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EEUU

Mueren cinco policías tiroteados en una protesta racial en Dallas

  • El ataque deja nueve heridos, entre ellos siete agentes. Uno de los tiradores ha fallecido en la explosion de una bomba adosada a un robot. Gritó antes de morir que quería "matar a policías blancos". Hay tres sospechosos detenidos.

Cinco policías han muerto por disparos en un ataque coordinado registrado en la noche del jueves durante una protesta contra la violencia policial que se desarrollaba pacíficamente en el centro de Dallas (Texas). El ataque ha dejado otros nueve heridos, entre ellos siete agentes, en lo que se considera ya la peor matanza de policías registrada en Estados Unidos desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. 

Las autoridades han dado cuenta de la detención de tres sospechosos y de que hay uno más que resultó muerto. El principal tirador, fallecido en una detonación controlada de un robot-bomba mientras se atrincheraba en un aparcamiento, ha sido identificado como Micah X. Johnson, ex militar de 25 años de raza negra. Era residente en el área de Dallas, no contaba con antecedentes penales y ni vinculación a grupos terroristas. El joven estuvo destacado entre noviembre de 2013 y julio de 2014 en Afganistán con el Ejército de EE UU, entre marzo de 2009 y abril de 2015 formó parte de la reserva y figuraba como especialista en actividades de carpintería y albañilería. Residía en Mesquite, una pequeña localidad del condado de Dallas. La Policía de Dallas anunció que se guió por motivos raciales y que, mientras un equipo trataba de negociar con él, aseguró que "quería matar a gente blanca, especialmente a agentes de policía blancos". 

El jefe de la Policía de Dallas, David Brown, aseguró que dos de los atacantes se habían apostado en posiciones elevadas como si se tratasen de "francotiradores" y que llevaron sus ataque "a modo de emboscada". El ataque se produjo cuando los manifestantes, al igual que ocurría en otras grandes ciudades del país como Nueva York, Los Ángeles o Atlanta, protestaban por los últimos incidentes de violencia policial con tintes raciales registrados en EEUU. En concreto la protesta se debía a la muerte de Alton Sterling, un hombre negro al que dos policías blancos dispararon el martes a quemarropa cuando lo tenían sometido en el suelo en Baton Rouge (Luisiana), y del joven Philando Castile, muerto el miércoles en Falcon Heights (Minesota) al ser disparado por un policía que le paró en su vehículo por una infracción de tráfico. 

 

Desde Varsovia, donde se encuentra para asistir a la Cumbre de la OTAN, el presidente de EEUU, Barack Obama, condenó este "ataque atroz, calculado y despreciable" contra agentes de la policía para el que "no hay justificación posible" y prometió que "se hará justicia". Obama dijo que había hablado con el alcalde de Dallas, Mike Rawlings, para transmitirle sus condolencias y ofrecerle la ayuda del Gobierno tras esta "tremenda tragedia" y confirmó que un civil también resultó herido en el ataque. "Dejemos claro que no hay justificación posible para este tipo de ataques o para cualquier violencia contra los agentes de seguridad. Cualquier implicado en estos asesinatos acabará rindiendo cuentas", aseguró. 

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El sospechoso de la matanza que resultó muerto perdió la vida después de haber protagonizado un enfrentamiento con la Policía durante más de una hora tras atrincherarse armado en un estacionamiento. Aunque en un primer momento se informó de que el sospechoso había muerto por disparos de la Policía, se ha confirmado que ha muerto en una detonación "controlada" de un robot de la Policía con una bomba adosada. El sospechoso fallecido también aseguró que había colocado bombas en el estacionamiento en el que se encontraba y por todo el centro de la ciudad, lo que provocó la posterior búsqueda infructuosa de dichos paquetes sospechosos. Uno de los agentes fue herido durante el intercambio con el individuo atrincherado, según confirmó la Policía. 

Como ya se ha indicado, al margen del fallecido, la Policía mantiene en custodia a tres personas, incluyendo a una mujer que fue detenida en el mismo estacionamiento y a otros dos individuos que habían huido del lugar de los ataques y circulaban por la autopista en un Mercedes negro. La detención de estos dos individuos, según la Policía, se produjo tras una persecución policial después de que un agente hubiera visto uno de ellos caminando a toda prisa cargado con una gran bolsa de camuflaje e introducirla en la parte de atrás del vehículo, y arrancar éste a toda velocidad. 

Según testigos de los ataques, que se produjeron cuando la manifestación en Dallas tocaba a su fin, los disparos contra los policías, que en un primer momento fueron confundidos con fuegos artificiales, parecían efectuados por francotiradores, sin que los agentes supieran de dónde procedían los tiros. Las decenas de disparos provocaron una desbandada de la gente que había en el lugar y un caos total, según testigos entrevistados por las televisiones locales. 

Ismael Dejesus, un testigo de la matanza, dijo a un canal local que logró grabar a uno de los atacantes desde el balcón de un hotel a medio centenar de metros de donde estaba y aseguró que llevaba pantalones y camisa militares de combate e iba fuertemente armado. El jefe de la Policía de Dallas dijo que aún no está claro cuántas personas participaron en el ataque, que parecía coordinado, y confirmó la existencia de tres detenidos. 

Las muertes de Alton Sterling, que se dedicaba a vender cedés junto a un comercio de Baton Rouge, y de Philando Castile, que trabajaba en la cafetería de una escuela, fueron grabadas en vídeo, ésta última por su propia novia, lo que provocó la ira de la comunidad afroamericana y nuevas protestas raciales. EEUU ha vivido repetidos episodios de tensión racial desde hace más de un año, especialmente tras la muerte en Ferguson (Misuri) en agosto de 2014 del joven negro Michael Brown a manos de un agente blanco que luego fue exonerado de todos los cargos. La matanza de policías en Dallas se considera la peor que sufren las fuerzas de seguridad de EEUU desde que en los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 murieran 72 agentes entre las algo más de 3.000 víctimas de los terroristas.

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