El lince protegido

Especies amenazadas El Gobierno andaluz abandera un programa de conservación pionero y arriesgado que ya está dando frutos

El uso del lince ibérico en la campaña de los obispos contra el aborto ha irritado a científicos y ecologistas, que consideran que se menosprecia el esfuerzo realizado en la última década para salvar de la extinción al felino más amenazado del mundo, que esta semana vuelve a acaparar las portadas

Saliega, junto a un cachorro de su primera camada en Doñana.
Saliega, junto a un cachorro de su primera camada en Doñana.
María José Guzmán

22 de marzo 2009 - 05:04

Dice Miguel Delibes que si el lince ibérico desapareciera sería "bochornoso". Este investigador es uno de los máximos expertos en el estudio de esta especie y, desde el verano pasado, el coordinador científico del programa de conservación puesto en marcha en Andalucía hace ya casi una década. Bochorno y sofoco ha provocado en sus colegas y seguidores la campaña lanzada por la Conferencia Episcopal en contra del aborto y donde se compara la protección del embrión humano con la del lince. Curiosamente un lince boreal, también amenazado, y que en España no se protege como al ibérico, porque no habita en este territorio.

Erratas y cuestiones éticas aparte, los científicos lamentan que este tipo de iniciativas puedan ensombrecer la labor de conservación que se está realizando en torno a esta especie, justo cuando salen los primeros rayos de esperanza. Esta semana se ha producido el primer parto de una temporada de cría en la que se espera la mayor camada de la historia del programa de conservación. Y en los últimos meses se han registrado algunos hitos, como el nacimiento en libertad de camadas de linces criados en cautividad, que demuestran que salvar la especie es difícil, pero no imposible.

Con eso ya contaba Astrid Vargas, veterinaria de renombre internacional, cuando llegó en 2002 a las instalaciones de El Acebuche, en Doñana, para hacerse cargo del plan de cría en cautividad del lince ibérico. El interés de la prensa desbordó a los técnicos de su equipo cuando en enero de 2004 llegó hasta la reserva onubense Garfio, un lince capturado en la sierra jiennense de Andújar con el que arrancó el programa de reproducción. Atrás quedó una década de desavenencias entre la Junta de Andalucía y el Gobierno central y, a pesar de ello, muy pocos apostaron por la iniciativa, pionera en el mundo. Por eso, el éxito del programa, que comienza a consolidarse ahora, también es el éxito de sus responsables, cuyo aterrizaje no fue dulce.

Aun a sabiendas de que el riesgo de extinción sigue siendo alto, el esfuerzo merece la pena para Astrid Vargas. Según ella, el lince merece ser conservado por sí mismo, pero también porque es la bandera de un hábitat también amenazado: el monte mediterráneo. En resumen, es un síntoma claro de la degradación ambiental. Una población estable y autosuficiente de linces necesitaría diez mil hectáreas de monte y matorral mediterráneo, sin autopistas alrededor, según confirma la veterinaria. Urbanizaciones y carreteras y espacios protegidos. Éste es un binomio necesariamente compatible para la Junta, que ha apostado por salvar al lince y ha firmado un pacto andaluz al que se han adherido ya miles de personas. En él se sientan las bases de una planificación respetuosa con el hábitat de las especies protegidas, de manera que la construcción de una carretera lleva anejas todas las medidas de protección posibles.

Pero de nada sirven si se circula a 90 kilómetros por hora por caminos rurales que poco tienen que envidiar a cualquier carretera comarcal, apuntan biólogos que trabajan en el entorno de Doñana. En los últimos años, algunos fracasos de los programas han tenido que ver con accidentes y atropellos que han mermado la población de linces en el parque. Esta semana, ecologistas de WWF España han vuelto a criticar la falta de planificación de las infraestructuras viarias tras la muerte de una lince hembra preñada en Villamanrique de la Condesa. La respuesta de la Junta de Andalucía ha sido que hay que equilibrar la opinión de los ecologistas con la vida y la sostenibilidad de los territorios y ha defendido la necesidad de regular la velocidad, pero no cerrar vías por las que circulan con derecho agricultores y ganaderos.

Hay obstáculos que se evitan con sensatez y concienciación ciudadana, los que dependen del hombre, pero otros tienen que ver con la naturaleza. Hay ejemplares que es extinguen atropellados, atrapados en cepos, envenenados o tiroteados a perdigonazos. Pero la mayoría han sido víctimas de la falta de alimento y la destrucción del monte. El campo no está hecho a la medida del lince, sino del hombre, y los conejos se mueren de mixomatosis y la enfermedad vírica hemorrágica. En Doñana se necesitaría una población de conejos hasta 100 veces superior a la actual para abastecer a los linces. La reserva biológica de Doñana se ha convertido en un restaurante donde se sirve gazapo al natural, un zoológico a gran escala donde se mima a los linces, donde se les llama por su nombre, se les alimenta con biberón o someten a sofisticadas pruebas genéticas y tests de embarazos y paternidad. Un laboratorio sociológico, donde se descubre que los linces también se enamoran y donde se indaga por qué las hembras primerizas desatienden a sus cachorros.

Casi dos tercios de los linces de Doñana se mueven por el parque natural, fuera del cerco de máxima protección, donde no sobreviven más de 5 años de media, según estimaciones de Francisco Palomares, veterinario del programa. En este estado, en 10 ó 15 años ya no habría linces en la zona.

Desde 2005 a 2008 se ha conseguido el nacimiento de 26 cachorros en cautividad y, en Doñana, la pirámide poblacional ha pasado de 5 a 50 ejemplares, a pesar de los contratiempos: en 2007 sólo en este parque nacional murieron 11 linces por leucemia felina, enfermedad vírica transmitida por el gato doméstico, lo que, además, mermó mucho el núcleo reproductor. Eso hizo pensar a los expertos en la necesidad de cruzar a ejemplares procedentes de otras zonas, como Sierra Morena, para incrementar el vigor genético de la población. En las provincias de Jaén y Córdoba existe una treintena de territorios poblados por linces, que protagonizan intercambios. El traslado de ejemplares de Sierra Morena a Doñana -el segundo hace un mes- ha resultado un acierto y no se descarta probar con otros de otras regiones, como Extremadura. Las últimas camadas dan fe de ello. Sangre nueva, linces serranos que campan por Doñana y se aparean en libertad.

El siguiente paso es soltar ejemplares criados en cautividad que faciliten la expansión de la especie. La consejera de Medio Ambiente, Cinta Castillo, asegura que la meta está cada día más cerca y supervisa las obras para duplicar las jaulas de los centros de cría, que se reforzarán en breve con nuevas instalaciones de fuera de la comunidad que evitarán la saturación de los centros andaluces. La Junta ha firmado ya acuerdos de colaboración con los gobiernos de Extremadura y Castilla-La Mancha y con el Portugal, donde mañana viajarán técnicos andaluces para cerrar flecos.

Ahora el reto es reintroducir en el campo al gato clavo, como se conoce al lince en algunas zonas. En unos meses, según las previsiones oficiales, se soltarán ejemplares en Guadalmellato y Guarrizas, antes de lo previsto. Hace seis años nadie lo hubiera creído. Ni siquiera Miguel Ángel Simón, coordinador del programa de conservación, que advierte que todos estos esfuerzos carecen de sentido si el lince ibérico se sigue criando como en un zoológico. Eso también sería bochornoso.

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