"No sé qué hay en contra de los finales felices"

"No sé qué hay en contra de los finales felices"
Francisco Correal

16 de junio 2013 - 01:00

-¿Le gustan las historias de ficción, sin tanta realidad, como dice un personaje de su novela?

-Depende.

-Lo digo porque en El año en que me enamoré de todas le atribuye el Pichichi de la temporada 82-83 a Pichi Alonso. Y lo consiguió el bético Rincón...

-¿Estás seguro de que eso es así? (lo comprueba en el móvil). A la segunda edición no vamos a llegar, pero en la tercera lo vamos a cambiar.

-Florencia. París. Montevideo. Hamburgo... Pone enseguida el cuentakilómetros en la novela...

-Es una historia de personas jóvenes, con erasmus, que viven experiencias nuevas y apasionantes...

-Muchas mudanzas para terminar cambiándose al piso de al lado...

-Así es la vida a veces.

-Usted también se fue a París, como su protagonista. ¿Huyendo de algo?

-Me fui a París para escribir. Me apetecía vivir en París.

-¿Sus modelos de escritura?

-Romanticismo, de Manuel Longares, es una de mis novelas favoritas y él un gran amigo. Leyó mi libro antes que nadie. Me ayudó mucho para retratar ese Madrid de época. Soy deudor de las novelas de Longares, Juan Marsé, Delibes, Almudena, Pisón y Mercé Rodoreda.

-El alumno se enamora de su profesora. El tema ya lo abordó Antonio Soler en El camino de los ingleses. No habrá apreciado plagio porque estaba en el jurado...

-No leí su novela. Vi la película que producía Antonio Banderas.

-Alumno y profesora juegan al tenis, como en Lolita, pero con los papeles cambiados...

-Lolita es insuperable. Pienso en ese libro todos los días.

-¿Por qué los compara con Monica Seles y Stefan Edberg?

-Me gustaba Edberg porque arriesgaba. No podía elegir un tenista conservador para una novela que arriesgaba tanto. Courier era muy conservador, nunca subía a la red, a mí me gusta subir a la red.

-¿El riesgo de meter una novela dentro de la novela?

-Si lo hubiera pensado no sale tan bien.

-Y con final feliz.

-No sé qué hay en contra de los finales felices. ¿A quién no le gusta El apartamento de Billy Wilder? Y acaba bien. ¿Qué pasa porque ganen los buenos?

-El protagonista es un periodista que trabaja en la agencia France Presse. Como el personaje de Señas de identidad de Juan Goytisolo...

-¿Más referencias?

-Tal vez el libro de Carmen Bazán, Una nueva vida es posible.

-Lo he visto en las librerías.

-Es la madre de Jesulín de Ubrique, que se encerró en las plazas de Aranjuez y de El Puerto sólo para mujeres el año en que se enamoró de todas.

-No soy tan friki. No sé de qué me habla.

-¿Cómo surge su vocación literaria?

-No soy de los que con cinco años ya leía a Kafka. Hasta los quince años sólo quería ser delantero centro del Barcelona y ganar la Copa de Europa. Me llegan libros como El camino de Delibes, Zalacaín el aventurero de Pío Baroja o La plaza del diamante, de Mercé Rodoreda y descubro que hay personajes capaces de conmover y de conmoverme, a los que conozco más que a muchas personas reales, mejor que a mis vecinos. Y sueño con escribir historias con personajes que permanezcan en la memoria del lector como permanecen en la mía Columeta, Emma Bovary o Holden Caulfield (de El guardián entre el centeno). Lo más importante de una novela es la historia. Sin historia no hay novela.

-¿Tiene razón Vila-Matas en que París no se acaba nunca?

-Le garantizo que sí la tiene. Camus es mi escritor y mi intelectual favorito.

-¿Un barcelonés escribiendo una novela sobre Madrid?

-Barcelona ya aparece en Los Baldrich y en La estación perdida. Conozco bien Madrid. Viví en la misma calle y en el mismo número que el protagonista. Cuando escribes ficción, es bueno que los personajes vivan en sitios que conoces, tomen café en bares que has frecuentado.

-La trama transcurre en 2005. ¿No se detuvo en el 11-M de 2004?

-He optado por una ficción sin hechos históricos. En gente que busca la felicidad con pocas cosas, que si algo tienen en común es que no tienen de nada y hay de todo.

-El periodista se hace pastelero. ¿Dando ideas?

-Buscaba un oficio que fuera más artesanal que artístico. Como es para mí la escritura, algo artesanal que no depende de la inspiración, sino de la constancia, del trabajo y de madrugar todos los días.

-¿La crema catalana de su libro es tan identitaria como Wifredo el Belloso?

-Es un tema complicado. Es un plato más francés que catalán.

-Parte de la acción la traslada al 92. ¿Cómo lo vivió?

-Fue un año muy importante por muchas cosas. Me enamoré por primera vez y el Barcelona ganó su primera Copa de Europa en Wembley.

-¿Vino a la Expo?

-Vino toda mi clase menos yo. Me castigaron o algo así.

-¿Los Juegos Olímpicos?

-Fui a los Paralímpicos en septiembre. Eran gratis.

-¿Estuvo en todas las ciudades de su novela?

-Sí, pero en la que más he vivido es en Montevideo. Siempre está en mis novelas. Sylvain estaba en La estación perdida un poco despistado y lo recuperé, lo indulté como en las Fallas.

-¿Qué aficiones tiene?

-El tenis, el cine y cocinar. El salmorejo sale en mi novela porque es uno de mis platos favoritos. Voy a correr todos los días.

-¿Incluso cuando está metido en una novela?

-Sólo un dolor de rodilla me lo impide.

-¿No le hace falta leer a Murakami para correr?

-No, pero lo entiendo.

-¿Ve su novela en cine?

-Tiene un punto Amélie.

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