Gacetillero en Cortes

Crónica de Madrid | Crítica

A un siglo de su muerte, la editorial Renacimiento recobra un aspecto de Galdós apenas conocido, como fue su temprano magisterio periodístico, recién llegado a la capital, y recogido en estas 'Crónicas de Madrid' de 1865-66

Galdós en 1863, dos años antes de firmar esta Crónica de Madrid
Galdós en 1863, dos años antes de firmar esta Crónica de Madrid
Manuel Gregorio González

01 de noviembre 2020 - 06:15

La ficha

Crónica de Madrid. Benito Pérez Galdós. Ediciones Ulises. Sevilla, 2020. 228 págs. 17,90 €

Según recuerda Gabriel Neila, debemos al escritor argentino Alberto Ghiraldo la tardía recogida (1933) del periodismo temprano de Galdós; un Galdós recién llegado a la Corte, con poco más de veinte años, y que trabaja ya de corresponsal para el diario El País de Las Palmas. Periodismo temprano, sin embargo, no significa aquí periodismo amateur ni un bracear párvulo y tentativo del escritor. Los artículos que aquí se reúnen, bajo el rubro exacto y expresivo de Crónica de Madrid, son artículos de enorme calidad y viveza, escritos en una prosa excelente, y con una vocación panorámica, en estampa, no ajena a la afición pictórica del autor.

El Galdós recién llegado a la Corte baraja ya una sólida cultura y una mirada diestra e incisiva

Recordemos, en todo caso, que esta precocidad de Galdós no es tan precoz como hoy pudiera parecernos. Larra había muerto tres décadas antes, con veintiocho años, convertido ya en el áspero y malogrado Fígaro. Y Bécquer morirá un lustro después de esta Crónica de Madrid, con treinta y cuatro años, siendo una figura muy destacada de la prensa española. De modo que este mozo pujante que es Galdós, el Galdós recién llegado a la Corte, baraja ya una sólida cultura, una mirada diestra e incisiva y unas facultades sintácticas que nos ponen, no ante un azotacalles con talento, sino ante un joven maestro del periodismo. Un periodismo, por otra parte, que presta enorme atención a la actualidad política, pero que detiene su mirada sobre las alegrías y desdichas del pueblo de Madrid, transformado ya en una masa abigarrada, fascinante y numerosa.

Añadamos que esta mirada de Galdós nunca es la mirada sumaria del orate, sino la del observador mordaz y biehumorado que dispone ante el lector la maquinaria del mundo y su elevada producción en vidas frágiles y sin fortuna. Cierra el libro una entrevista de “El caballero audaz” (por mal nombre El Carretero audaz) a un Galdós anciano y casi ciego. Toda la cursilería que el joven José María Carretero gasta con el escritor, es la que falta en estos artículos de un Galdós mozo, anteriores a su transfiguración y ascenso a don Benito el Garbancero.

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