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El diestro murciano Paco Ureña dio una vuelta al ruedo en el festejo celebrado en Valencia con motivo de la festividad de la Virgen de los Desamparados, un espectáculo condicionado por el complicado y deslucido juego brindado por los toros de Lagunajanda.
Paco Ureña fue el hombre de la tarde de ayer en Valencia. Valiente y dispuesto en todo momento, no perdonó ni un quite, y cuajó además la faena de más entidad de la tarde, al tercero, el toro menos malo de un deslucido encierro de Lagunajanda. Toreo pausado y de regusto que pudo haberle supuesto una oreja sin el presidente llega a atender la petición que tuvo.
En el sexto, en cambio, no pudo ser. El toro, remiso, prendió al murciano en unos segundos de verdadera angustia. Se atascó con la espada y aquello terminó de diluirse por completo.
Alberto Aguilar, que reaparecía tras cuatro meses inactivo, se las vio con dos toros imposibles para hacer el toreo. El primero fue un marrajo que se colaba por los dos pitones, con el que tuvo que abreviar, y el cuarto, agarrado al piso y de embestidas muy cortas, no le permitió más que un par de apuntes aislados.
David Mora sorteó el otro toro peligroso de la corrida, el segundo, con el que estuvo valiente pero sin poder resolver. Mejor anduvo en el quinto, con el que hizo un esfuerzo recompensado con una calurosa ovación.
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