo, sólo el 6% optó por el autoempleo, frente al 94% que lo hizo por cuenta ajena. Un dato interesante a tener en cuenta es que buena parte de los que consiguieron una inserción laboral aseguran que haber trabajado durante los estudios les facilitó este logro.

En cuanto al tipo de empleo, bastantes de los oficios desempeñados se correspondieron a la titulación cursada, "aunque en muchos casos existió sobrecualificación", esto es, que la formación del trabajador está por encima de la labor que desempeña. En relación a este aspecto, hay recientes informes económicos que alertan de la alta tasa de sobrecualifiación que padece España, que llega al 31% de la población que goza de un empleo. Volviendo a la encuesta del Ayuntamiento, también es destacable que la mayoría de los contratos fueron temporales, con un alto porcentaje de ellos con duración superior a nueve meses.

Este panorama es al que se enfrentan los universitarios sevillanos cuando acaban sus estudios. De ahí que la emigración se haya convertido en una buena alternativa para el futuro laboral. Diario de Sevilla ha hablado con seis titulados que han optado por marcharse al extranjero ante las escasas expectativas de trabajo que tenían en España. Es el caso de Carlos Barrios, que a sus 25 años, y tras finalizar la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad de Sevilla, decidió marcharse este verano a Austria al ser contratado por una empresa, con sede en la ciudad de Linz, especializada en la fabricación de máquinas. "En junio recibí un mensaje de un coordinador de la facultad para una oferta de trabajo. Una compañía austriaca buscaba mano de obra especializada en España. Envié el currículum y vinieron a Sevilla a entrevistar a los que sabíamos alemán. Querían formar a "constructores", que es como denominan al trabajador que se encarga de diseñar un tipo de máquina industrial según las necesidades de los clientes". Desde que empezó los cursos de formación, este joven -que cuenta ya con un contrato indefinido- percibe al mes 2.000 euros brutos. Cuando acabe esta etapa y comience la de trabajador cualificado cobrará al mes 2.400 euros, lo que sumado a las pagas y horas extras le permitirá conseguir al año unos 35.000 euros. "Esta cantidad es inimaginable actualmente en este país", añade Barrios, quien asegura que sus compañeros de promoción que han logrado un trabajo en España sólo perciben, "como mucho", 600 euros mensuales.

A este ingeniero industrial no le fue fácil tomar la decisión. "Es un paso a dar que hay que pensárselo dos veces, pero animo a todos los universitarios sevillanos que no encuentran trabajo a hacerlo", comenta Barrios, que no tiene previsto regresar a España hasta, al menos, dentro de tres años. "Echo mucho de menos mi país, el carácter de la gente, el clima. Pero tengo claro que en las circunstancias actuales no puedo regresar. Mi objetivo es conseguir suficiente experiencia laboral en Austria para luego lograr un trabajo acorde con mi formación en España".

Uno de los problemas que, para este joven, sufre el mercado laboral español es "el exceso de mano de obra". "En la empresa a la que pertenezco quieren tener contento a los trabajadores. En España esto no ocurre. Saben que si pagan lo mínimo a un becario y éste se va, hay 100 detrás esperando a ocupar su puesto", reflexiona Carlos, para el que la peor consecuencia que tiene esta emigración es que las administraciones públicas gastan dinero en formar a jóvenes que acaban desarrollando sus conocimientos en el extranjero: "Es como si el Estado y la Junta se echaran piedras sobre su propio tejado al sufragar buena parte de la formación de personas de la que luego se aprovecharán otros países".

Esta opinión la comparte otro ingeniero industrial, Jesús Ocaña, un sevillano de 24 años al que le falta sólo presentar el proyecto de fin de carrera para obtener la titulación. Ocaña reside actualmente en Hannover (Alemania), donde desarrolla prácticas de becario en una empresa de energía. Para este joven, al que su "inquietud por conocer mundo" le llevó a marcharse al extranjero, la consecuencia más "negativa" de esta emigración es que "el dinero gastado por el Estado en nuestra educación no lo aprovechará, por ahora, España". Sobre la vuelta a su país, Ocaña descarta cualquier posibilidad: "Mi vida en Alemania acaba de empezar y las expectativas son verdaderamente positivas". Durante el tiempo que ha estado en tierras germanas ha constatado el interés de las empresas "por contratar a estudiantes sin experiencia laboral para ser formados, ya sea con la idea de mantenerlos en un futuro o sólo con la intención de ampliar los conocimientos de los universitarios". Un becario cobra unos 800 euros mensuales en Alemania, sueldo que se eleva "considerablemente" cuando es contratado como trabajador por la empresa en la que se forma. Según este sevillano, lograr unas condiciones iguales en España es un "sueño", ya que "aunque siga habiendo posibilidades laborales en el sector de la ingeniería, el trabajo está peor pagado y son muy pocas empresas las que te ofrecen garantías de continuar como empleado contratado tras finalizar las prácticas".

Además de ser ingenieros y emigrar al extranjero, Carlos Barrios y Jesús Ocaña comparten la experiencia previa de haber residido fuera de España durante sus estudios. En el caso del primero, aprovechó una beca Erasmus para estar en otra ciudad austriaca, Graz, y el último curso realizó prácticas en la ciudad alemana de Stuttgart. Ocaña se matriculó en cursos de idiomas durante varios veranos en Canadá y el Reino Unido. También disfrutó de una beca Erasmus para estar un curso en Francia y otro en Londres. Dichas estancias le permitieron valorar "la importancia de realizar prácticas en empresas antes de acabar una carrera". Desde entonces, muchos compañeros que se beneficiaron de este programa han vuelto al extranjero o lo están intentando. Ésta es una de las características relacionadas con los datos que refleja la encuesta del Ayuntamiento hispalense: la experiencia laboral previa ayuda a encontrar trabajo más fácilmente al obtener una titulación y, en caso de haber estado en el extranjero, a ampliar el mercado laboral más allá de las fronteras nacionales.

La marcha a otro país no sólo tiene como fin la búsqueda de empleo. Muchos jóvenes salen de España con el objetivo de aprender o ampliar el dominio de un idioma que le sirva como herramienta para encontrar un empleo en mejores condiciones. Una manera muy productiva de completar la formación. Así lo pensó Reyes Costas, que a sus 28 años, y tras haberse licenciado en Ciencias Ambientales -especializada en Gestión del Medio Ambiente-, decidió irse a trabajar a Londres como au pair, labor que consiste en el cuidado de niños a cambio de residir en la casa de la familia. La intención de esta joven es encontrar mientras tanto un oficio relacionado con sus estudios. El momento en el que Reyes Costas da el paso es cuando se cerciora de que no hay posibilidades de que le renueven su contrato anterior. Esta sevillana había estado trabajando anteriormente en Lebrija para un programa de la Diputación y en Gines para una empresa de formación a distancia. "Me marché al extranjero porque iba a tener más oportunidades de realizarme laboralmente que en mi país. Si me hubiera quedado aquí, habría conseguido trabajar, pero en algo para lo que no me he estado formando durante tantos años y ahora estoy en la edad de aprender mi profesión con experiencia laboral. De haber esperado a que pasara la crisis, cumplo los 40 y no sé hacer nada de lo mío", explica.

Según esta joven, lo más "frustrante" para los universitarios sevillanos es acabar una carrera, tener ganas de poner en práctica unos conocimientos y que nadie te otorgue esa oportunidad. "Creo que falta mucho para que los empresarios nos valoren", apostilla esta sevillana, que opina que hay que salir fuera para que acaben reconociendo los méritos.

Ana Bocanegra comparte objetivo con Costas. Se marchará a Dublín (Irlanda) a finales de octubre con el fin de mejorar el habla inglesa. A sus 27 años, y con las licenciaturas de Magisterio en Educación Primaria y Psicopedagogía, prepara estos días las maletas para un viaje por tiempo indefinido. Deja España llevando bajo el brazo un contrato en un restaurante dublinés. No es la primera vez que trabaja tras las fronteras españolas. Hace tres años permaneció en Inglaterra varios meses al conseguir empleos como monitora de compamento, maestra de español y camarera. "La experiencia fue muy satisfactoria", expresa Bocanegra, lo que le ha motivado a abandonar su país por segunda vez. El reto ahora es conseguir un empleo relacionado con su titulación en tierra irlandensa. Hace dos años terminó Magisterio y en junio finalizó Pedagogía. Durante este tiempo no ha tenido la posibilidad de desarrollar sus conocimientos.

Una de las diferencias que Bocanegra percibe en el extranjero respecto a España es la calidad de los contratos. "En los países en los que he estado te pagan conforme a tu titulación. Es impensable que a un maestro lo pongan a trabajar de técnico. Existe un gran reconocimiento al universitario. No hay tanta sobrecualificación como en España", detalla la sevillana, quien añade que desde principios de año ya han sido cinco amigos los que han decidido buscar suerte en Inglaterra y Alemania ante las expectativas "poco esperanzadoras" que hay en este país.

La falta de empleo no sólo atañe a los titulados con menos de 30 años. Quienes sobrepasan esta edad también se han lanzado al encuentro con la fortuna fuera de España ante la precariedad laboral. Es lo que le ha ocurrido a Sara María Gutiérrez, una ecijana que ha cruzado el charco para desarrollar su profesión de arquitecta en Nueva York. La trayectoria laboral de Gutiérrez es bastante extensa desde que concluyó su licenciatura en 2001. Estuvo trabajando en el estudio Cruz y Ortiz a la par que como autónoma se presentaba a diversos concursos públicos de arquitectura. En 2009 se marchó a la capital estadounidense, Washington, para cursar un máster en Diseño Avanzado de Arquitectura en la Universidad de Columbia. A su regreso, se encuentra con una "situación laboral y de crispación totalmente insostenible". Los concursos públicos a los que se presenta nunca llegan a adjudicarse por falta de presupuesto. Es entonces cuando decide marcharse a Nueva York, donde encuentra trabajo.

Pese a que las vacaciones se reducen a 10 o 15 días libres al año y estar implantado el despido libre, una de las cualidades que para esta ecijana tiene el sistema laboral de Estados Unidos es, a diferencia del español, "el reconocimiento a la formación y experiencia". "Resulta frecuente que un arquitecto superior con años de trabajo se presente a un puesto de trabajo en Sevilla por el que le ofrezcan un salario de 700 a 1.200 euros mensuales. Eso jamás pasaría en Estados Unidos. Un arquitecto con 10 años de experiencia y un máster nunca tendría el mismo puesto, y por tanto, idéntico salario que un recién graduado, entre otras cosas, porque nunca lo contratarían para hacer el trabajo de un profesional junior".

Hay quienes también se aventuran a marcharse al extranjero para probar fortuna sin tener ningún contrato cerrado. Reyes Bejines optó por esta vía el pasado mes de mayo después de tres años y medio sin lograr un trabajo relacionado con sus estudios administrativos. La desesperación fue tal que comenzó a buscar empleo como teleoperadora y dependienta. Tampoco logró nada. Después de que un familiar de su novio le comentara que una empresa estaba contratando en Múnich a camareros españoles para trabajar en hoteles, no se lo pensó dos veces. Sin tener nada cerrado se marchó a la ciudad germana, donde al poco tiempo encontró este empleo. "Con los 1.100 euros que gano al mes puedo pagar el alquiler de un apartamento, sufragar los gastos de mantenimiento y hasta tomarme unas cervezas, algo que en España era impensable, ya que era mis padres los que me mantenían", relata Bejines que valora que haya encontrado además facilidades para aprender alemán.

Estas dos treinteañeras comparten con el resto de entrevistados un objetivo a cumplir a largo plazo: la vuelta a Sevilla. Gutiérrez mantiene que "pasado un tiempo, con una España más saneada, volveremos y volcaremos la experiencia personal y profesional en nuestro país". El regreso para Begines sólo será puntual: "Únicamente iremos a Sevilla en Navidad y con billete de vuelta. El nivel de vida que tenemos en Alemania es impensable en España mientras dure la crisis". Hasta entonces el éxodo del conocimiento seguirá al alza.

Carlos Barrios, 25 años, Licenciado en Ingeniería Industrial - Trabaja en una fábrica de máquinas en Austria

"Aquí tienen interés en formar al trabajador. En España saben que si le pagan poco a un becario y éste se marcha, hay 100 para cubrir su puesto"

Sara Gutiérrez, 36 años, Licenciada en Arquitectura y con un máster -Trabaja en Nueva York como arquitecta

"En Sevilla, la formación y la experiencia no suelen tener un reconocimiento directo en el tipo de contrato. Eso jamás pasa en EEUU"

Jesús Ocaña, 24 años, A punto de acabar Ingeniería Superior Industrial - Trabaja de becario en Hannover (Alemania)

"Muy pocas empresas españolas ofrecen garantías de poder contratar a un ingeniero cuando acaba la fase de prácticas en ellas"

Reyes Bejines, 39 años, Administrativa- Trabaja desde mayo en Múnich (Alemania) como camarera de piso en un hotel

"Gano 1.100 euros al mes con los que pago un alquiler, la comida y hasta tengo para salir a tomar una cerveza y aprender alemán. En Sevilla me tenían que mantener mis padres".

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