"El baile es el espacio de libertad donde me expreso sin trabas"
-Mire a su alrededor: ¿qué ve?
-Intento ser realista y no me gusta lo que veo. No creo que el mundo esté en su mejor momento.
-¿Qué le preocupa más?
-Hay mucha injusticia social, lo que se contradice con el progreso. Lo lógico sería que el progreso ayudara a superar las desigualdades. ¡Pero sólo sirve para el beneficio económico!
-¿Su forma de pensar se refleja en su baile?
-En casi todo lo que he hecho hay una señal de lo que pienso. Cuando me planteé hacer Canciones antes de una guerra el mensaje era muy concreto: me rebelé contra la invasión de Iraq.
-¿Piensa que su mensaje se escuchó?
-Eso me preguntaba yo, si se escucharía. Y pensé que si un día venían a verme mil personas, luego ochocientas, y así… al final del año a lo mejor había cien mil personas que habían escuchado ese mensaje.
-¿Y qué intenta transmitir ahora?
-En mi último trabajo, Mirada, expreso mi forma de pensar de forma irónica, en escenas como la de los tangos del autobús. Quiero decir: "señores, que aquí vamos todos juntos, que tenemos que ser más solidarios".
-¿Se imagina su vida sin el baile?
-El baile es parte de mí, de mi materia. La parte a la que doy más importancia. No entiendo mi vida sin el baile y por suerte he tenido muchas oportunidades para poder expresarme a través de él.
-Desde pequeña, además.
-Es algo que está en mí desde que soy consciente. Decía: "¡Yo soy bailaora!". Y en mi casa lo aceptaron así.
-¿No había antecedentes familiares?
-Qué va. Crecí entre una madre emprendedora, con su negocio, y un padre profesor de Matemáticas y Dibujo técnico en Formación Profesional.
-¿Quiénes fueron sus maestros?
-Recuerdo a Adelita Domingo, Manolo Valdivia, Manolo Marín y Matilde Coral, en Sevilla. Y una vez metida en la profesión considero mi gran maestro a Antonio Gades. También estuve con Mario Maya y aprendí de él.
-¿Le costó irse con 15 años a Madrid?
-Lo veía como una cosa natural. Me fui a la escuela del Ballet Nacional, pero también con un contrato con la compañía de María Rosa. En Madrid acabé el COU, a distancia.
-¿Qué obstáculos tuvo que superar?
-Soy muy alta y muchas veces ese era el motivo de que no me cogiesen en las audiciones, era mi hándicap. Pero para mí nunca ha sido un impedimento.
-Era "la bailaora de los brazos infinitos".
-No se quién tendría esa feliz ocurrencia, pero desde luego dio en el clavo. ¡Es la frase más usada!
-¿Llegaron a medirle los brazos?
-¡Sí, en una revista de mujer se presentaron con el metro!
-¿Cuál ha sido su mayor riesgo sobre el escenario?
-Cuando de verdad sentí el riesgo fue el día que bailé por primera vez después de la lesión, hace año y medio.
-¿Qué le ocurrió?
-Se me quedó el pie paralizado. Sin ningún dolor, sin nada. Dormido. Fue casi como un milagro cómo empezó y cómo se curó.
-Tendrá asegurados brazos y pies.
-Lo estamos intentando, porque ahí me di cuenta de la responsabilidad que tengo. Si me paro yo, se para todo. Hubo que cancelar las actuaciones, con todo vendido, aunque después las recuperamos.
-¿Qué aporta usted al flamenco?
-Creo que profundizo en el entendimiento de lo que es la coreografía del flamenco. No soy la primera que lo hago, pero creo que he abierto otro camino dentro de algo que no estaba muy desarrollado. El tiempo lo dirá.
-El flamenco es muy individualista, ¿no?
-Tiene que serlo, porque la creatividad sale de cada intérprete. Nada que ver con la danza contemporánea, con intérpretes y coreógrafos. Por eso la coreografía en el flamenco no estaba tan desarrollada. Les costaba introducir esa palabra.
-¿Cómo idea sus coreografías?
-La primera idea que tengo de cualquier baile es como un sueño. Me figuro una imagen que todavía no existe, pero que es posible.
-¿Las crea en sueños?
-Cuando estoy en un momento de creación, en esos meses, es casi imposible dormir, porque la cabeza no para de inventar. Veo imágenes. Algunas las recupero, otras se me escapan. Tomo notas a todas horas.
-Tiene fama de trabajar muchísimo.
-Para mí no es un sacrificio. Hago lo que me gusta, y como quiero.
-¿Y ahora, cómo se siente sobre los escenarios?
-Cuando bailo es cuando muestro lo que soy. La gente dice que me transformo. Será que en la vida cotidiana no ven mi verdadero yo. Ya sabe, las timideces…
-Luego es como una liberación.
-El baile es el espacio de libertad donde me puedo expresar. He tenido el privilegio de tener ese espacio, y de hacer y decir sin trabas lo que quiero.
-¿Qué ha aprendido en estos veinte años?
-Que necesitas rodearte de gente afín.
-¿El flamenco debe ser declarado Patrimonio de la Humanidad?
-Al principio no lo entendía, porque creo que ya lo es. Pero ahora, por la amplitud de la propuesta, me parece bien. Todo lo que sea poner en valor el flamenco está bien.
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