El pueblo que no duerme

tragedia Se cumple un año de la tormenta que mató a dos personas en la localidad cordobesa

Los vecinos de Aguilar de la Frontera intentan recuperar la normalidad y ahuyentar la psicosis por temor a inundaciones como la de agosto del año pasado

Una joven achica lodo de su casa en las inundaciones del año pasado en Aguilar de la Frontera.
Una joven achica lodo de su casa en las inundaciones del año pasado en Aguilar de la Frontera.
Rocío Peña / Córdoba

18 de agosto 2011 - 05:04

El 16 de agosto nunca volverá a ser un día más de verano en Aguilar de la Frontera (Córdoba). Esa fecha, en el calendario de 2010, corresponde a la de la trágica tormenta que se saldó con dos fallecidos, multitud de daños materiales y una sensación de impotencia y de rabia que todavía permanece en el recuerdo de los habitantes que no olvidan las agónicas horas que pasaron achicando agua y viendo caer del cielo hasta 200 litros de agua por metro cuadrado.

Desde aquel trágico día han pasado 365 noches, pero el pánico se mantiene entre los vecinos en cuanto alguien recuerda lo sucedido, sobre todo en el barrio de El Tejar, la zona cero de aquel triste episodio donde los vecinos siguen mirando aterrorizados cualquier nubarrón negro que amenace lluvia. Ese sentir general lo explica perfectamente el primer teniente de alcalde de Aguilar, Francisco Juan Martín, uno de los responsables municipales que vivió aquella situación en primera persona y que se volcó para intentar que Aguilar de la Frontera recuperara cuanto antes la normalidad.

"Personalmente, no me acuesto cuando llueve y no hace falta que la lluvia sea muy intensa. El recuerdo de lo ocurrido forma parte ya de mi vida diaria", sentencia Martín, quien coincide con los afectados en que aún quedan cosas por hacer y que si con el tiempo se puede reparar lo material, no ocurrirá lo mismo en el plano emocional, puesto que los malos recuerdos de la tragedia todavía están muy presentes.

Muchas son las actuaciones que se han llevado a cabo en la localidad en este año, aunque todavía resultan insuficientes. Con las ayudas de la Junta se costearon la mayor parte de actuaciones en el casco urbano, muy dañado por la tromba, como pudo comprobar in situ el propio presidente andaluz, José Antonio Griñán. También se ha trabajado en la recuperación de caminos rurales, muchos convertidos en barrancos de varios metros de profundidad y, aunque no se ha conseguido un arreglo integral en todos ellos, sí que se ha permitido ya el paso de vehículos.

Caminos como los de Matajuana o la Huerta del Barón se han recuperado con cargo al Gobierno autonómico y están previstas las actuaciones en las sendas de Buenavista y Malnacido. El Ministerio de Medio Ambiente Rural y Marino (MARM) también intervino en cuatro vías pecuarias, como la de la Mina. "Perdimos el trabajo de más de 16 años en un solo día y en las fincas el esfuerzo de generaciones", lamenta Martín.

La economía de Aguilar está aún por recuperar, al depender en gran medida de la vid y del olivar, cultivos que sufrieron un duro golpe con la cuantiosa pérdida de tierra fértil por los arrastres del lodo y que tardará en recuperarse durante decenas de años, según un estudio del Centro de Investigación Superior de la Universidad de Córdoba, que está participando en las labores de rehabilitación de los terrenos.

Pero toda esa tarea no basta para quienes vieron cómo el agua y el lodo entró en sus hogares. Hay quien incluso evita dejar el coche en las cocheras de los sótanos ante el temor a nuevas tormentas, a que la tragedia se reproduzca.

Un año después de la tragedia, Aguilar de la Frontera vive aún su particular calvario, el que dejó aquel 16 de agosto. Las partidas presupuestarias tardan en llegar y la exasperación entre los ciudadanos se extiende, incluso entre los propios concejales, que ven como la burocracia deja muchos problemas por solucionar y unas grietas tan dolorosas que el tiempo no logra cerrar. Aguilar no olvida. El miedo lo impide.

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