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Marcelino para bien y para mal

  • El planteamiento del técnico maniata a Falcao, pero condiciona a Kanoute, que recordó en su posición al de Manzano.

La media inglesa fortalece la filosofía de juego que Marcelino está implantando en su Sevilla. Sin perder se sujeta mucho mejor el armazón de que lo está dotando. El técnico de Careñes huye de la ilógica de construir la casa por el tejado y se apunta a lo que dicta el sentido común, comenzar a construir por abajo. Justo lo contrario que hizo Manzano. Es una premisa importante cuando se afronta un proyecto nuevo. El Sevilla no ha perdido después de seis jornadas, pese a medirse a rivales de enjundia y en escenarios complicados. Y lleva cuatro consecutivas sin encajar gol. Bien por Marcelino. Claro que eso está redundando en una sensación agridulce en el aficionado de a pie, que ni ve jugar a su equipo con soltura ni lo ve ganar lejos de Nervión. Mal por Marcelino.

Lo más negativo que se le puede achacar al asturiano de lo que deparó el Atlético-Sevilla es que el espectador se quedó sin apreciar las indudables bondades de dos delanteros formidables con características distintas, tan diferentes como sus fisonomías: atlética y potente la de Falcao, esbelta y elástica la de Kanoute. Dos cuerpos distintos que ofrecen dos tipos de fútbol distantes. Se esperaba mucho de su duelo, el del mayor goleador de la historia moderna del Sevilla, un mito viviente en Nervión, frente al delantero del futuro, cuya fulgurante irrupción en la Liga había levantado inquietud en las filas sevillistas. Marcelino se encargó de echar agua en las mechas atléticas: la zaga, obediente y solidaria, se ayudó y se relevó en las marcas y Falcao se quedó en un amago tras otro. La táctica ganó al fútbol, horror para el aficionado medio. La realidad es que ganó el técnico visitante, pues construye sin perder.

El reverso de esto es que la lectura de Marcelino condicionó el rol de Kanoute, quien curiosamente recordó al que jugaba más atrasado en la reciente época de Manzano. El asturiano quiere que el lyonés no juegue lejos del área, para aprovechar su excelente definición. Ayer se traicionó a sí mismo. Con Manu del Moral como delantero más que como mediapunta, un concepto que no le gusta al asturiano, según ha dicho, Kanoute tuvo que bajar metros para recibir como pivote en los tres cuartos y lanzar a sus compañeros, sobre todo cuando por fin tuvo precisión en la segunda parte. Pero apenas pisó el área. Con cuatro atacantes y sólo dos medios, Marcelino busca más llegada que posesión, su axioma para rechazar el 4-3-3. Ayer no logró lo uno ni, apenas, lo otro.

La ocasión más clara no fue de Falcao ni de Kanoute. La tuvo Manu del Moral tras un robo a Mario Suárez en campo propio y una gran galopada. Falló en la suerte suprema en una jugada que recordó al gol de Kanoute de la final de la Copa contra el Getafe. Ahí no falla el lyonés, quien casi sorprende a Courtois en el rechazo con la zurda. Falcao también tuvo la suya, pero apareció el pie de Javi Varas. El de Pino Montano sigue salvando puntos y Marcelino continúa fraguando a su Sevilla desde atrás. Todos contentos, menos el aficionado que quiere goles y espectáculos. Serán en otra ocasión.

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