Feria de Abril

La diversión se resiente

  • Los feriantes se quejan de las "elevadas" tasas municipales y la subida de la luz en un año que continúa marcado por la crisis

DE abril a octubre, Dolores Montilla vive con la casa a cuestas, "como los caracoles". Primero con su padre y luego con su marido, esta carmonense lleva cerca de 30 años "de pueblo en pueblo" con un carrusel infantil como principal fuente de ingresos: "Me siento esclava de una profesión que no deseo para mi hijo", señala Montilla dentro de la cabina de venta de tiques y con un cuadro de la Esperanza de Triana a su vera.

La crisis continúa haciendo mella en la calle del infierno. A la espera de un balance oficial por parte de la Asociación de Empresarios de Feria de Andalucía, la mayoría de los feriantes consultados por este periódico afirman que el público cada vez acude más tarde a esta zona de diversión y "con menos dinero en la cartera": "El año pasado lo achacamos al calor que hizo, era insoportable, pero ya no hay más excusas, la feria está siendo floja y el motivo sigue siendo la crisis", apunta Dolores Montilla.

Las "elevadas" tasas municipales -según califican los propios empresarios- y la subida de la factura de la luz a la que han tenido que hace frente este año, hacen que los beneficios sean menores. En función del tamaño de la atracción y la calle en la que se sitúe, el alquiler de la parcela varía. El boliviano Julio César paga por instalar su caseta de tiros 4.500 euros. Se encuentra en una de las calles más alejadas y una de las primeras en concluir su actividad; mientras que los propietarios de la Súper Cazuela, en el centro del recinto y algo más cerca de las casetas, pagan 12.000. No obstante, ambos destacan que hay feriantes que pagan hasta 20.000 euros.

Andrés Llamas, presidente de la Asociación de Empresarios de Feria de Andalucía, confirma que este año el Ayuntamiento de Sevilla ha realizado algunas "rebajas puntuales" a determinados empresarios "con tasas más elevadas". Este descuento no se ha llevado a cabo en todas las calles ni en todas las atracciones de una misma zona, sino que las negociaciones han sido individuales.

"Algunos años compensa venir, pero no todos, a veces pierdes dinero", señala Benito Martínez, un valenciano que lleva 30 años acudiendo a la feria de Sevilla con su casera de tiros. "Sevilla era la primera feria de España, la más rentable, pero ya ha bajado mucho", continúa el valenciano. "Hay que arriesgarse y venir porque si no lo haces pierdes tu parcela. A veces sólo vienes para mantener la plaza", apunta su compañero de profesión Julio César.

Este año, según señala Dolores Montilla, se ha contratado a una nueva compañía que ha cambiado todo el sistema eléctrico, "bastante viejo ya". Una medida que cuenta con la satisfacción de estos empresarios, pero que ha venido acompañado por una subida de la factura de la luz.

La mayoría de las atracciones llevan varios años con las tarifas congeladas, a 3,5 euros de media el viaje. Los precios más altos los registran las atracciones más explosivas y de emociones fuertes. Además, algunos empresarios han optado este año por ofrecer bonos familiares para atraer a un mayor público.

Los años pasan pero la estampa se repite. Misma banda sonora, mismo martirio para los oídos. Los altavoces a toda potencia combinan los últimos éxitos del puro y duro pachangueo con los incombustibles locutores de las tómbolas. Mismas atracciones, algunas más viejas que otras.

Los clásicos carruseles y scalextrics infantiles se fusionan con las atracciones relativamente más modernas como el Ratón Vacilón o la bola que permite a uno volar por unos minutos gracias a sus elásticas cuerdas. Un clásico que nunca falla, la noria de la familia Berral, que lleva más de 50 años en Sevilla, y que el próximo año tendrá que competir con los 40 metros de altura de la noria fija de la empresa catalana Sequoia Partners, ubicada dentro de la Autoridad Portuaria.

Sevilla inaugura la temporada de una profesión que pierde adeptos, especialmente nacionales. "Las nuevas generaciones no quieren esto, sobre todo cuando lo han vivido desde pequeño, y yo tampoco lo quiero para mis hijos", comenta Sonia González, detrás de la ventanilla de venta de tiques de un clásico tiovivo, cuyos caballos ya no lucen el vivo color de antaño. "Quiero que mis hijos estudien una carrera, que tengan más oportunidades que yo". Lejos de los cacharritos.

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