El Martes sin pescao

Puerta de los Palos

Hay una regla cofradiera que no falla: cuando las pavías y las croquetas salen por la ventana, la crispación entra por la puerta para quedarse.

Una bandeja con pescao frito
Una bandeja con pescao frito / M. G.

09 de febrero 2020 - 05:00

Sevilla/CUANDO cree que lo ha visto todo en cuestión de cofradías resulta que se arma la crisis del pescao. Yeso, señores míos, sí que es grave. Gravísimo. Porque en asuntos del incienso, cuando el pescao sale por la ventana ya se sabe quién entra por la puerta: la crispación.

La hermandad de San Esteban ha suspendido la convivencia de hermandades del Martes Santo que le tocaba organizar. No hay buen ambiente. De los barros de aquel disparate del Martes Santo al revés vienen estos lodos. San Esteban no quiere salir y entrar... de día. Es que casi podría usar los cirios del año pasado y ahorrarse el coste. Se comprende el enojo. Aquí todo se entiende menos el clarinazo de suspensión de la convivencia. No hay croquetas ni pavías hasta nuevo aviso. Y de paso han dejado al delegado de día como un incapaz. Literal. Al Consejo como un organismo inútil y a los restantes señores hermanos mayores como unos insolidarios. Vaya viaje que les han metido a los de San Gregorio donde se ruega por un Buen Viaje. ¡Al suelo que vienen los nuestros!

Que esto no es cosa de las plataformas laicistas ni de esa prensa morada que dicen que se vende por un sitio en el cortejo o por una paletilla. Esto procede del colectivo de hermanos mayores, oiga. Tal vez aquí cabría decir eso que dijo Romanones, que rima con blandones y con cordones: “Joder, qué tropa”. Uno relee el comunicado del hermano mayor y aparecen los términos “malestar”, “frustración”, “incapaz”, “insolidaridad”... La que se ha debido liar en más de una conversación para que haya una suspensión pública de la convivencia. Se nos acabó el pescao de tanto masticarlo. La nueva polémica ha sido como leer la versión actualizada de los Anales de Carrero (don Juan), donde nos enterábamos de las peleas y disputas entre corporaciones en otros tiempos.

Ahora, ay, no hay prensa a la que echarle la culpa. No hay a quien dilapidar en público. ¿A quién va a poner ahora verde la cúpula del Consejo cuando se reúna a solas con algún hermano mayor del Martes? Ay, ay, ay... San Esteban ha estallado a punto de empezar el prime time de la cuaresma, tiempo de conversión. ¿Habrá un aldabonazo del señor arzobispo como el año pasado? Cada día hay más peleítas (que diría el cura Chamizo) a cuenta de los horarios e itinerarios porque, en general, todo se reduce a que el hermano mayor de turno no quiere quedar mal ante los suyos, no quiere pasar por derrotado o, lo que es mucho peor, no quiere ser visto en su feligresía como el pagafantas de la jornada.

Hace bien el hermano mayor de San Esteban en suspender la convivencia. No hay que forzar los encuentros porque puede ser mucho peor. Fíjense en cómo de un tiempo a esta parte se multiplican las denuncias sobre la inutilidad del Consejo de Cofradías. Si no se arregla el Domingo de Ramos, si no se termina de solucionar el Martes Santo, si la Madrugada siempre da que hablar, si nos tragamos de pronto lo que dice Hacienda... Es lógico que cada vez se cuestione más su falta de autoridad real, o que se reduzca a la designación del pregonero y a gestionar la carrera oficial. Cualquier sacristán tiene más fuerza que un delegado de día. Los hermanos mayores son los primeros a los que les importa un pimiento el Consejo, pero también son los primeros en quedarse callados donde hay que hablar, que son en los plenos y en las asambleas.

Quizás las formas empleadas por el hermano mayor de San Esteban no sean, precisamente, las más conciliadoras, ejemplares o afortunadas. Pero han sido las que han sido. Y nunca está de más un análisis desenfadado. Esta Semana Santa está cada día más necesitada de un relator o de una verdadera autoridad única que ponga orden, criterio y pescao, mucho pescado. Porque cuando falta el pescao nos quedamos al borde de un 155. Y eso que todavía queda lejos el Miércoles de Ceniza... ¡Auuuuuu! Verán ustedes los pestiños que nos quedan por digerir.

Sillas de la carrera oficial
Sillas de la carrera oficial / M. G.

La curiosidad de los recibos de pago de las sillas y palcos

Qué cosas le pasan a uno. Y a otros. Quizás no tenga una importancia especial, pero nadie me negará que la cosa es curiosa. Tal vez sea que uno está obsesionado con las transparencia en el Consejo de Cofradías desde hace décadas, aunque haya algún dirigente actual con fecha de caducidad que sea todo un adanista. Eso ha pasado también con algún pregonero. Y todos, unos y otros, son arrasados por el tiempo. ¡Gloria efímera!

Pues resulta que uno paga las sillas o el palco, se lleva el recibo a casa o lo imprime cómodamente en su despacho, lo guarda debidamente y al cabo de los días se da cuenta, ¡cáspita!, de que la entidad financiera deja claro dos conceptos. El primero reza: “Justificante cobros recibos ayuntamientos”. Y el segundo, en referencia al concepto por el que se paga: “Precio público por ocupación de vía pública”. ¿Pero el Consejo cobra precios públicos? ¿Es el Consejo como el órgano de recaudación para los pueblos, el conocido como Opaeff? ¡Lo que nos faltaba por ver! No me dirán que la cosa no tiene su gracia.

Todo indica que la entidad financiera no dispone de una aplicación específica para el cobro de las 33.000 sillas y ha usado la que tiene para el cobro de impuestos municipales. La cosa económica del Consejo no es que sea opaca, es que es equívoca con su mijita de guasa. El precio público por ocupación de la carrera oficial es en realidad el que paga la institución cofradiera a la Gerencia de Urbanismo. Por cierto, es una cantidad ridícula que, en tiempos, siempre irritaba al gran Antonio Rodrigo Torrijos (IU-CA).

Si el Consejo pagara de verdad lo que cuesta la ocupación de la principal arteria de la ciudad durante siete días, a sus dirigentes les daba un sopitipando. ¡Si lo que pagan desde hace años es una limosna! Cualquier día el Ayuntamiento decide cobrar el precio real y ya saben lo que pasa:que el Consejo paga sin rechistar lo que le digan, como ha ocurrido con Hacienda. Menos mal que a la portavoz de Podemos en el Ayuntamiento, doña Susana Serrano, le gusta la Semana Santa más que la ensaladilla a uno que yo me sé. De lo contrario habría que ir preparándose... Pero aprendan la lección, que en política todo cambia en un cuarto de hora. Y la debilidad que muestras hoy te persigue mañana. Quien paga a Hacienda tan ligero, recibe al día siguiente la petición de la SGAE y quién sabe si en breve la del Ayuntamiento. Sigan viviendo en la opacidad, que suena a Opaeff, que es lo que parece el Consejo cobrando... ¡precios públicos del Ayuntamiento! Dios nos coja... Eso.

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