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Una ilusión de cuatro minutos

  • El gol tempranero de Azeez agrava las necesidades de un Betis que volvió a toparse con la ineficacia. Los gritos a Stosic se intensificaron.

Cuando los caminos se recorren sin esperanza, hasta la suerte suele desaparecer del recorrido. El Betis vivió un instante que reflejó la grave situación por la que atraviesa. Más allá de los gritos de la afición pidiendo la dimisión de Vlada Stosic, más allá de la demanda de más intensidad, el minuto 4 fue un golpe tan mordaz que resultó definitivo.  

Ni siquiera los aficionados habían comenzado a analizar las múltiples situaciones que podían vivir en un Villamarín tan expectante como siempre presente. Azeez tomó el balón en la zona media, avanzó sin encontrar demasiados impedimentos y probó con un lanzamiento imposible que se convirtió en letal cuando tocó en Paulao y despistó a Guillermo Sara. Parecía una utopía. Pero no lo era.

Tras esos cuatro minutos la tensión se hizo dueña de un equipo sin alma ni esperanza. La afición pedía insistencia y el equipo la entregaba, pese a que cada intento reflejaba una nueva carencia individual o colectiva.

Paulao observaba el duelo desde atrás con el recuerdo de aquel rebote que había costado el 0-1. El Almería, mientras, vivía de un instante de fortuna que ante rivales sin vida llega a ser suficiente para llevarte los puntos.

Las gradas pedían más. Quizás lo hacían a sabiendas que poco más podían entregar los presentes sobre el césped. Los cuellos se giraban y pedían responsabilidades a aquellos que confeccionaron una plantilla incapaz de solucionar situaciones.

El único cambio del último mes se produjo en el banquillo. ¿Cuál era el objetivo? Ante el Almería cambiaron pocas cosas. Aunque la revolución inicial de nombres marcaba un intento por despertar que nunca cuajó.

El público pedía casta y arrojo. Quizás las características que más mostró sobre el campo Nono en las últimas jornadas. Ayer, Garrido lo eliminó de sus ecuaciones iniciales para acudir a él cuando el tiempo ya condenaba los últimos intentos.

 En el fondo, la misión parecía imposible desde ese cuarto minuto de partido. Cuando Azeez inscribió su nombre en el encuentro, el Betis sintió que su responsabilidad en el duelo era doble. Cualquier detalle podía condenar a un Betis que nunca optó a solucionar sus carencias más evidentes. Azeez ni siquiera tenía su nombre bien inscrito en su camiseta. Poco importaba eso.

La afición verdiblanca sentía que la importancia del choque trascendía a los puntos en juego. No basta correr para convencer.

Restaba más de un cuarto de hora para el final y Chica abandonó el campo cojeando. Los pitos sonaron más que minutos atrás. Quizás algunos eran para él. Y su enfado gestual pidiendo más apoyo a la afición no hizo sino despertar más sentimientos contradictorios en un Villamarín desesperado.

El Betis se despidió con el ímpetu mostrado como único valor reseñable. Pero ese coraje ya existió ante el Rayo Vallecano cuando los errores puntuales condenaron al empate. Un cambio de entrenador debe generar mejorías a nivel de futbolistas y quizás en este Betis ese poder roza la categoría utópica.

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