Casi como Manzano en Palma

El otro partido

Negredo lidera la animadversión de su ex afición hacia el Sevilla, al que apuntillar al Almería le cuesta dos lesionados · El vallecano echa en falta fútbol a su alredededor.

1. Negredo, que echó de menos más ayudas para trenzar ataques, trata de controlar la pelota ante Bernardello y Pellerano. 2. El palco del Almería, con José María del Nido, su hijo, el presidente almeriense, Monchi y Manuel Vizcaíno. 3. Los futbolistas del Sevilla brindan el triunfo a sus aficionados después de decretar Rubinos Pérez el final mientras los almerienses se dirigen desolados hacia su vestuario.
1. Negredo, que echó de menos más ayudas para trenzar ataques, trata de controlar la pelota ante Bernardello y Pellerano. 2. El palco del Almería, con José María del Nido, su hijo, el presidente almeriense, Monchi y Manuel Vizcaíno. 3. Los futbolistas del Sevilla brindan el triunfo a sus aficionados después de decretar Rubinos Pérez el final mientras los almerienses se dirigen desolados hacia su vestuario.
Jesús Alba / Almería

02 de mayo 2011 - 05:02

Álvaro Negredo tenía que sacarse una espina clavada en Almería. El recuerdo de su primer regreso tras su exitoso paso por este estadio y esta ciudad, feliz por la consecución de la plaza de Champions que después no cristalizó en nada, tenía el sabor amargo de una mala actuación y una autoexpulsión que pudo costarle cara al Sevilla, un rival que, sin comerlo ni beberlo, se ha ganado una animadversión por estas tierras de la Andalucía oriental que volvió a salir a relucir en una tarde como la de ayer, en la que los hombres de Manzano, en particular algunos que no terminaron el partido, sufrieron entradas muy duras.

Para Negredo fueron los pitos. El delantero blanco, especialmente recriminado por su ex afición justo cuando acaba de superar su registro de goles en Almería, 19 en una temporada, no se movió a gusto en general, aunque sí anduvo listo y decisivo en la jugada del gol, en la que amagó el remate para dejar pasar el balón y dejar a Renato solo. Pero no hizo mucho más Negredo.

No tener cerca a Kanoute, mirar a un lado y a otro y no ver a Luis Fabiano, no encontrar la referencia de Jesús Navas y, sobre todo, no encontrar la referencia del balón. Son cosas que echa de menos. Disfruta ahora de desempeñar el papel que siempre persiguió cuando fichó por el Sevilla, ser el primer espada de su delantera. Está claro que ello reporta unos beneficios, tangibles en partidos jugados, titularidad asegurada, minutos, y por tanto más oportunidades de hacer goles... Pero también lleva emparejados sus inconvenientes.

La calidad del fútbol de ataque en el Sevilla ha bajado sin estos elementos y Negredo lo sufre con sus momentos de aislamiento en el campo. Desde luego su segundo regreso al estadio de los Juegos Mediterráneos acabó mejor para él que el primero, aquella noche de mayo en la que tuvo tanto que agradecerle a Rodri por enmendar su cadena de errores.

Ayer, con Rubinos Pérez otra vez vigilando sus acciones casi un año después, el vallecano comprobó una vez más que nadie puede ser profeta en su tierra, y mucho menos, cuando no se trata de la tierra de uno. Almería, como ocurre a Palma de Mallorca con Manzano, no quiere a Negredo. La afición local aprovechó cualquier momento propicio para dedicarle una pitada al delantero del Sevilla. Una caída en el área con Carlos García que interpretó como un intento de buscar el penalti, el tiempo que estuvo tirado en el césped sin que el juego se parara o una protesta con Diego Alves en la que reclamaba un empujón. Igual que celebró la ocasión que falló ante el guardameta brasileño cuando ya el marcador era de 0-1 y el Almería estaba con diez.

Puede que fuera como extrapolación de ese nuevo odio cainita que parece haber surgido entre estos dos equipos de una misma comunidad autónona en la que si no hay rivalidad nos la inventamos. El Sevilla percibió en Almería la misma o muy parecida tensión en el rival que en la temporada pasada. Dos futbolistas lesionados, uno de ellos, Martín Cáceres, con una entrada digna de protagonizar como mínimo la mitad de los minutos de radio nacionales y las páginas de periódicos que tuvo la de Javi Navarro a Arango. Todo eso le costó al Sevilla mandar a Segunda al equipo de Almería, donde el club blanco y Negredo son ya casi como Manzano en Palma: enemigo público.

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