El real muda la piel
Turismo
El fin de semana llena el recinto de caras nuevas, sobre todo madrileños, que optan por la comodidad frente a la elegancia con un plano siempre en la mano
La entrada del fin de semana nos deja una estampa bien distinta en el real. Menos trajes de flamenca y hombres vestidos de chaqueta y corbata, y muchas más faldas y pantalones vaqueros. Los días festivos llenan las calles del recinto de caras nuevas que optan por la comodidad frente a la elegancia. A ellos les importa menos el mal tiempo. Entreverados entre los sevillanos que no se resisten a soltar la Feria, son muchos los forasteros que vienen, la mayoría vomitados por el AVE desde la capital. Llegan al recinto a la misma hora que el resto: tras la comida, para rascarse el bolsillo lo mínimo posible.
"Hemos almorzado enfrente de la Feria por la sencilla razón de que dentro es muy difícil hacerlo, casi todas las casetas son privadas. Todo es muy elitista. Además, fuera del recinto sale más económico", explica un matrimonio de Barcelona que lleva en casa de un amigo de Mairena del Aljarafe desde que el avión les dejó en San Pablo el viernes.
Los forasteros no se saltan ni un paso del protocolo de quien visita la Feria por primera vez: hacerse una instantánea bajo la portada, revisar el plano del real en numerosas ocasiones desenrollándolo por completo delante del rótulo de una calle, quedarse parado hasta casi ser arrollado por un coche de caballos, fotografiarse junto a un grupo de flamencas, asombrarse del martirio continuo al que te somete el hilo musical de la calle del infierno, y buscar una caseta pública para guarecerse.
"Lo primero que hicimos al llegar es comprar un clavel. Nuestra mentora sevillana nos dijo que es un toque al no venir trajeado". Juanma Martínez es un cocinero madrileño que, pese a pasar tres años de su vida trabajando en la ciudad hace casi una década, es la primera vez que pisa la Feria. Su amiga Chelo asegura que baja seducida por la idea de "buena comida y mucha bebida. Nos han contado que la fiesta no para en todo el día".
En la caseta de información situada al lado de la portada coinciden en que hay menos gente que otros años, y también menos turistas, aunque ellos no paran de explicar una y otra vez a todo el que se acerca qué es la Feria. "Otra de las preguntas más frecuentes que nos hacen es a qué hora son las cosas, como el paseo de caballos, porque creen que hay una exhibición. No saben que aquí la gente viene a pasear con su caballo y ya está", asegura una empleada.
"El tipo de público cambia ostensiblemente estos dos días. Se nota muchísimo la llegada de madrileños a partir del viernes por la tarde", afirma Javier Villa, coordinador del punto de información. La mayor parte de los turistas proceden de Madrid, Cataluña y Castellón. "No conocen a nadie y lo que quieren es poder entrar en alguna caseta para comer y beber algo", asegura Villa.
Tras unos días donde la ocupación hotelera llegó al 70% de media, este fin de semana esa cifra se eleva hasta el 85%. Mucha culpa de ello la tiene el aumento de la frecuencia de los trenes de alta velocidad. Eso sí, pese a que la semana de farolillos coincide este año con el puente de mayo, estos porcentajes no se mantendrán y esta previsto que caigan hasta el 57% en las noches del domingo y el lunes.
El cielo titubeaba. A ratos salía el sol y a otros eran nubes negras las que lo atravesaban descargando algo de agua. "Es una pena venir desde tan lejos para celebrar la despedida de una amiga y que llueva", explica Sara. Ella y su grupo de amigas toledanas viajaron en un autobús alquilado durante seis horas. "El alcalde debe pagarme la tintorería. Mira como tengo ya los últimos volantes de albero, no entiendo por qué las calles no están asfaltadas", bromea Anita.
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