El tren de la Bruja

Entreferias

La portada de la Feria de Sevilla de 2024.

La portada de la Feria de Sevilla de 2024. / (Sevilla)

Tempus fugit, bruja fabulosa. Vaya una forma de saludar, plumilla incorregible, después del tiempo que llevas sin verme, con palabras en latín que parecen de rechazo, como el vade retro tan aplicado a mi patriarca Satanás. Además, tiempo aparte, por mis carnes no pasan los años, que de algo habrán de valerme los hechizos.

–Si yo solo quería decirte, maga de mis desvelos, que se me ha pasado el tiempo muy pronto, que me ha parecido poco, desde que me dejaste en tu sideral despedida, cuando sobrevolabas los cielos entre los fuegos artificiales del colofón de la Feria pasada.

–Pues te equivocas otra vez, y tienes ya poco arreglo. A esta bruja prodigiosa le hubiera gustado escuchar que se te ha hecho interminable el tiempo sin saber de mí, ni encontrarte conmigo.

–Eso de que no he sabido de ti tiene sus matices. En los matices está la verdad, dijo Julián Marías, mas no pienses que te tengo por embustera. Ahora bien, sospecho que tus artes brujescas ‒fíjate, no he dicho malas artes‒ han hecho acto de presencia, con efectos notorios, cuando se acercaban los días de celebración de la Feria.

–Puesto que eres un plumilla panoli, no aseguras tus fuentes o das crédito a lo que tiene poco, y así no prosperas en tu oficio, como no sea que quieras quemar los cartuchos del periodismo de investigación, ¿te suena?, con el humo de las noticias falsas.

–A ver, dime que no has tenido nada que ver, bruja perturbadora, con un señalado olvido de la renovación de las casetas. No digo yo que te hayas puesto al servicio ‒no se me ocurre escribir que te hayas vendido‒ de los que no se contrarían con tan clamorosa olvidanza, pues sabes que una caseta de Feria es bastante más que una casa del pueblo y el estropicio grande cuando se pierde, precisamente, una caseta mayúscula y señalada.

–Me vas a endemoniar desde el primer día, como si no tuviera bastante con el jartible Satanás. Vaya una manera de no decir lo que acabas diciendo. Pero te equivocas de principio a fin, pues el tiempo de entreferias lo tengo ocupado en una academia de aprendices de bruja, ya que el gremio está decayendo por las cada vez menos hechiceras dotes de las brujitas primerizas, que se asustan despavoridas en el primer aquelarre en condiciones.

–Y yo que te imaginaba poniendo a punto el Tren de la Bruja, aunque fuera dándole un lavadito de cara y una renovación apañada a los destartalados y poco asustadores efectos del túnel.

–¿Ya no piensas que el Tren es una tapadera de mi brujesco oficio feriante?

–Me lo he callado ‒que no es una forma de decir que no lo piense‒, pues no es cuestión de crisparte más de lo debido en este reencuentro, cuando me tienes deslumbrado después del alumbrado.

–Ripioso escribiente, insistes en decir no diciendo y procuras hacerme un guiño sin esmerarte, aunque quizás sea tu sesera la que esté, ay, poco alumbrada.

No me quieres bien, bruja de mis desatinos, aunque sé que sobreactúas para tenerme en vilo. Pero anoche, y no son fantasías aduladoras, te vi sobrevolar la portada antes del alumbrado y solo fui yo quien lo advertí porque, justamente, querías que te viera, anunciándome que ya estabas aquí.

Que te crees tú eso, plumilla bobalicón, y tienes menos encantos que un hechizo de saldo.

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