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Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua | Crítica

Lo que no es el poema

  • Galaxia Gutenberg reúne en ‘Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua’ la poesía de Chantal Maillard desde 2004, con reveladores inéditos

La poeta y ensayista Chantal Maillard (Bruselas, 1951).

La poeta y ensayista Chantal Maillard (Bruselas, 1951). / Lisbeth Salas

La aparición en 2004 del libro Matar a Platón entrañó la semilla de un distinto y verdadero paradigma en la escritura poética en lengua española, la convicción de que, en un paisaje literario que parecía en gran medida estancado o, mejor, ensimismado, era posible volver a este idioma como si, según supo apreciar Antonio Ortega, se tratase de una lengua nueva. No era éste el primer libro de Chantal Maillard (Bruselas, 1951), quien ya había firmado títulos de notable alcance como Hainuwele (1990), Poemas a mi muerte (1993) o Lógica borrosa (2002), atravesados por la  reveladora experiencia que la autora había traído consigo de India, a donde había partido en busca de las raíces reales del pensamiento occidental, y cuya distribución y proyección resultó, todavía, discreta. Pero fue en Matar a Platón donde la poeta y ensayista malagueña dio el primer paso de una de las aventuras más singulares, valientes y necesarias que la poesía ha sido capaz de alumbrar en este tiempo y en esta lengua, una travesía continuada desde entonces en otros libros y otras exploraciones que a menudo han trascendido los formatos tradicionales de la lectura para dialogar de manera abierta con otras expresiones artísticas. Maillard llegó a Matar a Platón en un periodo difícil, marcado por la enfermedad y la pérdida, y entregó una obra que, en consonancia con su título, anhelaba el acontecimiento despojado de la idea, la experiencia tal cual sin mediación intelectual ni verbal. Semejante empresa sólo podía darse desde la renuncia al mismo lenguaje, principal catalizador de la idea, en un despojarse feroz hasta la asunción del balbuceo, de la palabra incipiente aún, de la proximidad al no decir. El resultado, y conviene subrayarlo, incorporaba al fin a la lengua española los hallazgos que desde autores como Beckett y Michaux habían quedado pendientes, en un órdago que no podía ser sólo una prolongación impostada de la postmodernidad pero que sí demostraba hasta qué punto los rasgos esenciales de la postmodernidad eran aún desconocidos. Aquellos versos demoledores con los que Maillard cerraba en Matar a Platón su última sección, Escribir (“Escribo / para que el agua envenenada / pueda beberse”), cautivaron a toda una nueva legión de lectores celebrantes de la concesión a la escritora del Premio Nacional de Poesía, pero el órdago sólo acababa de comenzar: llegaron después otros libros, publicados en su mayoría (como Matar a Platón) en Tusquets, en los que el balbuceo reforzó y amplió su capacidad de conmover y compadecer desde el no decir. El resultado de esta travesía de casi dos décadas es, sí, uno de los episodios centrales de la literatura española contemporánea que ahora se sirve en un solo volumen, Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua, publicado por Galaxia Gutenberg. El lanzamiento reúne toda la obra poética de Chantal Maillard publicada entre 2004 y 2020 y, lo que es aún más interesante, un amplio apartado de inéditos fechados desde 2001, incluidos algunos textos de recientísima creación.

Desde 2004 ha tomado posición Chantal Maillard en las afueras del significado, la escritura y el discurso

Portada de 'Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua'. Portada de 'Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua'.

Portada de 'Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua'. / Galaxia Gutenberg

Esta nueva edición, con estudio preliminar de Virginia Trueba y posdata de Miguel Morey, incluye así Matar a Platón seguido de Escribir (2004), Hilos seguido de Cual (2007), La herida en la lengua (2015, con las ilustraciones de David Escalona), Cual menguando (2018) y Medea (2020). Quedan fuera, por voluntad de la autora, Daniel (Vaso Roto, 2020), la elegía compartida con Piedad Bonnett; y, por razones obvias, la reedición y ampliación de Hainuwele publicada por Tusquets en 2009 bajo el título Hainuwele y otros poemas. Sí se incluye La tierra prometida (2009), la letanía ilustrada por Joan Cruspinera y publicada en el sello barcelonés Milrazones en la que la autora trenza su escritura a través de los nombres de especies animales en peligro de extinción. Y, entre los inéditos, destacan Después de Medea, que en 2021 incluyó Rafael Inglada en su colección Arroyo de la Manía en edición no venal, y escrituras fragmentadas como las Fugas. Desde este balbuceo en los límites del lenguaje, la negación radical del antropocentrismo en busca de la noción común del hambre como expresión vital, la teatralidad beckettiana y pura de un personaje como Cual (y su antagonista Fiam), la difícil compasión en Medea y la posición más firme en las afueras del significado, la escritura y el discurso (bien podríamos definir la obra de la autora como exopoesía), Chantal Maillard expresa con la mayor claridad no tanto lo que es el poema, sino, justamente, en virtud del título de este libro, lo que no es. Ésta es, para Maillard, la pregunta más importante: qué no es el poema. Y ella misma ofrecía esta respuesta en un reciente encuentro con sus lectores: “Lo que no es el poema: la egomanía, la autoría, las mayúsculas, los lamentos, las retóricas al uso, el sentimentalismo. El poema tiene que ver con lo más profundo de cada uno de nosotros”.

Al igual que en los últimos poemas de Samuel Beckett, la escritura se vierte en Chantal Maillard desde 2020 a través de palabras aisladas, dispersas en el blanco, en las que la vieja quimera del sentido da paso a una nueva forma de decir, tal y como sucede en los inéditos Después de Medea y Primer y último poema de un libro no escrito. En otros inéditos anteriores como Tan frágilmente vives (2001) y La última partida (2003), Maillard sigue la rienda de su maestro Henri Michaux y sustituye directamente la palabra por el dibujo, el trazo y el color. Un no decir para el mejor testimonio posible. Como si nada que podamos decir hubiera sucedido.

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