Bonanza en Los Remedios

El alcalde dejó la Feria en hora taurina y su mandato, como el de la Feria 2011, ya está en el tiempo de descuento mientras el tiempo acompaña y la crisis se hace ver en lo que no se ve: gente que desertó

La Feria ayer en hora punta. Jinetes y viandantes compartiendo las calles del real bajo la techumbre efímera de los farolillos.
La Feria ayer en hora punta. Jinetes y viandantes compartiendo las calles del real bajo la techumbre efímera de los farolillos.
Francisco Correal

07 de mayo 2011 - 01:00

Iván tiene 32 años y lleva trece de cochero de caballos. Estos días ha dejado los alrededores de la Catedral por la Feria. No hay mejor atalaya que el pescante de un cochero. Sobre todo si lleva clientes detrás. "La cosa está regular". El cochero además ha hecho un máster de sociología ferial. "Los mejores días para nosotros son martes, miércoles y jueves. El jueves la gente con pasta emigra". Creció en una familia donde abundan los policías y los electricistas. No siguió la tradición por culpa de un cuñado.

Hubo un tiempo de bonanza. "Las Ferias de 2002 a 2005 no van a volver. Fueron los mejores años. Debió ser por el boom del ladrillo. La gente tenía dinero y al que no lo tenía el banco se lo daba". Esplendor que se inicia un año después de la destrucción de las Torres Gemelas, como si la caída de los chalés hubiera sido más fulminante en los bolsillos que el pánico generado por la caída de los míticos rascacielos.

Desde el coche de Iván se ve un viernes sin apreturas ni aglomeraciones. Y se aprecian las variantes de horteras en la Feria: el jinete que le habla a gritos a un teléfono móvil, espantajo ecuestre; el padre que en una mano lleva el catavinos y con la otra empuja el carrito de su bebé; la dama con la jarra prosaica que reparte rebujito en un coche de caballos.

Tres horas más tarde. El alcalde de Sevilla, sin campaña y en compaña, abandona la Feria por la portada. A Felisa, su mujer, no le cabe la sonrisa en el cuerpo. Está deseando poner fin a sus días de alcaldesa, que el machismo de la Academia admite como mujer del alcalde. Que en una campaña similar, pero en 1999, aspiraba a arrebatarle el mando a la única alcaldesa en el sentido neto de la palabra, Soledad Becerril.

Manuel Gallardo se fotografía en su caseta de la prensa del Corazón con tres californianas: Diana, Tanum y Carym, jóvenes de San Francisco, no viven para emociones. En un hotel de Valencia se enteraron de la muerte de Ben Laden y en un hotel de Sevilla les recomendaron esta caseta en la que no dejan de hacerse fotos con autóctonos. El Oeste en el Sur.

La Feria es El Dorado de Sevilla. No es una metáfora. Iván dejó al cronista -y a su amigo Juan Ignacio Moya- en la caseta La Encomienda y la Embebienda, fundada por un grupo de americanistas. El encomendero recibía tributos del indio en América y llegaba a tratos con el minero que extraía el oro o la plata. Lo cuenta uno de los socios, el catedrático Luis Navarro García. María del Pópulo Antolín, su esposa, lleva treinta Ferias haciendo filetes empanados. "Prueba uno. Es mejor que una indulgencia".

A varias casetas de distancia, Miguel Giorgio, hijo del cantaor José el de la Tomasa, le presenta al cronista a su suegro, Manuel Calvo Carmona, dorador de profesión y socio de la caseta La Pringá. Otra indulgencia plenaria. La pringá se come con las manos, orfebrería gastronómica. El dorador y sus amigos Juan Tomás Abad, perito agrícola, y Carlos Rodríguez, jubilado de Construcciones Aeronáuticas, jugaban al rugby. Fue el sustrato de una amistad que les llevó a compartir vivencias de Feria primero en la caseta de los peluqueros y ahora en La Pringá.

La Feria entra en el fin de semana. El tiempo acompaña. El coche de Iván busca clientes. Se esfumaron los sueños. Pero es tiempo de soñar. Es campaña electoral.

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