Una auténtica salvajada
l Las imágenes de Adolfo Olmedo han adornado el centro de la capital almeriense, en la plaza Pablo Cazard, a lo largo de las últimas semanas. Eran fotografías dedicadas a su esposa, inseparable compañera de unos viajes que le llevaron a querer compartirlos con todos. A algún indeseable debió molestarle mucho y la emprendió a golpes destrozando el trabajo de una vida. Lo único que cabe preguntarse es cómo hay personas así viviendo entre nosotros.
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