La supervivencia en juego

Artesanos y artistas siguen ocupando los corrales del centro pese al estado ruinoso de algunos de ellos · Su supuesta continuidad está pendiente de las reformas y ayudas de la administración pública

El escultor monumentalista Francisco Parra retoca una de sus obras.
El escultor monumentalista Francisco Parra retoca una de sus obras.
Bosco Ferri

26 de mayo 2008 - 05:03

Corrales de artesanos en peligro de extinción. Los edificios ruinosos y el éxodo de artesanos dejan el centro de la ciudad vacío de actividades creativas, tanto de oficios como de artistas, hacia polígonos industriales, dejando la "magia" de lo tradicional atrás. Los grandes espacios que forman la plaza del Pelícano y el Pasaje Mallol, junto a los corralones de la calle Castellar llevan sobreviviendo desde hace varios años con la incertidumbre de si sus ocupantes tendrán que emigrar el siguiente mes a otro lado.

El proyecto del Parque Empresarial de Arte Sacro, en San Jerónimo, no ha suscitado la ilusión de la mayoría de artesanos, dueños de pequeños talleres familiares y a los que no les sale a cuenta su traslado a este "frío para trabajar" polígono industrial, como señalan los tallistas del taller de Joaquín Pineda, en el Pelícano. "Me parece bien que lo hagan, pero que no obliguen a marcharnos, ya que aquí la mayoría se quiere quedar", comentaba Sonia Camacho, joyera y miembro de la Plataforma de Artesanos del Casco Antiguo (PACA), que comparte una nave en la calle Castellar con otros 10 artesanos de diferentes especialidades.

En el Pasaje Mallol, sus ocupantes son de la misma opinión, como el monumentalista Francisco Parra: "Lo de Arte Sacro deberían haber preguntado antes de hacerlo, ya que supone un precio exagerado". Este escultor, como el resto de sus vecinos, apunta a la rehabilitación de estos espacios para mantener las actividades artesanales. "Hay que conservar este orden urbanístico desordenado. Si se arreglaran un poco y cambiaran los techos se podrían hacer aquí exposiciones, presentaciones o espectáculos de flamenco y teatro. Hay que fomentar la cultura y muchos curiosos se acercan aquí a visitar los talleres y lugares de ensayo", apunta Francisco Parra, quien se encarga de modelar y ensamblar sus obras en una nave del Pasaje Mallol, una de las zonas de corralones mejor cuidadas y cuyos jardines y actividades artesanales atraen a los curiosos.

Y es que no sólo los oficios tradicionales subsisten en estos lugares, ya que éstos conviven con artistas del mundo de la danza, el teatro, el cine y la música de diferentes estilos, como en los corrales de la Plaza del Pelícano. El Torombo es una de estas personalidades del flamenco que lleva diez años ensayando en dicho lugar. "Todas las mañanas ensayo y vienen extranjeros muchas veces llevados por el boca a boca", afirma este conocido bailaor, quien incluso en su web tiene un vídeo indicativo de cómo llegar a su estudio entre todas las callecitas del corral. La Farruca, Antonio Canales, Kiko Veneno o Los Cantores de Híspalis son otros de los artistas que han buscado en este lugar céntrico y escondido la paz para componer, tocar, bailar y cantar.

El Cuarteto Maravilla es otro grupo artístico que cuenta con su local de ensayo en el Pelícano desde hace cinco años y que defiende su continuidad. "Esto es un sitio de trabajo y un punto de encuentro de artistas, que hasta en las guías de turismo viene como lugar autóctono para el flamenco", comentaba Rafael Rivera, uno de los integrantes junto a los hermanos Antonio y Rafael Campos y al director Javier Centeno. "Aquí hay relación entre muchos artistas de diferentes especialidades. Es una ciudad independiente con mezcla de actividades, desde esculturas para Semana Santa hasta otras que no te esperas que aquí se hagan", apuntaban los miembros de este grupo de teatro, los cuales reciben encargos de diferentes ayuntamientos y de la Consejería de Cultura, y que ahora están montando su nuevo espectáculo Luces de variedades.

Entre estas actividades "inesperadas" están las de herrero, dorador, tallista, orfebre y restaurador. Por ejemplo, al taller de Emilio López Olmedo, escultor y dorador, llegan visitas de colegios antes de Semana Santa y alumnos a hacer prácticas de la Escuela de Arte y Pintura, además de turistas extranjeros. "El boca a boca es lo que funciona en estos oficios y tenemos buena relación con otros escultores porque tenemos trabajo todos", comentaban los aprendices María, José y Joaquín, quienes no entendían tampoco el traslado a Arte Sacro: "15 doradores allí sería una situación violenta".

Una de las claves por la que los corrales siguen adelante es precisamente por el buen nivel de producción que generan sus ocupantes, encerrados cada uno en su nave y desarrollando bien una labor artesanal o de artista. "Muchos realizamos trabajos para la Junta y otras administraciones públicas, pero no nos ayudan, no hay trato recíproco, como si este lugar no existiese, y eso que aquí el arte se produce, somos rentables, con profesiones liberales independientes", describe Marcos Domínguez, escultor del Pelícano desde hace diez años.

Entonces surge la pregunta de por qué continúan en peligro estos corrales, ya que son parte del patrimonio y la tradición de la ciudad y consolidan empleos productivos. La respuesta viene dada con el estado de algunas de estas zonas: los corrales de la calle Bustos Tavera cerrados y los de la calle Castellar en estado ruinoso y apuntalado de forma provisional hace ya siete meses. Aunque pendientes de ser rehabilitados, los dueños de estas naves prefieren aprovechar estos espacios para labores más lucrativas, como aparcar los automóviles, poblando esta zona de cocheras ilegales. Arsenio Carvajal, con su taller de herrero a la espalda del Palacio de Dueñas desde 1969, es uno de estos vecinos "acosados" y con causas abiertas en los tribunales con el dueño de la zona. "750 pesetas pagaba yo entonces de alquiler", recuerda este herrero que cuenta con muchos encargos, sobre todo cerraduras, rejas y puertas de hierro, debido a la ausencia del oficio en el centro de la ciudad.

También el colegio Calderón de la Barca se ubica en este corral, justo encima del taller de dorado de Miguel Santana, uno de los pocos que sí planean mudarse a Arte Sacro, pese a que sea "una pena que se pierdan estos sitios".

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