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Feria de Abril

El abecedario del buen feriante

  • Nociones básicas para que el sevillano y el extranjero sobrevivan a la Feria de Abril

  • Los responsables del blog de viajes FlyandGrow han elaborado este particular abecedario

Imagen de la Feria de Abril en su máximo esplendor.

Imagen de la Feria de Abril en su máximo esplendor. / Belén Vargas

La Feria, ese periodo de tiempo en el que la supervivencia está al límite. Si se es de Sevilla, año tras año se suele ir perfeccionando la técnica, si se es de fuera, mucho queda por aprender. No son autóctonos pero se declaran amantes de los viajes y la cultura. Claudio y Luz, responsables del blog de viajes FlyandGrow, comparten con sus seguidores sus experiencias y vivencias a la hora de conocer otro lugares. Ahora, este par de viajeros han elaborado el Abecedario del feriante, para que el sevillano se reafirme y para que el extranjero aprenda las nociones básicas para sobrevivir en esa ciudad efímera a la que llamamos Real.

Albero

Si hay una palabra que se repita en Feria, esa es albero. Ya sea para referirse a ella como el punto de encuentro fuera de la caseta o para culpabilizar a algo de las manchas en la indumentaria de un feriante. Esa tierra amarillenta que tapiza las calles de la Feria y tus zapatos (de esto último serás más consciente al llegar a casa) está presente en todos lados y, a pesar de que año tras año consiguen prensarla para que sus efectos en la ropa sean lo menos notorios posible, no hay día en el que un manchurrón de albero no empañe el mejor de los estilismos.

El albero, esa tierra amarillenta que deja mancha en toda la ropa. El albero, esa tierra amarillenta que deja mancha en toda la ropa.

El albero, esa tierra amarillenta que deja mancha en toda la ropa. / Belén Vargas

Beber y bailar

A la Feria se va a beber, a bailar y a cantar, no a comer. Está claro que hay que alimentarse para sobrevivir todos los días que dura la Feria, pero con un montadito o una tortilla que esponje y asiente el estómago es suficiente. Una vez se hayan repuesto fuerzas, toca lanzarse a bailar como si no hubiera un mañana. Y beber para reponer líquidos, claro está.

Dos jóvenes bailan sevillanas en la puerta de una caseta. Dos jóvenes bailan sevillanas en la puerta de una caseta.

Dos jóvenes bailan sevillanas en la puerta de una caseta. / D. S.

Cachondeo

Desde fuera ven a los sevillanos como las personas más salás del Universo. Claro, vienen a vernos cuando estamos de cachondeo, no en el tanatorio. Lo mejor es dar con un grupo en el que esta palabra sea su dogma de fe. Los buenos ratos y las anécdotas memorables están garantizados con ellos.

De día y de noche

La dualidad del feriante. Algunos prefieren vivirla de día, por aquello del paseo de caballo, el juego de luces que dejan los rayos del sol y el buen ambiente que deja la luz del día. Otros se decantan por la nocturnidad, con su bonito alumbrao y las juergas hasta altas horas en cualquier caseta que eche sus cortinas para continuar la fiesta. Pero existe un término medio y ese es coger la Feria desde por la mañana y dejarla bien entrada la madrugada. Las dos dualidades del Real vistas en un mismo día.

Una pareja disfruta de la Feria de día. Una pareja disfruta de la Feria de día.

Una pareja disfruta de la Feria de día. / Belén Vargas

Elegancia

Dicen en el norte que los del sur nos arreglamos como si fuéramos a ir a una boda en cualquier evento que se precie. La elegancia sevillana es lo que tiene, que la llevamos por bandera allá donde vayamos. En Feria no iba a ser menos. El albero del Real se convierte en la pasarela Cibeles con hombres vestidos de traje y mujeres de flamenca (algunas prefieren ir de calle, pero siempre con estilazo).

Por eso no resulta difícil reconocer al que no es de la tierra que, desconocedor de esta práctica, irá cómodo por encima de todo. Aunque si no se va arreglado no pasa nada, cada uno va como quiere, pero esta es la tónica general.

Ella de flamenca, ellos de corto. Ella de flamenca, ellos de corto.

Ella de flamenca, ellos de corto. / José Ángel García

Flamenca, no sevillana

Si algo hay en el mundo que irrite a un sevillano es tener que escuchar a los foráneos denominar al traje de flamenca de una manera que no es la apropiada. No es traje de sevillana –sevillana es una mujer de Sevilla– ni de faralaes –nos sangran los oídos cada vez que lo escuchamos–, es traje de flamenca o, como popularmente muchos lo llaman, de gitana. No vale equivocarse.

Dos jóvenes en coche de caballo vestidas de flamenca. Dos jóvenes en coche de caballo vestidas de flamenca.

Dos jóvenes en coche de caballo vestidas de flamenca. / Belén Vargas

Gafas de sol

Las altas temperaturas y el sol de justicia que acompaña los días de Feria las hacen necesarias. Pero con este accesorio, durante la Feria, ocurre igual que en las bodas. Verlas en alguien vestido de traje de chaqueta o de flamenca resulta peculiarmente raro. Aunque por necesidad se puede hacer una excepción.

Hermanamiento

La exaltación de la amistad es la tónica dominante durante los días de Feria. En el Real se producen reconciliaciones aparentemente imposibles, se llevan bien los que se odian y se hacen amigos nuevos en cada caseta que se pise. Es la magia de la Feria. Es importante dar con alguien así durante la Feria porque encontrar a ese hermano del alma a veces es el mejor talismán para sobrevivir en la Feria. Aunque tanta amabilidad y buen rollo puede ser sólo flor de un día.

Un grupo de amigas celebra su amistad. Un grupo de amigas celebra su amistad.

Un grupo de amigas celebra su amistad. / Belén Vargas

Insectos

La Feria es una explosión de color, de música, de alegría y de insectos voladores. Todos los años te preguntas de dónde han salido, dónde han estado todo este tiempo. La temibles palomitas feriantes hacen su acto de aparición durante la semana de Feria.

El resto del año ni están ni se las espera. Con un peculiar color amarillento, estos bichos causan estupor entre autóctonos y foráneos, aunque la mayoría, después de años de Feria, han aprendido a convivir con ellos. La palomitas también tienen derecho a bailar sevillanas.

Jarra

¡Una jarra! Y no hace falta que digas nada más, ya saben lo que quieres. Es la medida oficial de la Feria. Ni vasos, ni chupitos, ni litros ni mililitros. Todo se mide en jarras porque sólo se bebe en jarras (acompañadas de catavinos o pequeños vasos de plástico, claro está).

Una joven de flamenca bebe rebujito. Una joven de flamenca bebe rebujito.

Una joven de flamenca bebe rebujito. / D. S.

Kilito

Con el trajín de ir de una caseta a otra (hay personas que hacen más kilómetros en Feria que en una maratón), de bailar sevillanas y de correr para coger un taxi o un autobús es imposible que alguien vuelva de la Feria con un kilito de más. De hecho, ese que sobraba la semana de antes e impedía que el traje de flamenca cerrase ya ha desaparecido y hace posible colocarse el traje sin tener que meter barriga.

Lunares

A las populares rayas de las casetas (todo un símbolo de la Feria), se unen otro tipo de estampados típicos. Los lunares, esos pequeños (o grandes) círculos que en el resto del universo denominan topos (qué sabrán ellos), están presentes en todas partes. En los trajes de flamenca, claro está, y en la ropa de paisana. Porque no hay nada más flamenco que ir a la Feria vestida de calle con un estilismo plagado de lunares.

Vestido de lunares visto en Simof. Vestido de lunares visto en Simof.

Vestido de lunares visto en Simof. / Belén Vargas

Manzanilla

El alma mater de la Feria. Fresquita y en botellas de medio litro, la manzanilla es la bebida reina. Con efectos en el metabolismo muy acelerados (después de dos buches ya te taladra la cabeza), muchos prefieren beberla en su versión edulcorada: el rebujito.

Dos jóvenes toman manzanilla en un catavinos. Dos jóvenes toman manzanilla en un catavinos.

Dos jóvenes toman manzanilla en un catavinos. / D. S.

Números

La Feria, una pequeña ciudad que tiene vida durante una semana. Por eso, igual que te sabes la dirección de tus padres, dónde está el súper y en qué calle se encuentra la farmacia, debes tatuarte a fuego los números de tus casetas de referencia (y sus calles, claro). De este modo evitarás hacer más kilómetros que en la San Silvestre y tendrás una caseta a la que acudir siempre que tus ganas de fiesta lo necesiten.

Años

La Feria se cuenta en años. Para el sevillano es una forma más con la que medir el tiempo. La brevedad de su duración hace que en ella ocurran hechos históricos (para cada individuo, no para la humanidad), por eso la vida se cuenta en función a lo que pasase en cada Feria.

Ocho de la tarde

Esa es la hora señalada. Los alérgicos la miran con deseo y los amantes de la Feria por la mañana con cierta tristeza. A partir de esa hora los coches de caballo salen del Real para despedirse hasta el día siguiente. Aunque verlos resulte bonito (y montarse en ellos un privilegio al alcance de unos pocos), es una alegría que la calle se quede más vacía y, por ende, más transitable.

Una niña se distrae con un caballo. Una niña se distrae con un caballo.

Una niña se distrae con un caballo. / Belén Vargas

Públicas y privadas

La crítica que siempre hace el de fuera de Sevilla. La existencia de casetas, en su mayoría, privadas, hace que muchos desesperen y le cojan manía a la Feria. Existen casetas públicas, sí, pero son muy pocas y no suelen tener el ambiente de las privadas. Como nadie ha apostado aún por una democratización de la Feria, lo mejor es tirar de un hermano del alma que te haga la tournée por todo Joselito El Gallo.

Operarios ultiman detalles en una caseta. Operarios ultiman detalles en una caseta.

Operarios ultiman detalles en una caseta. / D. S.

Rebujito

Si la manzanilla era el alma mater, el rebujito es el elixir de la vida. Ligero, fresquito, rápido de beber y muy refrescante. Esta bebida, que se bebe como agua, es la única ingesta de líquidos que realizará el feriante durante la Feria. Servido en jarra y compartir, el rebujito suele ser más benévolo con el cuerpecito de los feriantes que la manzanilla.

Jarra de rebujito lista para consumir. Jarra de rebujito lista para consumir.

Jarra de rebujito lista para consumir. / D. S.

Sevilla

El cambio de día de arranque de la Feria hace que esta dure más de lo que muchos desearían, por eso resulta casi obligado tomarse un respiro de un día para reponer fuerzas. Con todo el mundo en el Real, es una buena ocasión para disfrutar de una Sevilla desértica y llena de ventajas.

La Plaza de España, uno de los sitios que se pueden visitar durante el respiro de Feria. La Plaza de España, uno de los sitios que se pueden visitar durante el respiro de Feria.

La Plaza de España, uno de los sitios que se pueden visitar durante el respiro de Feria. / D. S.

Tapas

Ni medias ni raciones, tapas. La mejor forma de probarlo todo y sobrevivir a la Feria. Tampoco es que haya mucha variedad en las cartas de las casetas (tortilla, jamón, chocos, montaditos) pero tirar de tapas es económico y diferente.

Volantes

Mires donde mires, vayas donde vayas, allí hay un revuelo de volantes. Voluminosos y aparatosos, los volantes suelen ocupar toda a la caseta y, si me apuras, toda la calle. Pero es la ocupación e invasión del espacio más bonita del mundo mundial.

Revuelo de volantes por el albero de la Feria de Abril. Revuelo de volantes por el albero de la Feria de Abril.

Revuelo de volantes por el albero de la Feria de Abril. / D. S.

Whisky

Con tanto rebujito y manzanilla parece que no queda tiempo para otra bebidas espirituosas. No es que esté prohibido, es el que el calor no invita a tirar de alcohol del duro, como muchos lo llaman. Pasada la media noche, con los ánimos calmados y las temperaturas reducidas, muchos recurren al whisky, ron y ginebra para, ya se sabe, equilibrar los Ph.

Taxi

Muchos son los llamados y pocos los elegidos. Muchos van a la Feria pero pocos tienen la dicha de vivir en sus aledaños. Los que viven lejos tienen al taxi como su mejor amigo (o cualquier otro medio de locomoción que no sea un vehículo propio). La masificación de gente hace que se conviertan en una rara avis pero siempre hay suerte y se puede pillar uno. Si no, los paseos de vuelta a casa con gente en tus mismas circunstancias dan para forjar las más verdaderas amistades.

Largas colas para montarse en el autobús. Largas colas para montarse en el autobús.

Largas colas para montarse en el autobús. / D. S.

Yeguas y caballos

El mejor entretenimiento para los niños. Se ponen en la puerta de las casetas y los ven pasar. Algunos les dejan tocarlos y hasta los montan en sus caballos. Todo un espectáculo.

Un pequeño jinete contempla un caballo. Un pequeño jinete contempla un caballo.

Un pequeño jinete contempla un caballo. / D. S.

zapatosTerminamos como empezamos. Si la A era el albero, la Z es el zapato, enemigos acérrimos durante toda la Feria. Da igual lo limpio que uno salga de casa, después de un día entero en la Feria los zapatos tendrán albero hasta en la etiqueta. Nada que no remedien unas buenas toallitas de bebé. Un buen limpiado y para la Feria otra vez.

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