Abanicos y turistas para decirle adiós a la fiesta

Los visitantes forasteros fueron los principales paseantes de un real con casetas medio vacías. La vestimenta callejera ganó a la chaqueta y al traje de flamenca.

Diego J. Geniz

04 de mayo 2009 - 06:54

Terminó. Se acabó lo que se daba. Punto final a seis días de jarana (más su víspera). La Feria de 2009 ya es historia. Adiós a una de las ediciones con más jornadas festivas. Real de llenos y claros. Tras la tempestad del martes y el viernes llegó la extensa calma del fin de semana. De los trajes y corbatas a la indumentaria más callejera. Los políticos se empecinan en bautizar esta Feria como la del Metro, pero más allá de la novedad del transporte suburbano (y sus ya tradicionales colapsos) esta edición destaca por volver a las cifras que el siglo XXI aún no había conocido: la del millón de visitantes en los primeros días. Ahora habrá que esperar a que los empresarios, hoteleros y otras personalidades del mundo de los negocios hagan cuentas. Hasta entonces no se sabrá si esta Feria puede con la crisis o esta crisis puede con todo.

Una de las claves de este año ha sido, sin duda, el buen tiempo. Como en Semana Santa, y salvando las lluvias de la preferia (unas vísperas tan institucionalizadas como la propia fiesta), ha habido pleno. Lástima que las calles del real no lucieran al unísono los farolillos tras las precipitaciones del domingo. Por lo demás, el tiempo parecía más idealizado que real, tras varias ediciones en las que los nubarrones aguaron más de un día (basta recordar el año pasado). El calor ha ido en aumento, especialmente el fin de semana. El sol pegó fuerte ayer en el real, que en algunos momentos se asemejaba más a un desierto que al recinto que retratan las estampas feriantes. Casetas medio vacías y otras sumidas en la más aburrida soledad. Ya no se esperaba a nadie. Camareros y cocineros aguantaban hasta la medianoche para echar los toldos. El contrato así lo exige. Al pie de la barra hasta que la pólvora ponga el broche a la fiesta. Sobre lo comido y lo bebido hay mucho que contar. Más este año. Juana, que es cocinera de Joselito El Gallo 112 asegura que "la gente ha gastado mucho en rebujito y cerveza, pero en comer, lo justo". Mucha tortilla y poco jamón. Aunque hay otros cocineros que opinan lo contrario. "Los sevillanos en Feria se olvidan de la crisis y gastan lo que tengan. Hasta mañana [por hoy] no habrá que preocuparse por el dinero", dice Antonio, un camarero del Círculo Mercantil.

Mientras que llega el temido lunes (al que con los años se le ha borrado el sobrenombre de "resaca"), la Feria apura las últimas horas. El escenario es bastante diferente al de los primeros días. Parecen dos fiestas distintas. El domingo es jornada de turista y gente de pueblo, de mucho pueblo. Los feriantes de hoy son domingueros que han elegido el real de Los Remedios para disfrutar del buen tiempo. Un destino como podría ser otro cualquiera, pero el calendario así lo exige.

Se acabaron las corbatas y las chaquetas. Con el calor floreció la más diversa colección de camisetas. Hasta el paseo de caballos fue otra cosa. Pocas mujeres vestidas de flamenca. Entre las que había, abundaba más lo retro que lo actual. Algunas parecían vestidas en una tienda kitsch de Santa Cruz. Es lo que tiene venirse en el AVE ya ataviada. Sevilla y el resto de España están a años luz en moda flamenca. La alta velocidad no ha llegado a los volantes.

En el domingo de Feria huele bastante a playa. Ya hay quien cruza la portada con la protección solar puesta. Algún que otro visitante se trajo el pantalón corto en busca de la foto típica de la fiesta. Mala suerte. No hay nada más soso que una Feria sin sevillanos. De ahí que cada vez sean más los turistas que elijan los primeros días para venir a Sevilla.

Los que parece que no se marchan son los niños de la botellona. A las 13:30 de ayer había un grupo de adolescentes apostado a una de las columnas de la portada preparando su especial rebujito. Botellas de refresco y manzanilla. Media docena de bolsas en el suelo. Así sale más barato venir a la Feria. Y más sucio. Ésta es, por desgracia, una de las imágenes más distorsionadas que nos deja esta edición. Con su olor nauseabundo. Pasear por los aledaños de la portada cuando el calor aprieta es constatar que aquello se convirtió en urinario público durante la versión nocturna de la fiesta. Una de las cuentas pendientes para el próximo año. La presencia policial no parece suficiente para evitar la degradación de la que es, sin duda, la zona que sirve de escaparate a la Feria. Una fiesta donde la noche ha pasado de significar tiempo de disfrute y diversión a horas de temor en las familias por la inseguridad de sus hijos.

La tarde de ayer tuvo, quizá, un poco más de animación que el mediodía. Sólo un poco. La que de verdad estuvo ambientada fue la calle del infierno, que en el fin de semana se convierte en el auténtico epicentro del recinto. A tres euros se puede disfrutar de una atracción. Los precios se han abaratado algo este año (al fin se le puede sacar algo bueno a la crisis), lo que han agradecido los bolsillos de cientos de padres que hacen su particular "penitencia" por estas sendas de sonidos estridentes y atracciones de diversión cada vez más rebuscada.

Quienes sí supieron sacarle rédito a esta última jornada fueron varios comerciantes de la calle Asunción, antesala de la Feria. Es idónea la coincidencia del día de la madre con este domingo para dicha vía que el próximo año estará semipeatonalizada. Las tiendas de complementos de bisutería (y otros materiales) tuvieron más visitantes que algunas casetas.

El final siempre llega. La pólvora fue el cierre de la semana. Más de 1.300 kilos de fuegos artificiales en la noche para despedir una Feria asimétrica de gente. De bulla en los primeros días y grandes claros el fin de semana. De buen tiempo y sucesos que dejan marcado el ambiente. Se acaba la Feria del Metro. Y de la crisis. Hoy, no queda más remedio, habrá que volver a hablar de ella.

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