Centinelas de la Madrugada

visita a los templos. De la Macarena a Triana, con cuatro paradas intermedias en el centro y con colas en las cofradías de la Madrugada, marcada este año por la salida de mujeres nazarenas en el Gran Poder

Los armaos, miembros de la centuria romana de la Macarena, escoltaban ayer por la mañana el palio de la Virgen en su basílica.
Los armaos, miembros de la centuria romana de la Macarena, escoltaban ayer por la mañana el palio de la Virgen en su basílica.
C. Jiménez

02 de abril 2010 - 01:00

Triana amaneció límpida y fresca, despejada, sin mácula en la bóveda azul que se perdía por el Aljarafe. Pureza del Jueves Santo, que contenía los gozos de las vísperas en la Capilla de los Marineros. Ancha, espaciosa, cómoda; preludio de la inauguración oficial tras las obras de ampliación del templo que tendrá lugar a finales de abril. Lo recordaba ayer monseñor Asenjo ante el palio de la Esperanza, el presbítero improvisado desde el que el arzobispo de Sevilla exhortó a hacer de la estación de penitencia "algo más que tradición, costumbrismo y pura estética", y donde abogó por que los itinerarios de las cofradías sirviesen "para reencontrarnos con el Señor, para acudir al Sagrario, para comérnoslo en comunión, si no, es una pérdida de tiempo". Monseñor Asenjo prometió volver en cuatro semanas y se dispuso a continuar con su circuito de visitas a templos que suspendió al filo del mediodía con una llamada de excusa a la corporación del Silencio alegando cansancio.

Orquídeas planas, rosas y ramitos de lilas blancas traídas desde Holanda escoltaban las esquinas del palio de la Esperanza de Triana, tan exuberantes que cubrían por completo las maniguetas de plata. La medalla de la ciudad, la auténtica, pendía por fin del refregadero de la Virgen. Y en el paso de las Tres Caídas de Cristo, relucían como novedad las vestimentas del cirineo y de las mujeres del pueblo sobre una alfombra de claveles turcos fusionados con cardos. El próximo año será necesario modificar la parihuela del misterio para ubicarlo en otro emplazamiento: la nueva nave del templo, donde el hijo de Guzmán Bejarano espera levantar el retablo antes de Navidad, según dijo el hermano mayor, Adolfo Vela.

"¡Cómo está la Virgen!". "¿Que cómo está? Como tiene que ir, así va". Eran retazos de conversaciones íntimas, prendidas de las miradas de las distintas advocaciones de María. Junto a la muralla arrancaba una cola de fieles que se perdía por la calle Bécquer hasta doblar por Feria. Insólito. Hora y media de espera. Y en la basílica, sentaba cátedra la Madre de Dios de la Macarena. Diferente, remozada, con el rostro enmarcado en lamé de plata, la Señora de San Gil era objeto de escrutinio entre vidrieras de lágrimas. Rosa Arcos, la esposa del hermano mayor de la Macarena, Manuel García, atendía las visitas ataviada de blondas negras, al igual que ha vivido sus últimos veinte jueves santos. Un largo día por delante, madrugada incluida, con citas en los Oficios y con el paso de la Centuria Macarena a su llegada al templo. Armaos de plumas blancas en la guardia del palio, sin necesidad de más adorno floral que claveles blancos trufados con botones de azahar. Toca manto de malla. El ex alcalde de Sevilla Manuel del Valle coincidió con monseñor Asenjo, a quien le dio el relevo la comitiva del PP, con Javier Arenas y Juan Ignacio Zoido a la cabeza.

Poco antes, a las afueras de la otra basílica del Jueves Santo, serpenteaba por la plaza de San Lorenzo otra cola de fieles. Repunte de señoras y jóvenes con mantilla negra, y mesura y gusto en los cánones del vestir. A las 9:00 abrió las puertas el templo, con Carmen Álvarez en el dintel dispuesta a pinchar banderitas en solapas. Como lleva haciendo 20 años, llegada expresamente de Madrid, desde que su hijo pidiera como regalo de su primera comunión ser hermano del Gran Poder. Su vástago caminó hacia el sacerdocio, pero se ha tomado un respiro transitorio como diácono a la espera de que el Jefe, como llaman en familia al Jesús de la zancada, le tiente de nuevo.

El Gran Poder no será la última en romper el techo de cristal. La estación de penitencia de 2010 quedará en los anales como la primera en abrir las puertas a las hermanas nazarenas, lo que en la práctica se traduce en un centenar de papeletas de sitio más, hasta sumar 2.300. Un siglo lleva ya el Nazareno de Juan de Mesa recorriendo madrugadas con túnica lisa, una efemérides sólo rota en dos ocasiones, en 1948 y en 2008. Enrique Esquivias, su hermano mayor, atiende solícito las vísperas de sus particulares gozos: la visita de la Centuria Macarena, la salida del Señor, el paso por Sierpes y Cardenal Espínola...

Y en San Antonio Abad, la Primitiva Hermandad de Nazarenos rezumaba aroma a azahar. El cargamento de la flor que evoca la pureza de María llegó sin problemas de la finca de Santa Eufemia, propiedad de la familia Ybarra, para tomar forma a modo de ramos bajo la soberbia crestería de plata que cobija a María de la Concepción. Antonio Rodríguez Cordero, hermano mayor del Silencio, recibió de manos del decano del Colegio de Abogados, José Joaquín Gallardo, el bastón de mando que lució el palio, cuya titular es patrona del gremio.

En la Magdalena, los pasos del Calvario recibían encendidos en el trascoro del templo. Lirios en el canasto del Cristo y claveles blancos en las jarras del palio de la Presentación, bellísima con su característico tocado armado con pliegues de tul blanco. Rioja y Tetuán se perdieron este año la cuota de ascetismo, ya que la cofradía embocó hacia Campana por O'Donnell.

Y del negro, al color de la alegría en los Gitanos. Pepe Moreno, nuevo hermano mayor, estrena cargo en una madrugada de sensaciones nuevas. Atiende, agradece, se excusa, vuelve a atender... Nerviosismo y felicidad la de este hombre que, de mañana, recibió la visita de la camarera de honor de la corporación, la duquesa de Alba, que acudió junto a su hijo Cayetano. Diecisiete hermandades habían pasado ya por el santuario a las 12:30. Un exquisito rebujo de flores blancas -calas, jacintos, frecsias, rosas- adornaba el palio de las Angustias, redescubierta por el buen hacer de Bejarano, que ayer cedió el honor a Ezpeleta a modo de despedida: encajes, saya roja y manto azul turquesa. Frente por frente, Jesús de la Salud, renegrido y absorto, parecía pedir ya palmas a compás.

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