Desde mi córner
  • El ex presidente le ha puesto en bandeja al Gobierno ejercer el papel de distracción

Rubiales y los daños colaterales

RUBIALES acapara la tensión informativa y se da por seguro el sarcasmo de que puede ser detenido el día que se juega la final de Copa en la Cartuja. Las vueltas que da la vida, ya que hace tan sólo un par de años y en ese mismo sitio se movía con su petulancia congénita haciendo y deshaciendo a su antojo. Era la viva imagen de un fiel intérprete del ordeno y mando, disciplina que ejecutaba con altanería y voz tronante que intimidaba.

Se movía como se mueve quien fuese su protector hasta que dejó de protegerlo. Hombre de confianza de Pedro Sánchez, Rubiales estaba tan crecido, tan ufano por haberse conocido que nunca creyó que, como tantos otros, sería utilizado. Segurísimo de sí mismo y de que la confianza del monclovita en él se perpetuaría, nunca pudo imaginar que le endosaría el papel de cabeza de turco con la finalidad de distraer al personal para que mirase hacia otra parte.

Ahora habrá Rubiales para rato y su figura servirá como elemento que distraiga a la opinión pública de cuanta tropelía ocurra en el día a día de este pobre país aún llamado España. El problema está en que los desmanes que vayan aflorando serán perniciosos para el fútbol español. La vergüenza que a diario damos allende las fronteras por las decisiones que ponen al Estado en tenguerengue se extrapolarán al ámbito futbolístico con abundantes daños colaterales.

Uno de esos daños colaterales, quizá el principal, será la dura prueba de convencer a la superioridad para albergar el plato mayor del Mundial 2030. Tenemos la experiencia de cómo el monarca alauita se mueve y eso da que pensar en que la batalla por celebrar la final en Madrid será ardua y sin la superioridad de hasta ahora. El daño por la trayectoria de Luis Rubiales no ha hecho más que ver la luz en un alarde más de que no hay peor sordo que el que no quiere oír.

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