"Escribir es un desgarro"
Javier Castillo | Escritor
UN PROFESIONAL DE ESTAMPAR SU FIRMA. Javier Castillo (Mijas, 1987) es un autor superventas que forma el taco cada vez que firma libros en una feria, con largas colas que pueden durar hasta siete u ocho horas. El malagueño, que tras la entrevista se relaja hablando de su época de estudios en Shanghái y de su posterior cita con el futbolista Pablo Fornals, anda de promoción de La grieta del silencio (Suma de Letras), la tercera parte de la saga que protagoniza la periodista Miren Triggs y que ya es un éxito en las librerías.
–El título de su primera novela, El día que se perdió la cordura, ¿se le ocurrió oyendo las noticias de la política española?
–La política española se puede definir perfectamente por el libro... Pero trataba sobre la ambigüedad cordura-locura y de cómo un hecho momentáneo puede influir en tu vida.
–¿Qué tiene el thriller que tanto gusta a los lectores?
–Esa capacidad de mantener una pregunta en el aire y sorprenderte continuamente, pese a que este mundo está lleno de estímulos: móviles, aplicaciones...
–¿Dónde encuentra el hilo del que tirar para escribir una novela: en una idea, un título, un personaje…?
–Suele ser en una imagen espontánea. En La grieta del silencio fue esa bicicleta que se queda girando cuando se pierde el pequeño y a raíz de ahí empecé a tirar.
–¿Escribe lo que le apetece o lo que sabe que vende?
–Tengo la suerte de que lo que me apetece, gusta. Alguna vez escribiré algo que me apetecerá a mí y no le gustará a nadie. Tengo la suerte de que tengo gustos muy comunes.
–¿Por qué en España cuando un escritor es best seller se cataloga como literatura menor?
–No lo creo, hay gente que no entiende que vender libros no está reñido con la calidad, sino que has encajado en las emociones de la gente. No tiene nada que ver con el estilo de escritura.
–Escritor de éxito internacional con 36 años, adaptan sus libros a series, casado con una influencer, tres hijos monísimos… Diga algo malo de usted que en España la envidia...
–Tengo los pies feísimos, nunca los mostraré en una entrevista... Me da vergüenza enseñarlos en la playa.
–Su mujer, Verónica Díaz, es más famosa que usted y eso le parece...
–Maravilloso. Cada vez que la paran por la calle para pedirle una foto me llena de orgullo.
–Padre y literato. ¡No me diga que ha plantado también varios bosques!
–Cuando tuve mi primera hija ya había publicado mi primer libro y planté un mandarino en el jardín de mi suegro para decir "ya lo he hecho todo". El mandarino ha dado varias mandarinas muy ácidas, malísimas de momento; aspiro a comerlas ricas algún día.
–Como autor más vendido en Barcelona en Sant Jordi, ¿desmiente que los catalanes no gastan ni bromas?
–Sorprende muchísimo la cantidad de libros que se leen en Sant Jordi, lo que significa ese día para Cataluña y ojalá esa fiesta se extendiese por todo el planeta, es preciosa. Hay que estar allí para comprender la magnitud de la rosa y el libro.
–¿Qué es lo más raro que le han pedido en una firma?
–Me han dicho muchas cosas raras. Me suelen pedir a menudo que escriba palabras concretas con mi letra y luego me las encuentro tatuadas tal cual, con mi letra, por ejemplo cordura o locura. Es muy bonito.
–Un crítico lo calificó como "el Stephen King español". Pero él lleva más de 500 millones de libros vendidos y usted sólo 2,5...
–Deme tiempo... En serio, más que en ventas a lo único que aspiro es a tener 80 y tantos tacos y seguir escribiendo un libro al año, es alucinante. Porque escribir un libro, de verdad, es tal desgarro... Tengo la sensación de estar donando un órgano cuando termino uno. Y tener esa capacidad de entregarse año tras año me parece admirable. Pocos libros me parecen para lo que ha hecho Stephen King.
–Su personaje más carismático, Miren Triggs, trabaja en el Manhattan Press y en ninguna novela sale un cantaor flamenco. Usted ni es andaluz ni es ná…
–Algún día ambientaré alguna novela en un periódico que se llame el Diario de tal provincia y será en España. Las particularidades que he escrito hasta ahora han sido muy ligadas a querer mandar un mensaje concreto, pero en algún momento aparecerá una novela en en España.
–¿Qué opina Miren del control de los medios que planean desde La Moncloa?
–Miren renunciaría, sin duda. Abandonaría el periódico si le imponen qué hablar o qué no hablar.
–Reconozca que si se le ocurre un argumento de que un presidente del Gobierno se toma cinco días para ver si dimite y lo que ha venido después su editor le diría que no es creíble.
–Me diría que el giro final tiene que estar a la altura...
–Pone en su currículum que era, casi desde la más tierna infancia, asesor financiero. ¿Se asesora a usted mismo ahora que le sale el dinero por las orejas?
–Sé cómo controlar mi patrimonio porque he estudiado eso y tengo mis propias inversiones y mi cartera diversificada con cabeza. No necesito gastarme el dinero con un inversor, lo hago yo mismo.
–¿Dónde meto mis ahorrillos?
–Depende del momento. Ahora es bueno coger letras del Tesoro a largo plazo porque van a caer los tipos de interés y subirán de valor.
–Una pregunta muy intelectual: ¿cuánto tarda en peinarse el tupé?
–Ehhh, sus buenos tres minutos con secador, luego cera y ya se mantiene todo el día. Tengo muy buena cera.
–Ha enseñado su casa en el Hola. ¿Lo rebautizamos como Javier Preysler?
–Mi mujer y yo hacemos un tándem muy bonito en el que ella aporta esa parte del mundo de la moda y del life style y yo la escritura. Entre los dos llegamos a sitios donde por separado no llegaríamos. Y muchísima gente lectora del Hola me sigue, claro.
–Le tengo que poner una pega: ¡¡¡no hay mesa camilla en su salón!!!
–Jajaja. No me pega con la decoración, pero hay una mesa en la cocina que podría serlo aunque tiene una pata central y eso lo impide.
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