En riesgo de hiperglucemia

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El Sevilla y Sampaoli, obligados a aislarse ante el empacho de elogios para no caer en el hastío con el colista y cerrar una primera vuelta de récord

Jorge Sampaoli, secundado por Juanma Lillo, desciende del autobús que llevó ayer al equipo desde la ciudad deportiva al aeropuerto de San Pablo.
Jorge Sampaoli, secundado por Juanma Lillo, desciende del autobús que llevó ayer al equipo desde la ciudad deportiva al aeropuerto de San Pablo. / Fotos: Víctor Rodríguez
Jesús Alba

22 de enero 2017 - 02:38

Se quiera o no se quiera, el Sevilla es el Sevilla. Mérito no ha de quitársele a la gran temporada que -con la firma de Jorge Sampaoli- los blancos están realizando cuando justo hemos llegado al ecuador de la Liga. Pero el Real Madrid es el Real Madrid por mucho que se le haya ganado un partido de tres disputados y, también hay que decirlo, con dos goles en los últimos cinco minutos.

La ilusión es verdad que no se puede contener y lo bailado se queda como está, bailado, pero para que todo siga en la misma línea es preciso que nadie se relaje, una sensación que probablemente ni siquiera sabían lo que era los 300 espartanos que frenaron el multitudinario ejército de Jerjes en la Batalla de las Termópilas. Y situaciones como la que no debe repetir hoy el Sevilla han sido precisamente una constante en la historia de este club. Machadas contra los grandes que disparaban la euforia de los suyos para dar la de arena a las primeras de cambio con los de abajo.

El Sevilla es el Sevilla. No lo olvidemos y la única manera de llegar a mayo peleando con el Real Madrid y el Barcelona por el título de Liga es, entre otras cosas, no dejar de preocuparse por lo que hacen Atlético de Madrid, Villarreal y, este año, la Real Sociedad en vez del Valencia. Los de Sampaoli le llevan siete puntos de ventaja al quinto clasificado y esa línea es la que marca el objetivo de repetir en la Champions.

Después de una semana en la que el elogio casi pisa la línea roja del empacho, los protagonistas deben impedir lo que nunca puede suceder en el fútbol, que la guarnición se acabe comiendo al solomillo ahora precisamente que toca visitar al peor equipo de la Liga. El entorno es el entorno, y el fútbol es el fútbol. Los números de Osasuna, colista y desahuciado, son verdaderamente indecentes e invitan a pensar en que lo de esta matinal de enero será coser y cantar para los de Sampaoli. Pero lo cierto es que a esta forma de competir que se suele dar en un escenario como El Sadar no acaba de acostumbrarse el Sevilla, uno de los equipos que más se han empequeñecido como visitante ante Osasuna.

Eso de los 85 puntos que ha ido pregonando el entrenador argentino en sus entrevistas capitalinas está muy bien si hoy acaba la primera vuelta con 42, lo que ya habrá significado un logro tan importante como que sería el récord absoluto de puntos de toda la historia del Sevilla en media Liga, una marca de 39 que ya igualó el equipo del de Casilda con ese gol de Jovetic en el descuento ante el Real Madrid.

Nada es imposible, desde luego, pero 85 son muchos puntos para un Sevilla que en la segunda vuelta debe visitar el Camp Nou, el Vicente Calderón y el Santiago Bernabéu, éste en la penúltima jornada del campeonato.

No está mal soñar y lícito es, pero en un club que aún guarda cierto apego al "partido a partido" de Caparrós a veces chirrían este tipo de cuentas de la lechera, si bien puede servir para tirar de la cuerda con más fuerza.

Analizar en frío las diferentes situaciones que se presentan es muy recomendable de vez en cuando y el Sevilla a día de hoy con respecto a hace una semana está con una competición menos (la Copa del Rey) y en una inmejorable posición en la Liga, visto por todos los analistas del país como una alternativa real a la hegemonía de los grandes.

Eso ha llevado a que haya un interés especial por el método del argentino, fresco, ofensivo y hasta libertino con el que ha osado toser en el cogote de los grandes. También es verdad que este grupo se despojó hace tiempo del complejo de inferioridad o suficiencia que le perseguía en sus desplazamientos, una fase en la que, por ejemplo, coincidieron sus visitas a Gijón y Granada, equipos de exactamente la misma liga que Osasuna y ante los que sólo sumó un punto. Por contra, triunfos contundentes en escenarios complicados como el 0-4 en Anoeta o el 0-3 en Balaídos ante dos equipos de moda han servido para que Sampaoli construya a su alrededor el halo del que ahora mismo disfruta.

No será fácil, y menos sin Vitolo ni Nasri en el campo, pero será un pelotazo si el Sevilla es capaz de hacerlo. Sumar 42 puntos en 19 partidos está al alcance de muy pocos, lo que quiere decir que nada fue, es ni será simplemente por casualidad.

Este Sevilla está jugueteando con la historia y no se sabe hasta dónde va a ser capaz de llegar, pero lo hará más lejos si la filosofía que lo ha llevado hasta aquí se mantiene uniforme y sin fisuras. Disfrutar del momento y vislumbrar poco a poco el futuro, ésa es la fórmula. Y cuidarse de perder el norte en semanas como la que ha pasado, en la que los elogios desmedidos lo han puesto en pleno riesgo de hiperglucemia.

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