"Quien no se arriesga muere lentamente"

María Morales | Doctora en Derecho, mediadora y escritora

María G. Morales posa para la entrevista.
María G. Morales posa para la entrevista. / Juan Carlos Muñoz
María José Guzmán

12 de diciembre 2020 - 05:00

María Gracia Morales (Sevilla, 1958) es doctora en Derecho Constitucional por la Universidad de Sevilla, donde ha sido profesora asociada. Ejerce la abogacía desde 1982. Tras unos años como secretaria judicial sustituta, decidió enfocarse exclusivamente en la abogacía colaborativa, la negociación y la mediación. Ha participado como conferenciante y docente en foros académicos en Honduras y Nicaragua y ha sido consultora experta en Lima. Acaba de publicar su primera novela, Eres rara como un diamante rosa (de venta en Amazon), un cambio de registro en el que habla del amor y la soledad y que supone una auténtica catarsis emocional.

–Después de muchos años de ejercicio, artículos y otros libros relacionados con el Derecho, ¿pasar a la ficción era una necesidad?

–Realmente sí. Necesitaba después de 40 años dedicada al mundo del Derecho hacer este cambio de paradigma en mi vida. En la ficción soy libre para dar rienda suelta a las emociones, para fabular y entretener.

–Su novela se presenta como ficción autobiográfica. ¿Cómo fue el proceso?

–El proceso se gestó a lo largo de tres años. Fue emocionante. Encerrarme en soledad ante el teclado del ordenador fue liberador y gozoso a un tiempo, dolorosos y placentero, una catarsis. Decidí cambiar de registro porque quizás, tras muchos años, sentía la necesidad de salir de explorar otros territorios, donde mis habilidades y herramientas como jurista y mediadora serían un activo. Un proceso de documentación previo a la escritura para mí no es ningún secreto, después de haber transitado por una tesis doctoral, la investigación y docencia en la Universidad de Sevilla. Me gusta ser rigurosa también en el proceso creativo, buscando los mejores registros.

–La protagonista de su novela se deja llevar por la pasión y eso cambia todos sus paradigmas. ¿Es necesario también esto en el ejercicio de su profesión como jurista?

–Quizás la protagonista cree que quien no se arriesga muere lentamente. Esto vale para la vida, el amor, la profesión, las relaciones, etcétera. Uno debe sentir con el corazón cómo desea vivir, arriesgarse, jugar las cartas que tiene delante en ese momento. En el sentido de Neruda: “Muere lentamente quien no viaja, ni lee, quien no sueña, quien no confía, quien no lo intenta”. Ésa es Paula.

–¿La pandemia ha cambiado su profesión de abogada y mediadora?

–La pandemia ha supuesto una abogacía más digitalizada y telemática, menos presencial, y esto tiene sus ventajas e inconvenientes. Pertenezco a escuela de la clásica abogacía, prefiero el trato cercano, la conversación y el intercambio de puntos de vista sin la rigidez de la pantalla. La mediación, desde mi punto de vista, si bien para ciertos conflictos puede ser una opción on line, para muchos otros donde priman las emociones y los vínculos afectivos y, sobre todo, donde se desea seguir manteniendo las relaciones del tipo que sean, es necesario el encuentro de las partes y el mediador entorno a una mesa, en un escenario que invite al dialogo, donde las ideas puedan surgir y la comunicación se vaya desbloqueando, escuchando y sintiendo. Palabras, gestos y miradas son importantes y hasta el tono de la voz. Las pantallas no pueden suplir ese escenario.

–¿También han surgido nuevos conflictos?

–La pandemia ha incrementado conflictos familiares; conflictos en empresas con empleados y proveedores por falta de liquidez; conflictos en alquileres de viviendas y locales de negocio. En general, cualquier situación de inseguridad y estrés se ha revolucionado derivando en conflicto.

–¿Ayudará la mediación a salir mejor de la crisis?

–La mediación es una herramienta excelente para gestionar todo tipo de conflictos. Permite escuchar y ser escuchados, expresar ideas y necesidades y, lo más importante, descubrir qué es lo que uno realmente necesita o quiere y qué necesita o quiere la otra parte.

–Permite también cambiar de registro.

–Sí, así es, salir de una posición enquistada egoísta. Nada es más justo y más ágil que lo que las partes, de común acuerdo y ayudadas de un mediador, decidan: la solución para desbloquear el conflicto que les separa. La decisión de un juez es impuesta, le hemos delegado que solucione el asunto, a través del abogado y, desde luego, habrá situaciones y datos que no conozca y en los que no podrá pronunciarse. Una sentencia no suele gustar a ninguna de las partes y casi siempre llega tarde. Una justicia lenta no puede ser justa. Por eso la mediación es la mejor vía para desatascar todos los conflictos que derivados de esta pandemia, donde los tribunales están saturados de asuntos, con señalamientos a varios años vista.

–Un litigio no siempre resuelve el conflicto.

–No, por eso merece la pena intentarlo desde la mediación. Quien no lo hace se pierde mucho.

–Volviendo a su novela: le permite volar pero sin escapar del todo de la realidad. Hay episodios reales y actuales, como el de Navantia. ¿Cómo surge en la trama?

–Navantia fue un maravilloso descubrimiento. Buscaba la manera de crear una trama en Australia, no sabía exactamente hacia dónde me llevaría esa búsqueda y, casualmente, empecé a leer noticias sobre Navantia Australia. Inmediatamente quedé fascinada por esa historia de éxito y las relaciones entre la Armada española y la australiana. Encontré una trama fascinante y se hizo realidad el viaje.

–Y las minas. ¿Se considera un diamante rosa como la protagonista?

–No, tengo mucho que aprender aún; procuro dar lo mejor de mí misma y perdonarme los errores. Pero he conocido algunas personas excepcionales, de las que dejan huella y, en este sentido, sí serían diamantes rosas.

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