Puente y arco, ver para creer

La campana

Hay una estética urbana que se cuida en función de las cofradías lNo es imaginable San Bernardo sin el Cristo sobre el puente, ni el Baratillo sin la Piedad bajo el Arco del Postigo.

José Joaquín León

04 de abril 2012 - 01:00

CUANDO fue soterrada la antigua vía del tren, todo estaba consumado para que desaparecieran los puentes sobre la vía. Cayó el de la Calzada, pero resistió el de San Bernardo. A su mérito patrimonial y artístico se sumó una cuestión innegociable. ¿Se podría imaginar alguien un Miércoles Santo en el que el Cristo de la Salud saliera del antiguo arrabal de San Bernardo y recortara su perfil, frente por frente con la Giralda, a través de una glorieta?

El Cristo de la Salud, para cumplir el ritual de salvación que le ofrece desde San Bernardo a Sevilla, necesita un puente. Pero no uno cualquiera, sino su puente. Este Cristo, a diferencia del Cachorro cuando cruza el río desde Triana, no está entre la vida y la muerte. Este Cristo está efectivamente muerto y, sin embargo, va proclamando desde lo alto del puente la Salud de la vida eterna. Este Cristo ha muerto por todos y está en la plenitud del trance.

Cuando sus costaleros lo suben en el puente, ha quedado atrás el ambiente de fiesta del barrio de San Bernardo con su cofradía. En esos momentos, entre globos que se escapan, entre bares abarrotados, entre niños nazarenos que se ajustan el antifaz, entre los balcones llenos de los vecinos que volvieron o se quedaron, en las calles del barrio se está esperando con alegría a la Virgen del Refugio. Pero, un poco más allá, en el puente, la historia es otra. Allí el Cristo de la Salud está en la gran metáfora del ser humano, está en el tránsito aparente de una vida que se perdió en la muerte, pero que con Él se nos manifiesta a la inversa. Sube el puente, sube y sube. Y así nos lleva con Él, y nos sube desde su muerte a la Vida.

En otro barrio de Sevilla, en otro momento, en este mismo día, hay un arco abierto en el recuerdo de una muralla que ya no existe. Arco del Postigo que atraviesa hacia el más allá del Arenal, ante la mirada atenta y vigía de la Pura y Limpia, del dogma mariano de Sevilla. En la noche del Miércoles Santo ese Arco del Postigo recobra toda la grandeza de su utilidad práctica. Será entonces cuando pase por allí la Piedad del Baratillo. Otra vez vemos a Cristo muerto en este Miércoles Santo. Pero ahora ha cambiado el leño tosco de la cruz por el regazo casi frágil donde lo sustentan los brazos de su Madre.

Este es otro de los grandes misterios. Ver a Cristo muerto, acunado por la Piedad del Baratillo, que se nos muestra como aquel Hijo de Dios que nació en un portal de Belén pero que ahora culmina su mandato bajo el Arco del Postigo. En esa noche, donde todo es posible, cruza hacia el Arenal. Y entonces podemos entender que su muerte ha llegado al cauce que desembocará en el río por donde fluye la Vida. Si no existiera ese arco, habría que inventarlo para el Baratillo.

En esta página de previos, como verán ustedes, no llueve nunca, ni va a llover ningún día de esta Semana Santa. Lo que no se vea, nos lo imaginaremos. Y además el Miércoles Santo tiene mejor pronóstico. Esperemos que sea así y podamos ver a la Sed por las calles de Nervión, con esa Virgen de Consolación a la que su cofradía le que está completando un paso de palio excepcional, que hoy estrenará los bordados de las bambalinas, realizados por Rosario Bernardino. Hoy también volverá a salir el Carmen Doloroso desde Omnium Sanctorum, con ese paso de las Negaciones, donde San Pedro cumple la profecía con la que nos simboliza a todos: "Antes de que cante el gallo me negarás tres veces".

Cristo aparece también en la elocuencia de su muerte en más pasos del Miércoles Santo: en el Buen Fin franciscano que recorre las calles de San Lorenzo, en la Lanzada del Longinos que remata a la muerte y que nos llega de San Martín, en el Cristo de Burgos que sale de San Pedro en la única cofradía de ruán negro de este día. Es tiempo de misterios, de grandes misterios, que quedarán soberanamente culminados en el final con el Prendimiento, después de que hayamos visto al Nazareno de la Divina Misericordia y al Cristo de las Siete Palabras en San Vicente.

La Semana Santa entrará en su segunda mitad. La cuesta abajo del puente nos lleva hacia arriba.

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