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Entre los árbitros y el propio Betis... (1-1)

  • Los verdiblancos desaprovechan una clara oportunidad de decantar la eliminatoria a su favor ante un rival con diez desde el minuto 28. Los rusos empatan con un penalti que se produjo claramente fuera del área.

Nueva oportunidad perdida para el Betis para acabar un partido con la sonrisa de oreja a oreja y recuperar algo de esa autoestima que está en estos momentos en las cavernas. Los verdiblancos ni siquiera fueron capaces de derrotar a un Rubin Kazán que se quedó con diez futbolistas antes de la media hora de juego tras la expulsión de su delantero Prudnikov. Paradójicamente, en ese momento el marcador ya registraba un gol de ventaja para los heliopolitanos, lo que conducía a pensar en una noche feliz, pero no, no fue posible una vez más. Y no lo fue por el grave error del árbitro belga al estimar que el derribo de Reyes a Karadeniz, claramente fuera del área, había sido penalti y también, justo es decirlo, por el escaso nivel que demuestra en cada partido que juega el equipo que ahora entrena Gabriel Humberto Calderón

Se puede decir una y un millón de veces, el Betis fue claramente perjudicado por el juez en esa acción determinada, pero también es cierto que los rusos se quejaron igualmente de las dos tarjetas que vio Prudnikov de manera tan rápida. Desde ese momento, once contra diez con una hora de juego por delante y frente a un rival que está ahora igual de forma que los conjuntos españoles cuando juegan el Trofeo Carranza, el cuadro heliopolitano tenía que haber demostrado muchísimo más para no sólo haber ganado. Era una extraordinaria oportunidad para haber decantado la eliminatoria a su favor, pero los béticos se fueron diluyendo y apenas fueron capaces de crear ocasiones claras de gol a lo largo del segundo periodo.

El partido, sin embargo, no pudo empezar mejor para los anfitriones. Con un ambiente con una extraña mescolanza de frialdad, por la escasa asistencia de público, y también caldeado, por el lógico enfado de unos aficionados que están hartos de sufrir el nivel de su equipo, la situación podía ponerse complicada para el Betis si el marcador no acompañaba. Pero ocurrió justo lo contrario y apenas en tres minutos el aire ya soplaba de popa después de una jugada individual de Dídac, que había sido uno de los primeros en ser pitados por los asistentes. El lateral progresó, se llevó el balón de una manera tan meritoria como inesperada y largó un zurdazo cruzado imposible para el notable Rizhikov. La explosión de rabia de todos los futbolistas béticos formando una piña con el goleador era lógica, pues no hay mejor manera de templar los ánimos.

Calderón había confirmado el once que venía ensayando, con muchos hombres de refresco en él y con Igiebor y Salva Sevilla por delante de Reyes para que Leo Baptistao jugara, casi por primera vez desde su llegada, en su verdadero puesto de punta o segundo punta, nunca en las bandas. Ese Betis no se quedaría sólo en el arranque. Empujado por el subidón anímico de su gol, fue capaz de presionar muy arriba al Rubin Kazán e incluso de acercarse al segundo tanto en algunas llegadas. Lo tuvieron Baptistao, Perquis en un cabezazo franco y, sobre todo, Cedrick ya en las postrimerías de ese primer periodo.

Pese a que la ventaja no se incrementó, la sensación en el intermedio es que el Betis debía sentenciar la eliminatoria en el Benito Villamarín. Los rusos transmitían una sensación de impotencia continua y parecía que habían arrojado la toalla después de la expulsión de Prudnikov. Sin embargo, esa superioridad numérica acabaría por convertirse en un elemento pernicioso para un Betis que acusaría tras el descanso la presión de verse obligado a aumentar su ventaja.

Está claro que la plantilla verdiblanca no es capaz de dominar situaciones de exigencia y eso ha sido más que evidente a lo largo de todo el curso. Salvo el arreón inicial, saldado con un cabezazo de Cedrick en solitario a las manos de Rizhokov, el Betis comenzó a atascarse y ya jamás sería capaz de sobrepasar las dos líneas defensivas que planteaba un Rubin que había solventado su inferioridad numérica siguiendo exactamente igual sobre el campo, aunque sin el delantero, lógicamente. El partido se convertiría en un quiero y no puedo en ese tramo para los locales.

Ni siquiera cuando Calderón apeló a su mejor argumento ofensivo, Rubén Castro por supuesto, cambió la situación para los heliopolitanos. El canario ingresaba en el terreno de juego con mucho partido por delante y con la ventaja del cansancio que ya debía pesar en las piernas del Rubin, pero a sus compañeros ya se les habían nublado las ideas en ese tramo del litigio. Igiebor confirmaba que está en otro mundo, Reyes se limitaba a intentar restar, cosa que no siempre consigue, y todo dependía de la iniciativa de un Salva Sevilla al que le pesaron también los minutos. Para colmo, con Rubén Castro en el campo, Leo Baptistao fue destinado otra vez a esa banda derecha en la que se ve que no está tan a gusto. El resultado fue un Betis previsible, inconexo, con llegadas por la derecha con centros inofensivos para el Rubin.

La opción de sentenciar la eliminatoria, cuestión que se había convertido en el objetivo a partir de la expulsión de Prudnikov, parecía cada vez más lejana y hasta el Rubin llegaba a combinar con Eremenko como eje. Eso sí, Adán parecía a salvo de cualquier susto hasta que una internada de Karadeniz fue cortada en clara falta por Reyes. Pero fue claramente fuera del área a pesar de que el belga se empeñara en decretar penalti. Ahí se volvería a evidenciar que el Betis sufre tanto desde dentro como desde fuera. La eliminatoria no sólo no se sentenciaba a favor de los béticos sino que se ponía en un empate a pesar de jugar once contra diez durante más de una hora. En Kazán tocará sufrir, pero el partido de ayer sí demostró que la clasificación no es imposible para el Betis.

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