David Hernández de la Fuente: “Nos enseñan redes sociales, pero no a Platón”

David Hernández de la Fuente.
David Hernández de la Fuente.
Carlos Rocha

13 de agosto 2021 - 05:00

A David Hernández de la Fuente (Madrid, 1974) tiene que esforzarse para pensar algún aspecto de la vida cotidiana que no hunda sus raíces en Grecia o Roma. Finalmente se acuerda del “ajetreo de nuestra vida cotidiana” propio de sociedades del Extremo Oriente, donde siempre ha estado el otro. Escritor, traductor y profesor universitario, ha intentado en El hilo de oro (Ariel) tejer un manual clásico para acercarse a esos otros. El principal consejo habla de la moderación, una virtud de la que “estamos muy huérfanos” y que los clásicos acostumbraban a defender.

–¿Tenemos muy idealizadas a Grecia y Roma?

–Hay que tender una mirada realista hacia los clásicos, con todo lo maravilloso que lograron, pero también hay que ver cómo podemos aprender de sus errores. Se les ha idealizado, pero también los hemos manipulado desde la Ilustración hasta los totalitarismos del siglo XX.

–¿Es también un clásico culpar de todo los males a la juventud?

–El secreto del mundo clásico es entender cómo los viejos maestros transmiten las buenas lecciones a los jóvenes. Y cómo los jóvenes las perpetúan y las mejoran, porque las actualizan. En los regímenes participativos de la antigüedad hay siempre una asamblea de ancianos y, luego, las magistraturas suelen desempeñarlas gente joven. Esa combinación era para muchos teóricos clásicos la clave del éxito.No hay que demonizar a los jóvenes, ni pensar que todo lo pasado fue mejor.

–¿Quienes serían los héroes de hoy en día?

–En el plano individual, creo firmemente en el modelo de los héroes. Pensemos en Ulises, Perseo o Antígona. Nos enseñan cómo ser mejores. En el plano público faltan figuras de referencia como las antiguas. En lo colectivo los antiguos nos enseñan a buscar el bien común.

–Siguiendo esas enseñanzas, ¿son más héroes los sanitarios que un futbolista o un actor famoso?

–Realmente todos somos héroes si cumplimos nuestra misión. Los sanitarios nos han salvado, pero también los taxistas o los cajeros de supermercado. Claro que esto es una simplificación: la mitología te enseña a descubrir qué te motiva y dónde encontrarás tu heroísmo, la motivación que te guiará hacia lo que estás destinado a hacer. El heroísmo de hoy no es que sea anónimo, es que, según el patrón mítico, hemos de ser héroes, tanto en lo individual, en pos de la vocación que nos hará felices, sino también colaborando en aras de una sociedad mejor.

–Los héroes también tenían un lado oscuro...

–En efecto, son como nosotros. Ulises o Jasón podían ser embusteros, también fracasaban. Es parte del ciclo del héroe caer para luego levantarse de nuevo. Pero en el plano del heroísmo colectivo, cuando uno se dedica a la cosa pública, hay que cumplir unos estándares éticos para convertirse en referente. A un líder político se le juzga mucho más severamente porque tiene que dar una imagen pública ejemplar. Al prestigio político intachable los antiguos llamaban auctoritas, que no tiene nada que ver con la fuerza, sino con la autoridad moral que sirve de guía al colectivo.

–A Pericles lo acusan por malversación. ¿La corrupción es innata al hombre?

–Y a la democracia. Los griegos crearon el primer sistema participativo, de abajo arriba. Ciudadanos libres e iguales que deciden constituir una entidad política para luchar por el bien común. Eso es admirable, pero engendró problemas como las desigualdades sociales, la corrupción o la demagogia. Fue un gran mérito, pero con sus sombras: las mujeres no contaban y había esclavitud. Pero sentaron las bases para definir la ciudadanía moderna.

–¿Es un problema a la hora de valorar esta herencia clásica el limitado papel que tenían las mujeres?

–Hay que estudiarlo de forma crítica y sin caer en anacronismos. Políticamente, es obvio que no contaban, pero la mitología y la historia está llena de ejemplos de mujeres que encarnan un ideal de heroísmo femenino, independencia y emancipación. Los personajes más interesantes en literatura clásica son las mujeres. ¿Qué sería de Teseo, un poco pazguato y perdido, sin Ariadna?

–¿Nos percataremos cuando caiga nuestra Roma?

–Seguro que cuando el último emperador romano fue derrocado nadie se dio cuenta. Pero sí que hubo momentos que fueron un mazazo para la conciencia colectiva, como el saqueo de Roma de 410. A veces es más importante la memoria que la historia, cómo se percibe algo que cómo fue. Siempre estamos a vueltas con la idea de la caída de la civilización.

–¿Cuál es la Roma de hoy?

–Polibio, que le gustaba mucho a nuestro Ortega y Gasset, hablaba de los ciclos. Cómo un poder va siendo reemplazado por otro. ¿Cuál es la nueva Roma? ¿Washington o Pekín? Es un mundo multipolar, pero hay grandes potencias que siguen reclamando para sí el legado de Roma.China, pese a su antigüedad, ha asumido muchos postulados occidentales. El clasicismo deja una huella indeleble: salta a la vista en las grandes avenidas del mundo con sus imitaciones de templos griegos y parlamentos con columnas a la romana.

–¿Xi Jinping es el Jerjes de de nuestros días

–La lección fundamental que nos enseñan los clásicos es la idea de entender al otro. Interesarse por otras culturas. Es muy diferente lo que cuentan los clásicos sobre Jerjes y lo que muestran los norteamericanos en películas como 300. Ahí aparece Jerjes demonizado como el mal. Pero los clásicos no ven al rival como un ser demoníaco, sino que lo pueden admirar y siempre lo intentan comprender. Así aprenden. Los griegos pensaban que la persa era una cultura fascinante.

–Alejandro el Grande se mimetizó con ellos cuando llegó a Babilonia.

–Es como si ahora alguien de un país pequeño y rural conquistara Nueva York. La idea que subyace en la literatura y mitología clásica es la profunda unidad de la de la humanidad. Es una gran sinfonía, decía Campbell, tocada con instrumentos diferentes. La moderna idea del choque de civilizaciones está muy alejada de los postulados clásicos. No hay que chocar, hay que entender.

–¿Cómo convencería a los políticos para que no quiten peso a la cultura clásica en la educación?

–El problema es que, en vez de cultura clásica, ponen asignaturas que les parecen que dan más réditos inmediatos. Pero es un error: a un adolescente no hay que enseñarle informática, que ya sabe, pero sí latín. Los asesores de los políticos más poderosos del mundo son de clásicas, pero a nosotros nos las quitan de los colegios. Como si no quisieran que tuviéramos las claves del éxito. Nos enseñan redes sociales y no a Platón, pero Boris Johnson sabe recitar a Homero de memoria en griego y los asesores de Trump estaban calcando los discursos de Pericles.

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