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  • Si gana Zverev, caerá del cielo de París el peso de la mayor aventura del tenis jamás contada

Rafa Nadal, ante el golpe seco de un martillo

Rafa Nadal, en un reciente entrenamiento en Roland Garros. Rafa Nadal, en un reciente entrenamiento en Roland Garros.

Rafa Nadal, en un reciente entrenamiento en Roland Garros. / Europa Press

EN octubre de 2004, me desplacé hasta la capital a entrevistar a Rafa Nadal y Juan Carlos Ferrero para el especial que preparaba con motivo de la final de la Copa Davis, ante Estados Unidos, en la Cartuja. Nadal, que estaba concentrado para jugar el torneo de Madrid, tenía 18 tiernos años y su entorno ya lo blindaba con un férreo escudo, consciente de la marabunta que se avecinaba. Y eso que aún, las únicas redes que lo amenazaban eran las de las pistas: “Tengo que mejorar el saque y la volea”, me confesó entonces.

Casi veinte años después, con aquel imberbe de ceño fruncido convertido en el mejor deportista español de todos los tiempos, cobra todo el sentido una de las frases que destaqué en uno de los sumarios de la doble página: “La confianza es un 80 por ciento en el tenis”. Nadie, absolutamente nadie en el circuito de la ATP, y quizás en todo el espectro deportivo, ha esgrimido la firmeza mental de nuestro Rafa en la altísima competición. Su ejemplo ha trascendido las pistas de tenis y las páginas deportivas para hacer capilaridad por todas las ramas de nuestra rutina vital. Sé firme y confía, no te rindas jamás, jamás.

A él, con la excepción de aquel capítulo de inestabilidad familiar por la separación de sus padres en 2009 –que tan bien aprovechó el sueco Robin Söderling para ser el primero en ganarle en París–, sólo lo ha trabado el camino el dolor físico. Y la implacable ley de la naturaleza, que tarde o temprano llama a nuestra puerta con un golpe seco, como el martillazo de un juez dictando sentencia. Si el alemán Zverev es quien blande ese martillo hoy, caerá desde el cielo de París todo el peso de la mayor aventura tenística jamás contada.

“¿Le gusta especialmente jugar en tierra batida?”, le pregunté hace veinte años, cuando él aún no había debutado en París y muchos de los que estos días compiten allí aún no tenían fuerza para levantar una raqueta. “Ahora mismo es mejor para mí”, me respondió...

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