Lorenzo de Enmedio

Radiografía de un juez

El presidente del TSJA ha hecho virtud de la moderación, entre conservadores y progresistas, entre la Junta y Lesmes, tibio y prudente.

Lorenzo de Enmedio
Lorenzo de Enmedio
Juan M. Marqués Perales

01 de noviembre 2015 - 05:04

LORENZO del Río casi nace juez. Hijo de juez, hermano de juez y hasta cuñado de juez, el joven Lorenzo fue del colegio a la carrera; de la Uned, donde la estudió, a las oposiciones, y de las oposiciones, casi, casi, y en sólo cuatro años, a la Audiencia de Cádiz, donde su padre ya había ejercido de magistrado. Nacido en Jódar (Jaén) en 1956, Lorenzo del Río coincidió en el internado con Baltasar Garzón, que decidió hacerse juez después de escuchar precisamente a Juan del Río -el padre- en un curso de orientación universitaria. Un hombre de los que hace nacer las vocaciones. Sin embargo, y a diferencia de Garzón, a Lorenzo del Río nunca le tentó la política o, al menos, la política de partidos, porque el mundo de la judicatura también tiene sus banderías, sus codazos y sus carreras de ascensos; en definitiva, la política, arte noble hasta que se envilece. Pues en este contexto de navajeo de togas, una de las virtudes que explica la trayectoria de Lorenzo del Río ha sido su invisibilidad en esas batallas. Es, por tanto, político, pero se le nota poco.

Hace cinco años, Lorenzo del Río se convirtió en el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) a pesar de que había dos candidatos favoritos, el que promovía la Junta de Andalucía y el que pretendía la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura. El no candidato, que provenía de la moderada Francisco de Vitoria, se coló en la terna de la que le extrajo el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) después de tres polémicas votaciones. Ahora, Lorenzo Del Río, más político y prudente si cabe, vuelve a competir contra otros dos posibles candidatos: Nuria Orellana, conservadora, juez de lo Social de Cádiz, y Manuel Torres Vela, más progresista, magistrado de Málaga y antiguo aliado en la Francisco de Vitoria, un hombre que ha tenido mucho que ver en los ascensos del presidente del TSJA.

Sin ser estimado por una parte del Gobierno andaluz, que entiende que no le paró los pies a la juez Mercedes Alaya, pero sin su rechazo, y con el apoyo condicionado del presidente del Poder Judicial, Carlos Lesmes, es posible que Lorenzo del Río vuelva a colarse por la calle de enmedio para presidir otros cinco años el despacho de la vieja Chancillería granadina.

Tibio para algunos, moderado para otros, Del Río mareó el caso de la sustitución de la juez Mercedes Alaya, un verdadero marrón, hasta que cayó por su propio peso. Nunca hizo nada por apartarla, ni buscó candidatos para sustituirla; nunca estuvo en esa maniobra contra la juez de los ERE, pero, al final, y de la mano de Lesmes, la sacó del Juzgado de Instrucción número 6 por la simple razón de que la convivencia con la nueva titular, María Núñez Bolaños, hubiese sido imposible. Justo cuando los jueces más conservadores del TSJA y del Poder Judicial hacían planes para dejar a Alaya al mando de los ERE, una inesperada unanimidad se impuso en las dos instituciones: la juez estrella debía quedar lejos para dedicarse en exclusividad a la Audiencia Provincial.

La facción más conservadora de los jueces lo sitúa cerca del Gobierno andaluz, aunque Del Río nunca ha sido un magistrado de confianza del Ejecutivo, y menos aún del PSOE. Sí mantiene cierta amistad con el juez Juan Carlos Campos, actual secretario general de Relaciones con el Parlamento y candidato del PSOE a las próximas elecciones generales por Cádiz. Campos, residente en Cádiz como Lorenzo del Río hasta que se fue a vivir a Granada por el TSJA, fue compañero en la judicatura y en la Facultad de Derecho de Jerez. Juntos publicaron algunos estudios en la Revista General de Derecho, entre éstos uno sobre el "autoconsumo compartido" en el menudeo de droga. Del Río está considerado un buen penalista, ha publicados varios libros, entre ellos uno sobre el delito de amenazas.

Juan Carlos Campos fue vocal del Poder Judicial y director general de Justicia con el ministro Francisco Caamaño, ahora se presenta al Congreso tras un breve período en la Junta, donde llegó en su día para asesorar en el traspaso de competencias. Pero del mismo modo que conserva la amistad con este juez gaditano, Lorenzo del Río mantiene una buena relación con Carlos Lesmes, presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, un hombre situado claramente en la zona más conservadora de la judicatura.

Considerado por algunos más tibio que moderado, Del Río fue ponente de la sentencia que condenó por prevaricación irresponsable al juez Francisco Serrano, el juez sevillano que cambió el régimen de visitas de un menor para que pudiese asistir a una procesión de Semana Santa. La sentencia fue corregida por el Supremo, y Serrano pasó de ser condenado a dos años de inhabilitación a 10 por prevaricación dolosa. Éste fue un caso muy mediático en el que se enfrentaron dos corrientes de opinión, y la primera sentencia fue entendida como un modo poco arriesgado de salir del embrollo.

Sobrio y honesto, conservador y educado, casado con la que fue su novia de toda la vida, con tres hijos, sin aficiones extrañas más allá del tenis y el running; en definitiva, el patrón de un juez de provincias con éxito, Lorenzo del Río no es de los que pierde la cabeza por los focos. Recientemente, Podemos e IU preguntaron por qué la Junta paga el alquiler de la casa donde vive en Granada. La respuesta de la Consejería de Justicia es que tiene la consideración de alto cargo, y a éstos se les paga una parte fija del alquiler si deben trasladarse de ciudad para ejercer el cargo. El TSJA no es un organismo autonómico, sino situado en Andalucía, como el resto de la Administración Judicial que sí gestiona la Junta.

Si Lorenzo del Río vuelve a ser elegido por el Consejo General del Poder Judicial -y de momento ni la Junta de Andalucía ni la Asociación profesional de la Magistratura parecen encontrar candidatos de peso en su contra-, será presidente del TSJA por cinco años más, diez en total, que es la cifra considerada óptima. Su antecesor, Augusto Méndez de Lugo, llegó a los 15.

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