Resultados de la política de innovación andaluza

El retraso en I+D respecto a la media europea y a las principales potencias del mundo ya nos ha pasado factura

Resultados de la política de innovación andaluza
Resultados de la política de innovación andaluza

18 de marzo 2011 - 17:24

Joaquín Moya-Angeler Cabrera

Presidente de Corporación Tecnológica de Andalucía

La primera década del siglo XXI ha sido decisiva para la innovación en Andalucía. Más allá de las metas numéricas marcadas por los objetivos europeos, es innegable que un cambio trascendental ha empezado a producirse en el tejido productivo andaluz. Quizá aún no ha alcanzado toda su extensión y todavía necesita un impulso mayor, pero se ha iniciado un importante camino que ya no permite dar marcha atrás. Empresa y Universidad han dejado de darse la espalda y un creciente núcleo de compañías han comenzado a basar su diferenciación y capacidad competitiva en la incorporación de nuevo conocimiento. La intensidad en I+D o peso del gasto andaluz en I+D respecto al PIB de la comunidad ha escalado del 0,67 por ciento en 2000 al 1,10 por ciento en 2009. Pese a situarnos todavía lejos del objetivo comunitario del 3 por ciento para 2020, el despegue es más considerable y ha supuesto sobre todo un salto cualitativo porque el mayor avance no reside sólo en las cifras, sino en el giro de 180º que ha dado la comunidad en su relación con la transferencia de tecnología y la innovación. En un contexto en el que se otorgaba a la innovación una creciente relevancia a nivel nacional, la Junta de Andalucía ha sido pionera en la implantación de determinadas fórmulas de impulso a la I+D+i que luego han sido replicadas por otras comunidades e incluso a nivel nacional.

Desde 2004, el Gobierno andaluz ha desplegado un ecosistema de la innovación con una red de infraestructuras, financiación y agentes que han creado el caldo de cultivo y las condiciones adecuadas para que florezca la iniciativa empresarial en I+D+i. En la última década, el gasto andaluz en I+D se ha triplicado y Andalucía se ha consolidado como la tercera comunidad en cifras absolutas. El sector empresarial ha respondido al acicate público elevando su gasto de 177 a 503 millones de euros en estos diez años. Y ello a pesar del pequeño decrecimiento ocurrido en el último año. Sin embargo, el grado de convergencia con las medias nacional y europea todavía es insuficiente y el mayor problema es que, pese a su gran esfuerzo en estos años, el sector privado todavía apenas representa un tercio del total del gasto andaluz en I+D, mientras que a nivel nacional el sector privado ejecuta más de la mitad del gasto y el objetivo europeo es que alcance los dos tercios. El retraso respecto a la media europea y a las principales potencias económicas del mundo en indicadores de I+D ya nos ha pasado factura y es probablemente una de las causas que han propiciado que la crisis económica haya afectado de manera más profunda a la economía española. Pero, es importante ser conscientes del punto de partida. No hace mucho que las siglas I+D+i se contemplaban desde la dirección empresarial como una fórmula indescifrable asociada a laboratorios y batas blancas. El fruto más valioso del esfuerzo de los últimos años es que esta percepción ha cambiado.

Es creciente el número de empresas que entienden la importancia crucial de la innovación no sólo para crecer sino para la mera supervivencia de sus negocios. En Corporación Tecnológica de Andalucía (CTA) tenemos una amplia muestra de empresas que han adquirido conciencia de que su capacidad para competir en un mercado cada vez más global ya no puede pivotar sobre otro elemento que no sea el valor añadido. Ya es una realidad palpable que la innovación es rentable y genera riqueza. No existen aún cifras a nivel regional, pero desde CTA encargamos ya en el 2009 a la consultora Deloitte el primer estudio que mide el impacto de los proyectos de I+D+i que financia esta fundación. Aunque este informe mide sólo el impacto a corto plazo de la ejecución de los proyectos y no de sus resultados, arroja algunas cifras relevantes, como que cada proyecto crea o mantiene una media de 22 empleos directos e indirectos y retorna a la Hacienda Pública andaluza casi el 20 por ciento de su presupuesto. Además, casi el 80 por ciento del gasto ejecutado por los proyectos revierte en Andalucía y por cada euro financiado, se generan 1,28 euros de PIB sólo durante la ejecución del proyecto y medido hasta 6 meses después de su finalización. Elevando la vista más allá de las fronteras andaluzas, el último cuadro de indicadores sobre la inversión industrial en I+D, que publica el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, indica que las empresas europeas recortaron la inversión en I+D un 2,6 por ciento en 2009 y las estadounidenses lo hicieron en un 5 por ciento, mientras que las asiáticas, por el contrario, la aumentaron. En un año en el que las ventas y los beneficios de las empresas europeas se redujeron en un 10 por ciento y un 21 por ciento, respectivamente, la leve caída del gasto en I+D puede interpretarse en sentido positivo, como un esfuerzo por mantener el tipo. No obstante, como indica la comisaria europea de Investigación, Innovación y Ciencia, Máire Geoghegan-Quinn, “la enorme distancia con respecto a las principales empresas estadounidenses en ámbitos como el software y la biotecnología, unida al veloz ascenso de Asia, mantiene a Europa en situación de emergencia en lo que se refiere a la innovación”. En resumen, Andalucía ha recorrido un importante trecho en su convergencia con España y Europa en innovación y quizá el mayor logro de las políticas destinadas a impulsar la I+D+i en los últimos años ha sido la toma de conciencia por una parte importante del tejido productivo de que la innovación es una inversión rentable y necesaria para sus negocios. Se ha realizado el esfuerzo necesario para no dejar escapar el tren, pero ahora es imprescindible un nuevo impulso para no quedar relegados a los vagones de cola y, tras el arranque público, ahora es el turno del sector privado de tomar la iniciativa.

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