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Un guantazo en el país de los suecos

La agresión a Mariano Rajoy el miércoles por la noche protagoniza las conversaciones de la jornada El abogado defensor presenta, con poco éxito, al joven como "una víctima"

Angela Merkel se interesa por el estado de Mariano Rajoy, ayer en Bruselas.
Luis J. Pérez

18 de diciembre 2015 - 01:00

EL guantazo que le dieron el miércoles a Mariano Rajoy ha sacudido, y nunca mejor dicho, la campaña electoral. En nuestros casi 40 años de democracia nunca nadie había osado endiñarle una galleta de ese porte al máximo mandatario del Gobierno. Y no será porque no se haya comentado la cuestión en más de una ocasión. Las reacciones públicas a semejante tropelía fueron las normales: condena, rechazo, solidaridad y repulsa. Todos de acuerdo salvo un par o tres de cargos de diferentes partidos que dieron voz a lo que muchos en la calle pensaban. Porque a nadie se le escapa que en los cafés de ayer por la mañana hubo quien dijo que más fuerte había que darle y también quien afirmó que esa es la juventud que tenemos y así nos va. Eso, unido a los comentarios sotto voce en las salas de máquinas de los partidos sobre el posible impacto, y nunca mejor dicho otra vez, que puede tener la agresión en las urnas. Sí, no se sorprenda.

Sin embargo, el mayor papelón fue el que tuvieron que pasar ayer los padres y el abogado del joven atacante. Lo de los padres debe ser tremendo y habría que ponerse en su lugar para imaginar el bochorno que tienen que estar pasando con semejante prenda en casa. Hay que ser padre para saber que cuando un churumbel se te descarría cuesta Dios y ayuda volver a meterlo en vereda. Y que hasta que eso ocurre está uno expuesto a sufrir en silencio los excesos físicos y verbales del muchacho en cuestión. Mientras eso sucede, se busca un abogado que dé la cara ante los medios y la sociedad para intentar amortiguar lo acontecido. Hay que tirar de argumentario y darle la vuelta a la tortilla para que el energúmeno que el miércoles llevó a cabo su sueño dorado aparezca como un pobrecito inocente.

De lo dicho ayer por el defensior de la criatura hay varias cosas que son ciertas. La primera, que sus padres son "gente honrada, trabajadora, gente de bien de Pontevedra". La segunda, que están "muy avergonzados". Y la tercera, que la situación "les está sobrepasando". La cuarta, que el muchacho no tiene adscripción ideológica ni cercanía a ningún partido, que se la crera quien quiera. A partir de aquí se dibuja el perfil victimista del joven que está arrepentido y que al estar detenido "no es consciente de mucho" porque está "en una burbuja". (Y tanto que está en una burbuja).

Hasta aquí la contricción. Ahora la parte del aviso de Jorge Cubela -que así se llama el letrado-, quien avanzó que la medida cautelar que solicitará al fiscal de menores "irá encaminada a preservar la identidad del menor" y pidió a los periodistas que hagan lo mismo tras haberse publicado "su nombre, dónde vive y estudia", porque "en el fondo, también es una víctima" y "se merece tener una vida plena el día de mañana". Hombre, señor letrado, tampoco es que vayan a lapidar al joven mañana, pero decir que es una víctima el que le arreó semejante piñazo al presidente del Gobierno parece un tanto excesivo. Que si el chico -que tiene buena familia y una situación desahogada- es una víctima, entonces los que de verdad las han pasado canutas en la crisis debían haber colgado de un pino a los políticos que se han cruzado por la calle estos días. Víctimas, en todo caso, sus padres.

Mientras, la víctima de verdad, Mariano Rajoy, volvió a demostrar ayer que a gallego no le gana nadie. Al líder del PP parece que no hay nada que le saque de su rutina. Por la mañana se fue al gimnasio a echar su ratito de sudada. Luego atendió a los medios para decir que aquí no pasa nada ni nadie de su seguridad va a pagarlo (veremos). Después, actos electorales para repartir besos, con el lado derecho eso sí, y convencer a votantes. Por último, viaje a Bruselas a una cumbre europea. Allí, sus colegas se interesaron por su salud y él, tranquilo como siempre, restó importancia a la cosa. Que aquí no ha pasado nada y el chaval no sabía lo que hacía, les vino a decir.

Aquí no pasa nada, cierto. Pero que levante la mano el que no haya pensado en una de estas dos opciones: con esto nos llevamos (o se llevan), más votos, o la culpa es de Pedro Sánchez por insultar el lunes. Que estamos en España y aquí nos hacemos muy mal el sueco. ¿O no?, que diría el gallego.

BUSTAMANTE

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