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Ayer | Crítica

Libros del Asteroide publica 'Ayer', breve novela de la húngara Agota Kristof, de factura posterior a la trilogía de 'Claus y Lucas', publicada en español en 2019

Imagen de la escritora húngara Agota Kristof (1935-2011)
Imagen de la escritora húngara Agota Kristof (1935-2011)
Manuel Gregorio González

03 de octubre 2021 - 06:00

La ficha

Ayer. Agota Kristof. Tradu. Ana Herrera. Libros del Asteroide. Barcelona, 2021. 112 págs. 16,95 €

Asteroide ya publicó, bajo el título de Claus y Lucas, la trilogía de Kristof que antecede a esta sombría nouvelle del año 95, cuyos presumibles ecos autobiográficos (el exilio, la escritura tardía, el trabajo en una fábrica de relojes), vienen en servicio de una fantasía dramática en la que el amor, la muerte y la locura, obran dirigidos por una soledad esencial, que es la soledad, alucinada y febril, del trasterrado. Hay, por otra parte, una tristeza que pudiéramos llamar centroeuropea, (Cunqueiro hablaba de los tristes violines del Danubio) y cuya particularidad reside, no tanto en la expresión de esta soledad, que acaso sea más sobrecogedora y completa en los países hiperbóreos, o en las novelas en lengua inglesa, cuanto en el modo en que se manifiesta la desesperación y el abatimiento con que se acompaña.

'Ayer' compone un universo alucinado y trágico en una atmósfera de desgracia

En tal sentido, Ayer se hace acompañar tanto por la soledad infantil del marginado (los recuerdos, poco tranquilizadores, del protagonista niño); como por la presencia, en absoluto menor, de dos adversidades que comparecen de manera explícita o implícita: la guerra mundial y la posterior tiranía comunista. Todos estos infortunios, unidos a la agotadora irrealidad de la cadena de montaje, son los que conformarán el universo alucinado y trágico de esta pequeña obra, cuya escritura entrecortada y cuyo ambiente, a ratos onírico, nos inmergen con eficacia en una atmósfera de desgracia. De fondo, como ya señalamos, está el amor; pero un amor infortunado, quizá imposible, sobre el que giran la vida y las ensoñaciones del protagonista. Cuando ese amor llegue, sin embargo, no traerá la redención, sino acaso su contrario.

Por todo lo dicho, no acaba de entenderse el final de la obra, escrita con minuciosidad e inteligencia poéticas. Un final que no desvelaremos aquí, pero que el lector, llegado a ese último punto, quizá honre con su perplejidad o su extrañeza.

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