"El azar lo condiciona prácticamente todo en nuestras vidas"
men marías | escritora
NOVELA NEGRA CON NÚCLEO CLÁSICO. Su especialización laboral (Derecho Mercantil), no tiene mucho que ver (en principio)con la actividad por la que es popular: la novela negra. Profesora del género en la Escuela de Escritores, Men Marías (Granada, 1989) debutó como autora ganando el Premio de Novela Carmen Martín Gaite en 2017 con Pukata, pescados y mariscos. En 2021 publicó su primer thriller, La última paloma, que le procuró el Premio de Novela Cartagena Negra 2022. Acaba de publicar Lo que arrastra la lluvia (Ediciones B), donde explora conceptos como la deshumanización, la locura y el sentido del destino.
–Sitúa ‘Lo que arrastra la lluvia’ en la crisis de 2008. ¿Por qué en ese momento?
–Es una novela en la que quería hablar sobre la mendicidad, porque creo que es una realidad que no nos planteamos lo suficiente, aunque todos sabemos que la gente que vive en la calle no ha nacido en la calle. La anterior crisis, con su hemorragia de desahucios, ofrecía un momento perfecto.
–La voz principal de la novela, de hecho, es una mujer expulsada de la sociedad:“Algo se ha roto en la rueda”, reflexiona. Pero lo terrible es que, en diez años, poco parece haber mejorado el escenario.
–Sí, parece que la debacle económica está en el foro social pero yo creo que es mentira. Si se habla, se hace desde un lugar muy políticamente correcto, que no aporta nada. Las cifras macro que dan los políticos no se acercan para nada a la realidad, parecen desconectados del mundo que regulan. El trabajo es un esfuerzo que una persona realiza a cambio de dinero pero, hoy en día, se ha convertido en un privilegio. Ya cuando hablamos de personas mayores de 50 o menores de 30, olvídate.
–Decir “qué suerte que tienes trabajo” puede ser insultante.
–Sí, otra de las cosas que ha traído todo esto es el famoso:“Arriésgate, sal de tu zona de confort”. Pero resulta que he estado construyendo mi zona de confort durante 20 o 30 años y ahora me dices que no vale. Son parches que se ponen al hecho de que hay algo que no está funcionando.
–Esta novela tiene un núcleo muy clásico. Habla, por ejemplo, del tema del vacío, de la expulsión, el mayor castigo para los griegos.
–La pobreza es el ostracismo griego. Como cuando escribo soy muy intensa, para hacer esta novela decidí que me tenía que sentar un día a pedir en la calle. Y sí, fue una de las experiencias más horribles de mi vida: la sensación de que todo el mundo te mira, no me atrevía ni a levantarme del suelo... Lo hemos normalizado, aunque es muy violento. Quizá es un problema que se tendría que abordar de forma distinta: muchos sintecho están enganchados a la droga, y los albergues tienen normas muy estrictas al respecto; igual que con los animales, que muchos tienen, y no entran sin ellos... El siglo XXI es el de la corrección política, pensamos que todo está muy superado pero es mentira: la censura, por ejemplo, no es como la del pasado, sino que viene de la mano de la sobrexposición.
–La importancia del destino y la fortuna también aparecen aquí, con su poso clásico.
–De hecho, la diosa Fortuna tiene un papel protagonista. A mucha gente se le llena la boca con el mérito y el esfuerzo: un discurso que me molesta mucho, porque el azar lo condiciona prácticamente todo en nuestra vida, empezando por dónde naces. De acuerdo: hay quien consigue cosas desde cero, pero también hay quien nace con menos quinientos.
–Es curioso ese discurso moderno, porque el ser humano parece haber tenido clara la importancia de la suerte desde antiguo.
–Yo pienso que, tras la ilustración y el romanticismo, el ser humano empezó a pensar en sí mismo como dios y ente creador. Te crees que lo tienes controlado todo, haces listas. Estoy agotada de ese discurso porque genera una especie de voluntarismo mágico que nos lleva a pensar que, si nos esforzamos mucho, vamos a conseguir algo. Pero hay otra serie de factores que hay que tener en cuenta: uno es sólo responsable de su vida hasta cierto punto.
–También, como en las narraciones clásicas,el amor es una fuerza que arrasa.
–Es que eso es lo que hace cuando es de verdad. Igual que hablamos de la fuerza del azar, el amor es otra fuerza potentísima.
–Y el mal, lo aborrecible. La figura del apestado, la locura... Pero también, la misoginia.
–He querido hacer ver que son inercias que no están tan lejos.Por un lado, esa especie de creencia de la hechicería de las mujeres, que consiguen engatusar a los hombres y ellos no son nunca responsables de nada, que es lo que se nos ha vendido siempre. Y luego está el tema del “buen agresor”,que es aquel que te niega tu capacidad para detectar lo que es evidente. Quien de verdad te hace daño te va a convencer de que eres tú quien está haciendo daño. Esa es la forma máxima de perversión.
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