“La gente a la que le caigo fatal no existe, no va con mi energía”

Son las diez de la noche cuando Ivonne descuelga el auricular y atiende la llamada de este medio. Acaba de acostar a Alejandro –su pequeño– y sólo entonces encuentra un hueco en su ajetreada vida para confesarse con los lectores de este periódico. En las siguientes líneas descubrirán a una mujer más cercana al perfil de ‘madre coraje’ que a la imagen de ‘devorahombres’ que se han empeñado en atribuirle los programas del corazón. Como ella misma dice, “todo el mundo merece que se le juzgue por algo más que ‘las tapas’”.

–Algunos sitúan sus comienzos en Caracas como modelo, pero me consta que en sus inicios le tocó pagar el alquiler ejerciendo de ‘chica para todo’. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos remotos?

–Fue una época difícil, pero todo lo que merece la pena suele ser complicado al principio. Le debo mucho a mis padres, que confiaron en mí para que me fuese a la capital a por mi sueño, cuando todavía era muy jovencita. Iba tan ilusionada que no me importó combinar mi trabajo en el departamento de finanzas de una compañía de seguros para costearme mi estancia. Luego fueron llegando los primeros resultados de los casting a los que me presentaba, pero a un ritmo muy lento. Ahora comprendo que para llegar a la meta hay varias vías –unas más rápidas que otras–, pero la única que te permite permanecer con el paso de los años trae implícito un gran sacrificio. Los atajos son sólo temporales.

–Hace ya una década que se afincó en España y ya es casi un clásico de la pequeña pantalla. ¿Cuando llegó a nuestras orillas se imaginaba que este país se convertiría en su hogar?

–Es que todavía no sé cuando deshice la maleta y me hice a la idea de que tengo aquí mi ‘cuartel general’. La primera vez que vine a España recuerdo que sólo venía a pasar unos días y luego me volvía a Miami, pero surgieron nuevos proyectos y cada vez pasaba más tiempo entre un vuelo y el siguiente. Yo siempre pensé que era algo pasajero, como mis viajes a París, pero aquí me tienes...

–¿Y no le ataca la nostalgia de vez en cuando?

–Cada día, lo que pasa es que cuando me agarra el día tonto, busco la manera de escaparme a Los Roques y allí se me olvidan las penas. Ya estoy habituada a Madrid y me siento como una más, pero reconozco que al principio no me gustaba nada la comida de aquí y ni siquiera me entendía con la gente por la diferencia de acentos.

–Quizás esa etapa difícil ha hecho que se convierta en la todoterreno que es ahora. La hemos visto trabajando en un musical, como presentadora, actriz y hasta de modelo pero, ¿en qué faceta se siente más cómoda?

–Es cierto que he hecho un poco de todo debajo de los focos, pero yo siempre me he sentido actriz. He grabado cuatro películas: La sal de la vida, Muchacho Solitario, Los pájaros se van con la muerte y Malasombra, pero quizás el papel más interesante que me han ofrecido hasta la fecha, fue el que interpreté en la serie La verdad de Laura. Para mi fue un reto tener que interpretar a Beatriz, una mujer que parece mucho más cruel de lo que es en realidad.

–Hablando de corazones malvados, ¿cómo lleva el asedio de la prensa rosa?

-Reconozco que hay momentos en los que tengo mejor humor que en otros, pero normalmente trato de apartarme, respirar y seguir adelante. La mayoría de la gente es cariñosísima y me gusta ser agradecida con el público. Para mi no existen esas personas a las que les caigo fatal, no tienen espacio en mi vida porque no va con mi energía. Sencillamente, son invisibles.

–Pero supongo que dentro de su universo habrá muchas personas que querría que no desapareciesen nunca. ¿Con quiénes se quedaría del circuito televisivo?

–Guardo un recuerdo muy bonito de Joaquín Prat porque –aunque yo era casi una niña para él y no puedo decir que fuésemos amigos– me lo enseñó todo en esta profesión. También siento un cariño especial por compañeros de mis inicios en Telecinco, como Jesús Vázquez, Arancha del Sol y Beatriz Rico.