Las puertas de la casetas, nuevos lugares de reunión

La ley antitabaco genera espacios de encuentros, pero las calles se colapsan más

Una joven pasea por el real con una jarra de rebujito.
Una joven pasea por el real con una jarra de rebujito.
R. S.

07 de mayo 2011 - 01:00

La Feria de Abril de 2011 comenzó con la prohibición de fumar dentro de las casetas como gran novedad y terminará con la creación de nuevos lugares de reunión como consecuencia de la aplicación de la ley antitabaco. Las puertas de las casetas se han convertido en una especie de centros de encuentro permanentes que años atrás no existían como tales. Quien sale a fumar suele hacerlo acompañado, a veces de algún no fumador, y la entrada de la caseta se convierte así en un nuevo lugar ideal para la charla.

Claro que esto tiene dos efectos, uno positivo y otro negativo. El primero es que la caseta se queda algo más libre de público, que a veces se agradece. El segundo, sin embargo, es que la calle puede llegar a colapsarse ante tanto fumador parado en mitad de la acera. Algunas tardes de esta Feria ha habido que pedir paso entre lo que podían considerarse pequeñas bullas al estilo de las de Semana Santa. Esta circunstancia se daba sobre todo a media tarde, cuando la gran afluencia de enganches y caballos dificultaba el tránsito por la calzada y había que andar siempre por el albero.

En general la nueva ley se ha respetado, si bien es cierto que tampoco ha habido denuncias a mansalva porque ambas partes -fumadores y no fumadores- han llegado a entenderse sin demasiados problemas. A veces el fumador no se salía de la caseta, pero fumaba en la zona más próxima a la calle, con la mano que portaba el cigarrillo por encima incluso de la reja de acceso a la caseta. En otras casetas incluso había unas zonas traseras, generalmente utilizadas por el servicio, que esta vez se llenaban de fumadores buscando un hueco libre.

Esta sintonía tampoco ha sido tal en todos los casos. Ayer, por ejemplo, en una caseta de Gitanillo de Triana, un señor decidió fumarse un puro porque decía estar en su casa. Por mucho que le pidieran respeto a los demás, el hombre no sólo siguió en su empeño sino que mandó a callar a quien le recriminó su actitud. Claro que intolerantes los hay en todas partes.

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