Un escenario a la altura

El Sevilla ganó su Liga en Barcelona (1946), pero fue en Les Corts. También allí ganó su segunda Copa en 1939, pero fue en Montjuïc. La historia le espera ahora en el Camp Nou.

Un escenario a la altura
Un escenario a la altura
Juan Antonio Solís

18 de mayo 2010 - 01:00

EN los 105x68 metros que mide el terreno de juego del Camp Nou forjó el Sevilla su presencia en la final de Copa de este 2010. Mientras Melchor, Gaspar y Baltasar repartían ilusión por las calles de Sevilla el pasado 5 de enero, el equipo entonces de Jiménez sorprendía al Barça en la ida de los octavos de final. Marcó Diego Capel, empató Ibrahimovic, pero al poco tiempo Negredo hizo el 1-2 de penalti. En la vuelta, la semana siguiente, Palop volvió a realizar una actuación casi milagrosa, y el Sevilla paró los pies a un equipo, el de Guardiola, que hasta entonces había ganado todos los títulos por los que peleó. Cuatro meses y medio después, el Sevilla retorna al gran coliseo, al santuario del barcelonismo. No cabe mejor escenario para una final.

la madre del cordero

El enorme aforo del Camp Nou ha tenido mucho que ver en que haya sido el estadio elegido para la final. El agravio por la distancia entre Sevilla y Barcelona, que dobla a la que media entre la Ciudad Condal y Madrid, fue ignorado por los representantes de las federaciones territoriales a la hora de votar y elegir la sede. Como se llevan parte de la recaudación, optaron por la plaza con más entradas a la venta. La madre del cordero está, pues, en los 98.787 asientos que oferta hoy el feudo del Barça, actualmente el más grande de Europa.

La capacidad del recinto, sin embargo, ha sufrido diversos vainenes desde que en 1957 vio la luz alumbrado por la llegada del gran Ladislao Kubala -Les Corts se quedó pequeño por la expectación que levantó el húngaro, y eso que cabían 60.000 espectadores-. En principio, el Camp Nou podía albergar hasta 93.053 personas, cifra que llegó hasta los 120.000 en 1982, coincidiendo con la celebración del Mundial. Posteriormente, en aplicación de la normativa que obligaba a eliminar las localidades de pie, el aforo se fijó, a finales de los años 90, en esos 98.787 espectadores.

Allí se inauguró el Mundial 82 con aquel Argentina-Bélgica; allí ganó España el oro olímpico con el gol de Kiko a los polacos; también allí se vivió en 1999 la final de la Copa de Europa más surrealista, con los dos goles del Manchester al Bayern que dieron la vuelta al partido en el alargue. Allí han jugado de azulgrana un puñado de los mejores jugadores de la historia. Pero también el Sevilla holló ese terreno con éxito a veces. Incluso tras un penalti varios metros fuera del área, el que Brito le pitó a Polster, en 1989. Eran otros tiempos. Hoy, el Sevilla vuelve a sentirse campeón.

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